JOSÉ MANUEL NAREDO
En los últimos tiempos proliferan los millonarios que carecen de vivienda, de yate e, incluso, de coche en propiedad, aunque disfruten a diario de todo ello. Y no es que vivan en hoteles de lujo, como Al Capone, sino que los automóviles, jets, yates y fastuosas mansiones que utilizan no son propiedad suya, sino de sus empresas, para evitar impuestos y desgravar lo que en otro caso serían gastos suntuarios. Es una consecuencia lógica de la globalización financiera, unida a la existencia de paraísos fiscales. Pues es lógico que a la empresa nómada trasnacional, que vaga por el planeta buscando negocios ventajosos y ocultando su riqueza donde mejor le convenga, le siga un empresariado nómada, que pone a buen recaudo su patrimonio escapando a la fiscalidad de los países. Algunos de estos millonarios homeless, que engrosan hoy la lista Forbes de los más ricos del planeta, evitan los domicilios fiscales metropolitanos controlando su inmensa riqueza a través de empresas domiciliadas en paraísos fiscales. Este es el caso del empresario sin domicilio fijo Nicholas Berggruen que, junto a su socio Martin E. Franklin, pretende reflotar y controlar el grupo Prisa a través de la sociedad de inversiones Liberty Acquisition Holdings, domiciliada en el paraíso fiscal estadounidense de Delaware. Sería un triste destino para ese diario vocacional y militante de la libertad que en su día fue El País acabar siendo devorado por el capital financiero en estado puro. El problema estriba en que a la globalización financiera no le corresponde una globalización tributaria que dé un tratamiento homogéneo y equitativo a las personas y empresas que pueblan la economía-mundo. Esta globalización sesgada acentúa la regresividad impositiva al facilitar vías de escape a los más ricos, ya sea recurriendo a paraísos fiscales o a empresas instrumentales que, como las sicav, mantienen nichos de evasión legal dentro de los países. De esta manera, la igualdad de derechos da paso a la desigualdad de oportunidades de evasión bien presentes en nuestro país, que cuenta, además, con una amplia escuela de picaresca empresarial y política. Los episodios recientes de corrupción que afloran en los tribunales completan esta saga de pobres millonarios que, tras haber hecho el agosto con comisiones y especulaciones diversas, consiguen cuantiosas fianzas para evitar la prisión, pero carecen de medios con los que hacer frente a sus responsabilidades.
José Manuel Naredo es economista y estadístico
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