Desde lejos

La cruz de Italia

Italia es para mí un misterio tan profundo como cualquier rincón inescrutable del Extremo Oriente. Es sin duda uno de los países más hermosos de Europa, que ha dado a la humanidad muchas de sus obras más bellas, que luchó fieramente por su independencia y su unidad. Un país que se mantiene desde hace décadas entre los más ricos del mundo y, sin embargo, ha sabido conservar buena parte de su viejo encanto sin dejarse arrastrar por el desarrollismo y la especulación que han arrasado otros como el nuestro. Un lugar al que siempre deseo ir.

Pero no logro entender el funcionamiento de la política y las instituciones italianas, el perverso nudo que une tantas veces a los poderes públicos con las mafias y con el Vaticano. Y, sobre todo, no puedo concebir que tengan por jefe de Gobierno a un individuo como Berlusconi, un hombre que atenta contra los principios éticos y estéticos que cualquier ciudadano sensato desearía para su máximo responsable político, al menos en este lado del Mediterráneo.

Nunca he comprendido cómo los italianos pueden haber votado a ese presunto mafioso, demagogo profascista, católico hipócrita. Y, sobre todo, cómo es posible que los 30 millones de mujeres italianas no se rebelen contra un tipo que las (nos) trata como ningún gobernante occidental se atrevería ya a hacer. Al fin las italianas comienzan a reaccionar y, a través del diario La Repubblica, han puesto en marcha un manifiesto para protestar por sus últimos desprecios a una ex ministra. Espero que sea el principio de un movimiento general (femenino y masculino) contra ese ser y también el principio de su fin. Ese país, creo yo, no se merece semejante cruz.

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