Del consejo editorial

Nobel a destiempo

ÓSCAR CELADOR

Profesor de Derecho Eclesiástico
del Estado y de Libertades Públicas

La concesión del premio Nobel de Medicina 2010 al investigador británico Robert Edwards ha sido criticada por el sector médico más conservador y determinados líderes religiosos. Edwards se hizo famoso a finales de los ochenta, cuando gracias a sus investigaciones nació el primer bebé probeta, por lo que a él se le atribuye la autoría de los primeros avances científicos tanto en el terreno de la fecundación in vitro como en el de las técnicas de fertilidad desarrolladas posteriormente por otros investigadores. Los logros científicos de Edwards le han granjeado fama y reputación internacional, pero no hay que olvidar que, al menos inicialmente, numerosos miembros de la misma comunidad científica que ahora los aplaude y venera se opusieron a los mismos por motivos éticos y religiosos.
Las técnicas de reproducción asistida se han convertido en uno de los avances científicos más revolucionarios para solucionar los problemas de esterilidad de las parejas que desean tener hijos, y también pueden utilizarse para prevenir enfermedades genéticas que en la actualidad carecen de tratamiento médico. Sin embargo, los sectores más conservadores, y especialmente las confesiones religiosas, han sido tradicionalmente muy críticos con este tipo de técnicas, ya que en unos casos permiten la generación de vida humana en un laboratorio de forma autónoma a las relaciones sexuales conyugales, y en otros requieren la eliminación de embriones para que los nacidos sean compatibles con sus familiares enfermos.
Los planteamientos de los defensores y de los detractores de la reproducción asistida son difícilmente conciliables. Por una parte, están aquellos que piensan que la reproducción asistida es una técnica que permite a los seres humanos jugar un papel que sólo está reservado a Dios. Y por otra, los que ven este tipo de técnicas como una solución para los problemas de fertilidad, que ha permitido el nacimiento de millones de seres humanos y que otros tantos hayan podido engendrar vida; o como el único método que permitirá la curación de un familiar que de otra manera estará condenado a morir prematuramente o a padecer una grave enfermedad degenerativa. Ahora bien, lo que no deja de ser llamativo es que, gracias a los apoyos de unos y a las presiones de los otros, haya habido que esperar varias décadas para que la Academia sueca reconozca a Edwards su papel en la medicina moderna.

Más Noticias