Dominio público

España en un mundo en cambio

José Manuel Albares

MANUEL DE LA ROCHA

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Asistimos en estos momentos a un importante cambio de ciclo económico y político mundial que anuncia una nueva época. El término crisis económica para definir la situación de las finanzas mundiales describe correctamente la situación coyuntural actual. Sin embargo, no deja ver suficientemente lo que conlleva de renovación profunda en nuestro sistema económico y sobre todo financiero. A su vez, la reciente presidencia de Barack Obama supone mucho más que la llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca. Anuncia un nuevo estilo de liderazgo y una nueva visión de las relaciones internacionales y del multilateralismo que se verán amplificados si Europa responde adecuadamente a la nueva situación.
En este contexto, España debe estar preparada para influir decisivamente en la definición del mundo de un mañana que se revela ya muy cercano. Estamos bien situados para hacerlo. Para ello, debemos ser audaces en las propuestas sobre la gobernanza global durante nuestra futura Presidencia de la UE y en la definición de políticas en aquellos escenarios regionales que son los puntos calientes del planeta. Nuestra apuesta clara y constante por un multilateralismo activo y eficaz nos legítima para reclamar una reforma de las instituciones internacionales, empezando por la ONU, en donde España ya participa activamente en la reforma de su sistema de desarrollo para hacerlo más eficiente y mejor coordinado.

La crisis financiera ha puesto de manifiesto la necesidad de reformar también el sistema financiero internacional, transformando el FMI en un verdadero Fondo Monetario Global, que integre al Fondo de Estabilidad Financiera, con auténtica legitimidad, dotado de más recursos y auténtica capacidad de supervisión de las políticas de todos los países. A su vez, España debe reclamar la desaparición del G-8, y su adhesión formal a un G-20 ampliado, que dé entrada a más países y organismos regionales y que se vincule de alguna forma al sistema de la ONU. Esto último es fundamental para mantener la coherencia de nuestra posición clara a favor del multilateralismo, con el deseo de entrar en un club selecto, pero que en definitiva toma las decisiones y lidera la gobernanza mundial. Igualmente, España debe abogar por la creación de una Organización Mundial del Medio Ambiente con mandato normativo y capacidad suficientes para liderar la lucha contra el cambio climático y la degradación medioambiental del planeta.

La Presidencia española del UE en el primer semestre del 2010 será otro momento fuerte para nuestro país en el que debemos hacer avanzar el funcionamiento de las instituciones europeas para que la Unión actúe eficazmente en este mundo en cambio. Nuestra Presidencia estará afectada por la posible entrada en vigor del Tratado de Lisboa antes o durante la Presidencia una vez ratificado, y así lo esperamos, por los 27 Estados miembros. España debe jugar fuerte para lograr una rápida y completa entrada en vigor del nuevo Tratado, particularmente las novedades institucionales de la política exterior europea (presidente electo del Consejo Europeo, alto representante de Asuntos Exteriores y política de defensa, servicio europeo de acción exterior, etc.)

Para entonces, la Administración Obama estará ya asentada y rodada y nuestra Presidencia acogerá la cumbre trasatlántica que debe impulsar una nueva relación entre Europa y Estados Unidos. España tendrá así una gran oportunidad de jugar un papel clave, estableciendo el puente necesario entre una administración norteamericana renovada y una Unión Europea ya dotada de los mecanismos para afrontar de manera eficaz los retos de la nueva gobernanza mundial. La Presidencia española será un buen momento también para situar de nuevo con fuerza a América Latina en la agenda europea e internacional, pero igualmente para reactivar el interés de Estados Unidos por esta región, tan marginada durante toda la Administración Bush.

Por último, España puede ser una pieza fundamental en la búsqueda de soluciones para Oriente Medio y África subsahariana, las dos zonas más inestables del planeta por motivos diferentes. En Oriente Medio debemos seguir siendo un mediador fiable que dialoga permanentemente en la búsqueda de una solución justa al conflicto. En África subsahariana es importante continuar reafirmando nuestro compromiso con los más desfavorecidos del planeta y con la solidaridad internacional, expresada en los importantes aumentos del volumen y calidad de nuestra ayuda al desarrollo, junto a una continua llamada a los países ricos para que sus niveles de ayuda alcancen cuanto antes el 0,7% del PIB.
Una vez más, la historia se acelera. Avanzamos con rapidez hacia un mundo en el que la frontera entre lo interior y lo exterior se difumina totalmente. Ante fenómenos como el cambio climático, las migraciones internacionales o las crisis económicas a nadie se le ocurre ya preguntar dónde ocurren o a quién afectan. Es evidente que la única respuesta sensata a ambas cuestiones sería: en el planeta y al planeta. Asimismo, ese nuevo orden internacional hacia el que nos movemos parece sugerir que la ortodoxa y ya asumida supremacía de lo económico sobre lo político se invertirá. La demanda de regulación financiera a nivel mundial cierra una forma de entender la economía mundial y el papel de los gobiernos que ha estado vigente durante los últimos 30 años. La nueva gobernanza mundial requerirá una mayor presencia e intervención reguladora del Estado. España debe comprender bien esta nueva realidad y participar activamente en su definición.

Manuel de la Rocha es Miembro de Fundación Alternativas

José Manuel Albares es Diplomático

Ilustración de Juan Ossorio

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