Desde lejos

Las Brujas

Parece que Strauss-Kahn saldrá impune del asunto del Sofitel. La camarera ha resultado ser poco fiable: al fin y al cabo, nació en una esquina perdida del mundo, no tiene un título universitario, no viste ropa de marca y, para colmo, mintió a la hora de solicitar sus papeles en Estados Unidos. En resumen, es una mujer pobre que ha tenido que buscarse la vida, y eso la convierte en alguien de palabra dudosa frente a la credibilidad de un tipo poderosísimo, que se codea con la élite del mundo y que ha sido director del organismo capaz de decidir mantener a millones y millones de personas en la pobreza, porque eso es lo que les interesa a los ricos.
Imagino que algo parecido pasará con la reciente denuncia de la periodista Tristane Banon, a la que muchos consideran ya una aprovechada que busca publicidad a costa de lo que sea. Como si no estuviera jugándose su prestigio en este asunto: ¿alguien cree de veras que a las mujeres –salvo casos muy excepcionales– nos apetece ir contando por ahí que hemos pasado por la terrible humillación de ser atacadas sexualmente tan sólo por obtener algún beneficio?

Entretanto, la ONU acaba de denunciar que sólo el 14% de los casos por violación acaban en condena en Europa. En Europa, la tierra de la igualdad. Ni les cuento lo que sucede en otras muchas zonas del mundo, todas aquellas donde la mujer sigue siendo considerada poco más que una vaca. No afirmo que Strauss-Kahn sea culpable. No lo sé. Pero es preocupante comprobar que, al final, la palabra de una mujer que dice haber sido agredida sigue teniendo menos peso que la del hombre que asegura ser víctima de las brujas.

 

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