Desde lejos

Bienvenidos

Los veo saludar, las manos en alto, el símbolo de la victoria en algunas, y un amago de sonrisa en esos rostros demacrados que no han sentido ni el aire ni el sol ni la lluvia en muchos años. Amago: no debe de ser fácil sonreír cuando te han sacado de la cárcel, sí, pero te han obligado a irte al otro extremo del mundo, a decenas de miles de kilómetros de tu casa y tus paisajes, de tus cafés y tus plazas, del deje sabroso de tu lengua y tus proyectos para la vejez.

Nadie sabe qué va a pasar. ¿Qué ocurrirá con los presos del Grupo de los 75 –disidentes detenidos en 2003 y condenados a penas de hasta 28 años– que se niegan a abandonar Cuba? ¿Seguirán en la cárcel? ¿Sucederá lo mismo con el resto de los presos de conciencia (hasta un total de 115, según las fuentes más fiables)? Esta liberación/deportación ¿es el comienzo de un cambio significativo en el régimen de los Castro o es sólo una pieza más del goteo de entrega de rehenes a los poderosos del mundo que Cuba realiza de vez en cuando para lavar su imagen? Nadie parece tener la respuesta.
De momento aquí está ya este pequeño grupo de valientes. Los miro atentamente, tratando de adivinar si la vida va a concederles de ahora en adelante un poco de tranquilidad, junto con la merecida dosis gigantesca de libertad. Y me doy cuenta de que los admiro por su coraje: hay que tener piel de héroe para no pactar con los dictadores y someterse a su ley del silencio, para pensar por ti mismo y atreverte a decir lo que piensas. Sean bienvenidos a España esos hombres de bien, y que su estancia entre nosotros les sea leve.

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