Augusto Zamora R.
Profesor de Relaciones Internacionales
Las reuniones del G-7 tienen, cada vez más, olor a naftalina, a viejos escudos nobiliarios erosionados por el tiempo, a reunión grupal en la que sus miembros buscan reafirmarse en sus creencias, como si de una secta se tratara. Hasta hace, quizás, unos quince años, el G-7 reunía a los países más ricos y poderosos de la Tierra. Era, o quería ser, una especie de gobierno mundial, cuyas decisiones marcaban la pauta del planeta. Ya no es así. Atendiendo los últimos datos del FMI, de abril de 2015, en términos de paridad de poder de compra –que es, en última instancia, el dato relevante- China es la primera economía mundial, India la tercera y Rusia la sexta. El PIB de Brasil supera al del Reino Unido y el de México es mayor que los de de Italia y Canadá. La única nota destacada del G-7 es su afán –estéril- de seguir creyendo que gobierna el mundo y su pretensión –más estéril aún- de pretender dominarlo con amenazas.
Aunque su última reunión ha pasado con más pena que gloria, sirve para ilustrar el paulatino aislamiento de las potencias occidentales de las nuevas realidades del mundo. El mantenimiento de las sanciones contra Rusia, con la amenaza de otras nuevas si no actúa como espera la OTAN (que es, en el fondo, el verdadero actor, siendo el G-7 una fachada), sabiendo que Rusia actuará como corresponda a sus intereses, es muestra de ello. Los miembros de la OTAN, con EEUU a la cabeza, son los únicos que tienen por hábito imponer sanciones a un país, en un juego perverso y desfasado de policías buenos y chicos malos, creyendo que, con ese juego, lograrán alcanzar sus objetivos de corte neocolonialista y neoimperialista.
La historia reciente está llena de ejemplos demostrativos de la inutilidad de los sistemas de sanciones, cuando no de terminar siendo contraproducentes. El fracaso más sonado se dio con Cuba, país que, contra todo pronóstico, resistió medio siglo el brutal bloqueo de EEUU. La decisión de Obama, de poner fin a la política de confrontación, se basó en la inutilidad de las sanciones. Una victoria innegable de Cuba y reconocimiento del fracaso de EEUU, que era el país aislado en el continente, no a la inversa, en relación a la isla. No había bondad en la decisión de Obama, sino realismo. Rusia, Brasil, China, la misma España, están haciendo inversiones millonarias en Cuba. EEUU corría el peligro real de quedar fuera, lo que implicaba el riesgo de resultar descolgado del juego en todo.
Caso menos conocido, pero no menos significativo, es el de Irán. Tras el triunfo de la revolución islámica, las potencias occidentales y las petromonarquías del Golfo Pérsico intentaron todo –incluyendo la guerra de agresión del Iraq de Sadam Hussein en la década de los 80 del siglo XX-, para hacer fracasar la revolución islámica. So pretexto de que Irán pretendía el arma atómica, se aplicó contra el país un drástico sistema de sanciones, buscando ahogarlo económicamente. El resultado final ha sido un sonoro fracaso. De la agresión iraquí emergió Irán como potencia militar. Del bloqueo económico, la décimo octava economía mundial, según datos del mismo informe del FMI, por encima de Australia y Taiwán. No obstante, lo más relevante es que el bloqueo científico y técnico obligó a Irán a desarrollar sus propias instituciones científicas y centros de investigación, lo que le ha llevado a convertirse en la mayor potencia científica y técnica del mundo islámico. Para ilustrar este desarrollo, como sacó a relucir la Royal Society británica en 2011, sirva un dato: el número de publicaciones científicas iraníes pasó de 736 en 1996, a 13.238 en 2008. Las sanciones tuvieron un resultado opuesto al buscado. El desarrollo científico de Irán a sido, sencillamente, espectacular.
La política suicida del gobierno extremista de Ucrania le ha llevado a cancelar todos los acuerdos de cooperación militar con Rusia, decisión que ha provocado el colapso de buena parte de sus industrias de armamentos, que tenían como mercado casi único a Rusia. En junio de 2014, Rusia aprobó un plan para sustituir completamente las importaciones militares de Ucrania. En esa misma línea, Moscú decidió prescindir de los cohetes Rokot, que requerían aceleradores de factura ucraniana. Dada la poderosa capacidad científica rusa, no se necesita ser un genio para saber quién ha perdido más. Lo cierto es que, al igual que en el caso de Irán, Rusia puso en marcha un plan para que, en 2020, se haya sustituido al 100% los componentes electrónicos que importaba para su industria militar. La economía ucraniana, en cambio, dependiente casi al 100% del gas ruso, en bancarrota y en guerra, puede perder hasta un 9% de su PIB este 2015.
Estos ejemplos demuestran que los sistema de sanciones, aunque castigan en lo inmediato al país, a mediano y largo plazo se convierten en una bendición, pues sirven de estímulo para maximizar su potencial científico-técnico y convertirlo en autónomo. A mayor autonomía, mayor capacidad de actuación independiente. EEUU tiene vetada la venta de tecnologías punta a China, pese a lo cual China ya es la segunda potencia del mundo en investigación, con casi todas las cartas de convertirse en la primera.
Por otra parte, el poder creciente e irresistible de las economías llamadas emergentes va convirtiendo las sanciones económicas atlantistas más en una incomodidad –una especie de china en el zapato- que en una amenaza real a la economía de países como Rusia. Como ha afirmado Vladimir Putin, las relaciones con China han alcanzado "un nivel sin precedentes", en lo político, económico y militar. Las cifras de contratos diversos y estratégicos son astronómicas y, si nada las tuerce, alcanzarán niveles aún mayores, con la confluencia de la Unión Económica Euroasiática, promovida por Rusia, con la nueva Ruta de la Seda, impulsada por China, en la que Beijing piensa invertir 250.000 millones de dólares. China, además, será el primer país en realizar inversiones en Crimea, una decisión de claro significado político. Sólo en el sector energético, en mayo de 2014 ambos países firmaron un acuerdo de suministro de gas ruso a China, durante 30 años, por 400.000 millones de dólares. Si un gesto puede ilustrar el menguante interés de Rusia por Europa fue su decisión de elaborar una lista negra de 89 políticos europeos que no pueden viajar a Rusia. Lo relevante no es el hecho en sí (nadie, en Moscú, pensaría en que les interesa visitar Rusia), sino lo que significa. Una forma elegante de sacarle la lengua a la UE y decirle "Que os zurzan". Por demás, los proyectos gasísticos chino-rusos son de tal volumen que, incluso, pueden llegar a sustituir el mercado europeo. China está sedienta y Rusia tiene todo el gas que requiere.
No están el G-7 ni su alter ego, la OTAN, para tirar cohetes. Las guerras criminales contra Afganistán, Iraq y Libia terminaron en rotundo fracaso, cuyo único resultado cierto es el avance –hasta ahora imparable- del islamismo radical y la creación de una inmensa zona de inestabilidad, de Afganistán a Nigeria. Pretendiendo sofocar el terrorismo islamista en su supuesto nido –Afganistán- han terminado trayéndolo a casa. La UE, víctima del fundamentalismo neoliberal, hace aguas por todas partes, desde Grecia, con un pie afuera, a Gran Bretaña, que quiere estar, pero no pagar, en tanto la OTAN fagocita Europa y la convierte en un títere de EEUU que amenaza a la paz mundial, con España convertida en una gran colonia militar y política de Washington.
La magnitud de los fracasos acumulados por la versión político-militar del Dr. Jekill y Mr. Hyde, que son la UE/OTAN sería manifestación del envejecimiento y la artrosis de las clases dominantes, incluyendo las políticas. La generación de grandes estadistas que alumbró la II Guerra Mundial ha sido sustituida por una clase política caduca, reaccionaria y militarista, que está depositando en la OTAN sus delirios por mantener una supremacía global perdida hace más de una década. Dado que no pueden competir econonómicamente contra sus grandes rivales, China y Rusia, la opción escogida es la confrontación armada, cuyo escenario más inmediato es Ucrania.
Europa necesita de fuerzas sociales y políticas que la rescaten de EEUU y formen con ella una unión europea real, sin una OTAN que la devore y mande. Fuerzas que favorezcan el cambio. Que actualicen este continente envejecido y lo adecuen a las nuevas realidades mundiales, so peligro de dejarlo en manos de una clase política reaccionaria y anclada en el pasado que, si nadie las para, seguirán sembrando el mundo de guerras, hasta que el mundo se canse y traiga de vuelta las guerras a Europa. España puede ser la fuerza inicial de ese cambio. Para serlo, las organizaciones de izquierda y progresistas deben asumir como meta promover un cambio sustancial en las políticas exteriores de la UE y, de entrada, exigir una política exterior independiente de EEUU y que responda a los intereses de los países europeos, no a los de Washington.
Las sanciones a Rusia dañaron a Rusia, pero sobre todo a empresas europeas, muchas de ellas españolas. La confrontación con Rusia daña a la UE, pero beneficia a EEUU. La debacle política, militar y social del mundo árabe golpea y amenaza a la UE, pero no a EEUU, que está demasiado lejos. Contrasta notoriamente la paz de que gozan las fronteras de EEUU con la violencia y la inestabilidad que, de Ucrania a Oriente Medio, rodean las fronteras de Europa. A EEUU le interesa una Europa en zozobra permanente, pues esa zozobra le sirve para justificar la creciente militarización europea y la ya casi total sumisión de la UE a Washington. Es del futuro que hablamos. Un futuro que tiene ratos de estar allí, pero que están negando a este continente. A propósito de, nunca debe olvidarse de que la unión hace la fuerza.
Comentarios
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