Del consejo editorial

Golpe mortal a la frágil esperanza de paz

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

Sólo faltaba el ataque terrorista que ayer costó la vida a cuatro colonos judíos para marcar a sangre y fuego la tremenda dificultad a la que se enfrenta el diálogo directo entre israelíes y palestinos que, si este atentado no lo impide, se abrirá mañana con Obama de mediador. El gran interlocutor ausente de las conversaciones, el grupo radical islamista Hamás, entra en escena para dejar claro que la paz no es posible sin su concurso, y amenaza así con echar por tierra toda esperanza de acuerdo, por frágil que fuese.

A juzgar por lo ocurrido en el pasado, el radicalismo de Hamás no quedará sin respuesta, y el primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, un halcón que parece moderado si se le compara con alguno de sus socios en el Gobierno, no tendrá fácil practicar una contención más necesaria que nunca.

Empeoran así unos augurios que ya eran pésimos: en Israel, gobierna la derecha de Netanyahu en coalición con la ultraderecha más cerril; en Palestina, sólo la rama moderada de su doble liderazgo, la de Mahmud Abás, apoya el proceso de paz. Y las partes que se dan cita en EE UU difieren en todo: límites del futuro Estado palestino, capitalidad en Jerusalén Este, colonias judías en Cisjordania, retorno de refugiados o garantías de seguridad para Israel.

¿Qué juega a favor? 1) La implicación de Obama, cuyo declive podría frenarse con un éxito allá donde fracasaron Clinton y Bush. 2) Que, como Beguin al devolver el Sinaí a Egipto, el halcón Netanyahu podría contar con la no beligerancia de la oposición. Y 3) Que si la negociación fracasa, será inevitable un nuevo ciclo de violencia. ¿O se ha iniciado ya?

¿Lo peor? Que todo quedará en nada si Netanyahu no prolonga la moratoria sobre la construcción de nuevos asentamientos, y que Hamás, dueño y señor de Gaza, está fuera del proceso y, a lo que parece, dispuesto a boicotearlo. La calculada inoportunidad del ataque de ayer da argumentos a Israel, EEUU y la UE, que tachan a la organización de terrorista, pero no condenan el terrorismo de Estado israelí.

Sin embargo, en este conflicto marcado por excesos salvajes en los dos bandos, la paz nunca será posible si no la acuerdan quienes hacen la guerra. Hamás, parte del problema, debe ser también parte de la solución. Pese a los cuatro muertos (o tal vez más) que estarán sobre la mesa cuando Netanyahu y Abás comiencen a dialogar.

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