Del consejo editorial

¿Países emergentes o decadentes?

JOSÉ MANUEL NAREDO

Economista y estadístico

Hay mucho de iluso en la veneración que suscita en Occidente el trepidante desarrollo económico registrado en China y otros países calificados de emergentes, pues esta especie de fascinación soslaya los enormes
daños territoriales, ecológicos y sociales que tal desarrollo acarrea. En su libro La actualidad de China (Crítica, 2009)

Poch-de-Feliu señala que dicha fascinación "no entiende el drama de quien llega tarde a un modelo ya caduco". En efecto, el modelo de desarrollo que están siguiendo esos países es un modelo caduco, porque revive a una escala sin precedentes el modelo de capitalismo carbonífero caciquil y de trabajo precario que abandonaron hace tiempo los países cuna de la revolución industrial. Ese modelo entrañaba la explotación más descarnada y, por ende, el desprecio más absoluto hacia la naturaleza y hacia los seres humanos. Se establecieron así, en los países europeos de capitalismo maduro, regulaciones que permitieron proteger derechos y vidas humanas y conservar territorios y paisajes, mientras mantenían su capacidad de compra sobre el mundo.
La globalización imperante ha tenido una doble incidencia en ese proceso. Por una parte, ha desplazado hacia los países "emergentes" la producción industrial más exigente en energía, materiales y contaminación, ayudando a preservar en las antiguas metrópolis el medio ambiente y el elevado consumo de sus poblaciones sin tensiones inflacionistas. Por otra, esa globalización amenaza con echar por
tierra sus logros de civismo y convivencia en aras de una supuesta competitividad. No sólo compiten con ventaja los productos de los países emergentes, obtenidos con exigencias ambientales y salarios mucho más precarios, sino que legiones de inmigrantes buscan en las metrópolis mayores ingresos y libertades. Se fuerzan así tendencias a rebajar salarios, ayudas sociales y derechos de las propias poblaciones metropolitanas, amenazando con regresar hacia un abismo decimonónico que parecía superado.
Es grande la brecha que separa nuestros precarios mileuristas de los, en el mejor de los casos, cieneuristas de la emergente China... o diezeuristas de Bangladesh. Si con el pretexto de la crisis se pide frugalidad y esfuerzo a los ciudadanos, que sea para reforzar ese modelo de convivencia y solidaridad que habían ilustrado algunos países europeos y no para restaurar un modelo de explotación económica y de polarización social que parecía haber quedado atrás.

Más Noticias