Del consejo editorial

La visita del viejo señor

RAMÓN COTARELO

Catedrático de Ciencias Políticas

Acoger al peregrino es mandato bíblico y señal de buena educación. El Papa que hoy pisa suelo compostelano viene como peregrino, como pastor de su grey que, según estadísticas, es la mayoría del pueblo español aunque, a su vez, una mayoría de esa mayoría afirme no ser practicante. Sin duda todos los españoles se alegran de que los católicos festejen este momento y, en la medida de lo posible, comparten con ellos su
alborozo.

Pero la ambigüedad es típica del Vaticano y no está claro si el Pontífice viene sólo como peregrino, en visita pastoral, o también como jefe del Estado Vaticano, una entidad sin entidad con la que España tiene firmado un Concordato de 1953, en tiempos de Franco, que ya debiera estar denunciado, prolongado con unos Acuerdos con la Santa Sede de 1979 negociados en secreto antes de la Constitución de 1978 y que debieran tener igual destino que el Concordato.
Resulta así que, en estos tiempos de estrecheces, al ser de Estado, todos los españoles, creyentes o no creyentes, han de costear de grado o por fuerza una visita cuyo coste nadie sabe cuantificar a causa del misterio en que la Iglesia sabe envolver sus cuentas pero que oscila entre los tres y los seis millones de euros.
Además, la presencia papal tiene un claro contenido doctrinal e ideológico, ya adelantado con acrimonia por monseñor Lombardi, portavoz del Vaticano, al decir que lo que separa a este del Gobierno de España es el respeto a la vida y a la familia, como si el Gobierno fuera enemigo de ambas. El Papa viene a remachar la doctrina vaticana sobre el aborto y el matrimonio en sintonía con un partido político, el PP, y en oposición a otro, el PSOE, que gobierna por voluntad mayoritaria de los españoles. Es decir, el jefe del Estado Vaticano viene a España a interferir en los asuntos políticos internos y a regañar a la mayoría de los españoles, financiando su prédica con el dinero de estos.
Desbarrando a extremos que parecen venidos de los tiempos nacionalcatólicos, ciertos dirigentes del PP dicen que es "obligación" de Zapatero asistir a la misa que oficie el Papa. El presidente del Gobierno español no tiene "obligación" alguna con ninguna religión y el ciudadano privado Zapatero es libre de creer o no creer y hasta de practicar la religión católica como la mayoría de creyentes "no practicantes", entre los que seguramente habrá del PP.

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