Desde lejos

Razones

La parte de mi razón que analiza el mundo abstracto de las ideas me dice que el sistema más adecuado y justo para la jefatura de un Estado es la república. Pero la parte de mi razón que observa la realidad concreta, me susurra que es mucho mejor que España tenga por máximo dignatario a un rey, bajo el control por supuesto del Parlamento. Contemplo a nuestros políticos, y no veo ninguno capaz de suscitar unanimidad a su alrededor y de representarnos fuera del país con dignidad.

Podría añadir otra razón a quienes sostienen que los reyes forman parte del pasado: muchos de los países con democracias más decentes son monarquías. Ahí están Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda o Reino Unido, modélicos en tantas cosas. Por eso el asunto Urdangarin me hace sentir especialmente molesta: no es justo que el comportamiento –presunto– de un tipo sin escrúpulos pueda salpicar a una institución y unas personas que han demostrado durante años no siempre fáciles su buen hacer.
Y no me refiero sólo a don Juan Carlos. Hasta ahora, el príncipe de Asturias ha tenido una excelente actitud y ha sostenido un discurso que muestra una mente abierta, bien formada intelectualmente e interesada por el mundo real. Me proclamo, pues, no sólo juancarlista, sino también felipista. Al menos mientras no me demuestren lo contrario. Y, desde luego, quiero para este país una institución, aunque sólo sea una, que funcione con profesionalidad y se merezca el respeto y la confianza de los ciudadanos. Que la justicia juzgue a Urdangarin, pero dejemos que el rey pueda seguir cumpliendo con su papel, fundamental para todos, tranquilamente.

Más Noticias