A veces, en medio de las grandes noticias de cada día, algo pequeño llama nuestra atención. Esta última semana, entre el comunicado de ETA, la ejecución de Gadafi, la evolución de la crisis o la victoria de los islamistas en Túnez, una esquinita perdida de los periódicos ha provocado mi indignación. Se trata de la historia de V. G. M., un chico canario de 18 años con una discapacidad mental del 54% que lo convierte en un crío perpetuo, y del que ninguna organización quiere hacerse cargo.
Ha habido peleas en presencia del chico entre los responsables de ambos centros, con participación de las administraciones, la Policía, la Fiscalía de Menores y el juez. Al crío le han dado sedantes por los ataques de nervios que ha sufrido mientras tenía que soportar el ver cómo era rechazado por unos y otros. Y a mí sólo se me ocurre maldecir la inhumanidad de este sistema y de todas esas personas encargadas de velar por los más vulnerables y a las que, por lo que se ve, sólo les importa la letra de las normas y las cifras de la cuenta corriente. Vaya mierda.
Comentarios
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