Dominio público

La Catalunya constituyente

Ernest Maragall

Eurodiputado y miembro de Nova Esquerra Catalana

Ernest Maragall
Eurodiputado y miembro de Nova Esquerra Catalana

El 9 de noviembre terminó una etapa del proceso democrático que vive Catalunya. En términos de ajedrez diríamos que  las negras juegan y llevan ventaja en esta fase de la partida. Las blancas son el Estado, con sus reinas, torres y alfiles, y no han sabido salir de un enroque sistemático. A estas alturas están perdiendo cualquier noción estratégica que no fuese la de abusar de su superioridad en número y calidad de las piezas.

Las negras, la combinación catalana de peones de infantería más algún caballo errante, han sorprendido una y otra vez con sus jugadas audaces, superando a todos aquellos que auguraban su derrota. Trataré ahora de explicarlo en términos más cercanos a la política.

Tenemos, de una parte, un no-Estado que responde en términos exclusivamente negativos. Su verbo preferido es negar siempre y en cualquier circunstancia aquello que se le plantee desde Catalunya. Claro que también utiliza variantes de verbo más activas: prohibir, suspender, acusar, criminalizar, perseguir, inhabilitar... En todo caso, eso sí, tiene una posición y la mantiene firmemente: la de la más absoluta inmovilidad o flexibilidad.

Por otro lado tenemos un casi-Estado, con una sociedad hiperactiva decidida a constituirse como un sujeto político pleno. Cuatro años después del No a l'Estatut y tras recorrer un proceso democrático y cívico ejemplar, buena parte de la ciudadanía catalana está convencida de que la única salida en este momento es disponer de un Estado propio y de tener todos los instrumentos para conseguirlo.

Su eventual éxito futuro requiere ampliar el espacio social que lo comparta y completar el dibujo, definiendo y socializando nuestro propio proyecto constitucional. Y, por fin, darle la oportunidad de verificación democrática para culminar el proceso.

El contraste entre el muro estatal del silencio/rechazo/persecución, y la agitación democrática catalana, una mezcla de determinación, serenidad e ilusión en torno a la poderosa idea de emancipación para construir una sociedad más justa y avanzada, es un incentivo irrechazable para salir del bloqueo autoritario del statu quo.

El catalanismo político está dando pasos agigantados para construir su propia metodología de consenso en aras a un objetivo común.

La clave está en articular la alianza social y política que incluya explícitamente a las izquierdas catalanas con el centro-derecha político y la sociedad civil que ha demostrado que es la fuerza vital de este proceso.

La propuesta presentada la semana pasada por el presidente Mas, salvando el exceso de ostentación personal incoherente con el sentido profundo de un proceso social que va de abajo a arriba, es un paso en la misma dirección que el expresado por las izquierdas catalanas.

El eje básico de la propuesta "personalista" de Mas no se aleja mucho del que una semana antes explicaba con detalle, pero también con su proverbial modestia, Oriol Junqueras en nombre, él sí, de su partido ERC y contando con la presencia y cooperación del socialismo catalanista representado por Nova Esquerra Catalana.

Izquierdas y derechas catalanas comparten los mismos objetivos constituyentes para Catalunya.

Las izquierdas, desde la CUP hasta ERC pasando por ICV y por el socialismo soberanista a punto de reaparecer con un nuevo impulso colectivo, deben decidir ahora cuál es la mejor manera de llegar a un acuerdo con el president y con CIU a la que el propio Mas parece querer esconder en el armario más oscuro.

El camino trazado por el catalanismo pasa por:

1- Elecciones catalanas: con candidatura conjunta o programa compartido de todo, repito, todo, el espacio político del catalanismo, con un claro y concreto compromiso común, asumido públicamente por las distintas candidaturas.

1 bis – Otra variante más directa y equivalente sería la formación inmediata de un Gobierno que represente al mismo bloque social y político para conducir desde ahora mismo el proceso hasta su culminación democrática. Parece evidente que un Gobierno de este tipo contaría con apoyo más que suficiente en el actual Parlamento catalán.

2- Este Gobierno, o el que resulte de las elecciones convocadas según lo expuesto en el punto anterior, iniciará y desarrollará el proceso constituyente que dibuje el futuro de la Catalunya Estado y que permita la efectiva puesta en pie de las estructuras, instituciones e instrumentos que prefiguren ese futuro. Este proceso constituyente deberá llevarse a cabo con la plena complicidad y participación de la sociedad (¿modelo islandés?).

3- Con la misma urgencia y exigencia, el Gobierno de país así formado deberá encarar otras tres tareas fundamentales:

- La reorientación de la política económica y social practicada en los últimos años al dictado europeo y estatal. Para abrir un nuevo periodo de crecimiento económico y recuperación de los equilibrios sociales destruidos o abandonados a su suerte.

- La mayor autoexigencia en el terreno de la legitimidad democrática con la debida rendición de cuentas y extirpación de todo vestigio de corrupción.

- La presentación abierta ante la sociedad internacional, muy especialmente la europea, del proceso catalán en términos de proyecto democrático y de valor añadido en la construcción federal europea.

4- Preparación del referéndum vinculante sobre el futuro político de Catalunya con todas las garantías democráticas para un debate abierto, equitativo y necesario entre las opciones. En este escenario, si el Estado supera su enroque sin sentido, debería formular una propuesta de acuerdo y reconocimiento que debería ser considerada como opción alternativa a la independencia de Catalunya.

4 bis- En las actuales circunstancias, desgraciadamente todo indica que el bloqueo del Estado impida este escenario. En ese caso habrá que encomendar la imprescindible verificación democrática a unas elecciones que confirmen o rechacen el proyecto trabajado y concretado previamente.

El itinerario central está definido, digámoslo con claridad, sin gesticulaciones innecesarias y sin condiciones secundarias impuestas desde ninguna autoridad ni institución. Este es un proceso de liderazgo compartido y esa es su fuente principal de legitimación.

Catalunya tiene ante sí la posibilidad de canalizar toda la energía social desplegada en los últimos tiempos hacia la efectiva formación de un país nuevo en su configuración institucional y en su ambición "europea" de construcción social, cultural y económica.

Seguimos atentos y dispuestos al diálogo institucional, basado en el mutuo respeto y reconocimiento, pero no aplazaremos ni renunciaremos a esa posibilidad. Ni amenazas desde la derecha ni espejismos lampedusianos desde la izquierda, ambas debidamente con un marcado acento del nacionalismo español.

Por cierto, qué parecidas suenan las expresiones de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pidiendo paciencia (subordinación) para esperar al "único", según ellos, proceso legítimo de reforma/ruptura constitucional español.

Catalunya ha abierto la vía para su emancipación. Puede gustar más o menos, pero solo se le dará la respuesta adecuada asumiendo el riesgo democrático de estar presente en el debate, y ganar o perder democráticamente ofreciendo el mejor proyecto para la ciudadanía catalana.

La imposición autoritaria o la reforma constitucional a medio camino pueden resultar tentadoras para unos u otros, pero solo llevaran a la derrota del Estado, ante su incapacidad democrática para existir como proyecto compartido.

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