Desde lejos

Los monstruos

Uno de los cuadros más dolorosamente impresionantes del Museo del Prado es La mujer barbuda, de José de Ribera. Representa a Magdalena Ventura, una mujer que padecía hirsutismo y a la que el pintor representó dando de mamar a un niño, con su terrible cabeza de hombre y la barba llegándole hasta el pecho. Era 1631, la misma época en la que Velázquez retrataba magistralmente a sus famosos enanos y bufones. Tiempos en los que los individuos con ciertas malformaciones o minusvalías físicas o psíquicas eran considerados fenómenos de la naturaleza, monstruos que Dios ponía en la tierra para hacer reír a los demás.Durante muchos siglos, las cosas han seguido siendo más o menos así, y esas personas han sido tratadas como meros divertimentos y exhibidas sin ningún respeto en las ferias, los circos o las películas. Todavía hasta el año 2000, el Museo Darder de Bañolas exponía tranquilamente el cuerpo momificado de un bosquimano de África, como si fuera cuando menos una curiosidad.Yo estaba convencida de que esa utilización repugnante de seres humanos ya no se producía. Pero, justo cuando iba a comenzar este artículo pensando en otro asunto, puse la tele para ver de qué iba el mundo. Y me encontré en uno de esos programas mañaneros de una gran cadena a un pobre chico que es por lo visto el hombre más alto del mundo, el que tiene los pies y las manos más grandes, y que, según la presentadora que lo entrevistaba, "anda por España buscando novia". Hace tan sólo unas semanas, en ese mismo sillón, estaba sentada la mujer más pequeña del planeta. Les juro que se me revolvió el estómago. Qué vergüenza.

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