Desde lejos

El valle del horror

Ese Valle de los Caídos ante el cual se reunieron el pasado día 21 un puñado de franquistas trasnochados es sin duda alguna una monstruosidad. Desde el punto de vista estético, por supuesto, con su alarde de arquitectura y estatuaria fascista, y también desde el punto de vista ético: concebido en 1940 como un panteón a mayor gloria de Franco y de Primo de Rivera, fue construido a lo largo de casi 20 años por miles de presos políticos encarcelados en el vecino campo de concentración de Cuelgamuros.

Se calcula que unos 20.000 hombres fueron utilizados allí como mano de obra semiesclava, en condiciones penosísimas, por las constructoras Molán, Banús y San Román. La memoria de sus sufrimientos se une entre aquellas piedras a la de los 20.000 muertos sin identificar que yacen en la basílica, muchos de ellos republicanos trasladados desde fosas comunes sin permiso de sus familias: al fin y al cabo, no eran más que huesos de "rojos", ya saben.
Que todavía hoy ese lugar siga siendo el mausoleo de dos de los principales responsables de ese dolor demuestra una profunda y rara indiferencia por parte de nuestros políticos. Y, como afirmaban los manifestantes antifranquistas del otro día, es además una vergüenza que, para colmo, tengamos que mantener todo eso con nuestros impuestos. Alguien tendrá que decidir de una vez por todas sacar los restos de esos dos personajes y convertir todo ese espanto en un Museo de la Guerra Civil, por ejemplo, como se ha hecho en Alemania con las pocas construcciones nazis que permanecen en pie. Y que sea pronto, por favor.

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