Desde lejos

¿Auschwitz liberado?

Dolor e infinita piedad en los actos que ayer conmemoraron los 65 años de la liberación de Auschwitz por las tropas soviéticas. Vuelvo a sorprenderme una vez más ante el uso de la palabra liberación: a decir verdad, aquello no fue más que el descubrimiento y el abandono a su suerte de los pobres 8.000 seres, más o menos, que habían logrado sobrevivir a tanto horror.

Los supervivientes de los campos a los que llegaron los aliados occidentales fueron alimentados, atendidos médicamente y repatriados. Pero los rusos no mostraron la menor compasión hacia los que ellos se encontraron. Muchas veces pude hablar de esa actitud incomprensible con mi amiga Violeta Friedman, judía húngara deportada a los 14 años a Auschwitz, donde perdió a toda su familia. Unos días antes de la llegada de los soviéticos al campo, Violeta fue obligada junto con varios cientos de mujeres a iniciar el camino a pie hacia Alemania, en un desesperado intento de los SS por no dejar tras ellos testigos del Holocausto. Finalmente, ella y otras mujeres enfermas o exhaustas fueron abandonadas en una fábrica de ladrillos aún en territorio polaco.
Allí las encontraron los rusos a finales de enero. Durante meses, nadie hizo nada por ellas, salvo violarlas. Permanecieron allí, comiendo lo que encontraban en las casas cuyos habitantes habían huido. En abril, las que todavía no habían muerto fueron trasladadas a un campo de prisioneros de guerra, del que Violeta logró fugarse con un pequeño grupo algún tiempo después. Todos esos hechos están narrados en sus Memorias (Planeta, 1997). Y esa es, por desgracia, la verdad de la liberación. Sobran los comentarios.

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