Dentro del laberinto

Niña

Resulta un pobre consuelo el que entre los detenidos en la gran operación contra la pornografía no haya ni una sola mujer. Sí, en cambio, policías, profesores, varones de todas las edades con una responsabilidad social y un cargo público. Hombres que observan con fascinación o con pura lujuria la ruptura de un límite establecido, y que se creen exploradores venciendo fronteras.

Kundera explicaba de una manera muy gráfica, y altamente imprecisa, la conexión entre lo repugnante y el deseo: engranajes defectuosos, los llamaba. Pero su concepto de la sexualidad, incluso en las más tórridas descripciones de los encuentros entre amantes, siempre existía una percepción intelectual, gélida, que le otorgaba la distancia del que se aleja para mirar, y no únicamente del mirón absorto en su deseo. Los amantes de Kundera, tortuosos y torturados, se sabían sujetos de una atracción incontenible.

Los acusados se declararán objetos de esa atracción, y no sujetos de ella. Como el asesino que arrojó al metro a un desconocido en Barcelona, se aferrarán a un deseo o una voz incontrolable, pedirán asilo y cuidado. Puede que resulte sorprendente el número de los que sufrieron a su vez abusos o violaciones. No siento la menor lástima. La actitud social, tan ambigua en lo que tiene que ver con la sexualidad de los menores, no les ha sido de gran ayuda. El castigo se pierde entre las múltiples fotografías, mensajes y actitudes que insinúan o rozan la imagen de los niños como objetos sexuales, de las niñas como tentadoras. Se aguarda a la escasa mayoría de edad, o a una emancipación precoz, de las actrices y las cantantes para sexualizarlas hasta el límite. En el mundo de la moda, adolescentes de reducida edad se exhiben en actitudes y atuendos muy explícitos, que contribuyen a enmarañar el debate. ¿Pueden o no decidir sobre su sexualidad? ¿Es lícito que despierten deseo en otros, es admisible que se les muestre como reclamos? Antes de llegar al extremo hay muchos puntos intermedios.

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