Dominio público

Sí, ¿ganamos?

José Francisco Mendi Forniés
Miembro del Colectivo Espacio Abierto

La vida sigue igual en la política española. Supongo que si sostengo esta tesis me tildarán, con razón, de estúpido o cuando menos frívolo tras lo acaecido al abrir las urnas el pasado 25 de mayo en España. Tienen razón porque la política ha cambiado radicalmente. Y quizás aún no seamos conscientes de que hemos entrado en una nueva era de la democracia o al menos de sus mecanismos de relación, participación y representación. Tal vez ya estábamos en esa nueva fase y, simplemente, la ciencia de los votos constató con la realidad del método empírico las hipótesis sociológicas que lo aventuraban teóricamente. Sin embargo las leyes fundamentales del universo político se mantienen. La manzana que golpeó a Newton a base de gravedad sigue arrastrando la misma fuerza de atracción que hoy superan con facilidad nuestras naves espaciales. La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Y en política...también.

El análisis detallado electoral es fundamental para saber lo que ha ocurrido y cómo ha sucedido. Pero la visión del bosque en su conjunto es imprescindible para conocer el mapa global y, brújula en mano, caminar en la dirección adecuada. Los resultados de las elecciones europeas nos permiten vislumbrar que casi siete millones de personas se acercaron a votar con una perspectiva conservadora, unos siete millones y medio lo hicieron hacia opciones progresistas y prácticamente diecinueve millones y medio se abstuvieron (18.810.010), votaron en blanco (357.000) o fueron votos nulos (290.000). Así que la primera ley de la democracia sociológica española se ha seguido cumpliendo, también, en estas elecciones. España sigue manteniendo estos bloques, progresista y conservador, con una gran igualdad de fuerzas que se reequilibran en función de la abstención que afecta a cada bloque electoral, fundamentalmente por enfado o frustración de sus propios componentes hacia sus referentes de poder en cada bando. Como el objeto de este artículo es un análisis sencillo, pero científico, del bosque electoral resultante tras las elecciones europeas no profundizaré en la redundante, y excelente, analítica de lo ocurrido en el seno de la izquierda. Por cierto ya me gustaría leer estos días una décima parte de sociología electoral por parte de los conservadores sobre lo ocurrido en la derecha y sus consecuencias. Pero bueno, o no están preocupados o son tan irresponsables como los que hoy gobiernan nuestro país.

Ya sabemos que el Partido Popular y el PSOE han perdido millones de votos. Que el PP ha sido la fuerza más votada de estas elecciones. Que el PSOE sufre el mayor castigo electoral de su historia. Que la abstención es enorme a pesar de que podía haber sido peor. Que ha surgido con fuerza una opción desde la izquierda que ha sabido representar una parte del sentir indignado que se expresó el 15M, como es Podemos. Y que en Cataluña el debate territorial sigue siendo participativamente electoral. Estos han sido los grandes titulares en España desde el día de las elecciones. Por lo tanto las grandes noticias. Nos gusten o no, todas son verdad. A partir de ahí es necesario pasar de lo que ha ocurrido a lo que queremos que pase. Como dice esa frase mezcla de chiste y realidad. Un buen analista es quien disecciona perfectamente los datos, conoce la realidad, hace sus predicciones y es capaz de explicar perfectamente, por qué no se han cumplido sus previsiones. Por lo tanto no caigamos en un exceso de "electoralitis" y trabajemos, entonces, por cumplir las previsiones que queremos y no por desear unas previsiones adaptadas a la realidad que queremos creer. La pregunta es fácil: ¿queremos ganar al PP?

La euforia electoral tras el avance de la izquierda a la izquierda del PSOE, comprensible por supuesto, vuelve a evidenciar que el imán de los buenos resultados cosechados por Podemos, IU y Primavera Europea/Equo podría estar trucando la buena orientación de la brújula política de los progresistas. Si el objetivo de esa izquierda es terminar, con la excusa de machacar al bipartidismo, con una parte del sustento de la propia izquierda, que hoy sigue representando el PSOE, el único beneficiado será el PP que seguirá asolando nuestro país con la fuerza de los votos, aunque cada vez sean menos. Ese modelo que se sustenta en la izquierda griega de Syriza olvida que allí el PASOK ha gobernado en coalición con la derecha tras un sangriento rescate de la Unión Europea contra los derechos ciudadanos. Evidentemente si una circunstancia así, ya desmentida por los socialistas, de gran coalición PP-PSOE se diera en España no hay duda de que el futuro del socialismo español seguiría los pasos de la tragedia griega. Sin embargo la renovación de la izquierda italiana ha permitido una gran victoria de Renzi al igual que el socialismo portugués ha ganado en un país que también fue intervenido por la Unión.

Así que si somos capaces de fijar el objetivo y hacerlo de forma participativa y participada, la izquierda está en condiciones de derrotar al PP en el nuevo ciclo electoral que comienza el próximo año con comicios municipales, autonómicos y generales. El deseo de renovación es común en toda la izquierda pero la necesidad ciudadana de derrotar al PP es aún mayor. No les defraudemos. Que el PSOE vaya a decidir su candidatura en unas elecciones primarias abiertas a la ciudadanía constituye un gran hito de apertura y participación. Que lo hayan hecho ya Podemos y  Primavera Europea-Equo, es hasta natural. Seguro que toda la izquierda lo terminará haciendo de la misma manera. ¿No podría ser el comienzo de una gran amistad?

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