Dominio público

El acuerdo nuclear con Irán, un impulso para la paz en Oriente Medio

Vicenç Fisas

Director de la Escola de Cultura de Pau, UAB

Vicenç Fisas
Director de la Escola de Cultura de Pau, UAB

Por fortuna, el diálogo con Irán para garantizar que su programa nuclear no tendrá una dimensión militar, se ha logrado con un acuerdo definitivo en Ginebra. Ahora será responsabilidad del Congreso estadounidense ratificar este prometedor acuerdo, en el plazo de dos meses. Si hay un poco de flexibilidad, estamos ante una oportunidad histórica de lograr que la proliferación nuclear no incluya a uno de los países que, por decisión de su anterior presidente, delirante y belicoso, iba camino de hacerse con el arma nuclear. Pero el nuevo presidente, Hasan Rohaní, ha asegurado firmemente que ahora no hay esa intención. Y ha firmado el acuerdo de no proliferación que, en paralelo, levantará todas las sanciones existentes en estos momentos sobre Irán. La población iraní, aunque no sus élites, han sufrido enormemente el embargo de estos últimos años, y deseaban ardientemente que se lograra un acuerdo para recuperar el nivel de vida perdido y, de paso, que eso ayude a abrir las ventanas de la política. Había otro escollo, no menor, y era que inicialmente Irán no aceptaba que se inspeccionaran sus instalaciones militares. Pero ese es un punto que Estados Unidos, tradicionalmente, nunca ha aceptado para sí. Por tanto, era negociable, y se ha conseguido. Tampoco había de ser un obstáculo el levantamiento del embargo de armas sobre Irán, pues si desaparecen determinadas amenazas, es menos probable que surja un rearme. En todo caso, la comunidad internacional no debía ponerse dura en el levantamiento de sanciones, porque necesitamos imperiosamente que Irán acelere su ritmo de reformas políticas, y sea un importante aliado en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS).

Es hora de tomar riesgos y facilitar la ratificación del acuerdo. Hace 40  años, se estimó que había 40 países con intenciones de hacerse con armas nucleares, por lo que planificaban la construcción de un gran número de centrales nucleares, cuyos residuos, debidamente enriquecidos, podrían transformarse en material nuclear de uso militar. Solo dos lo han conseguido (Israel y Corea del Norte). El resto, incluida España (Franco tuvo también esa debilidad), han ido abandonando sus pretensiones mediante el abandono de sus programas nucleares, la diplomacia y la aceptación de la doctrina de la no-proliferación. Era la hora de usar ese instrumento diplomático con Irán, y darle facilidades e incentivos de todo tipo, para el bien de toda la comunidad internacional. Y planteemos ahora en voz alta, de una vez, el contrasentido histórico de que a Israel se le permita disponer del arma nuclear. Oriente Medio, desde hace décadas, ha necesitado de acuerdos regionales de no-proliferación y de desarme. Pero se ha hecho todo lo contrario, y ha sido una de las zonas donde se ha vendido más armas convencionales durante muchos años.

La diplomacia no puede ser ahora timorata, sino valiente, por mucha presión que reciba Obama de parte de los republicanos y del lobby judío. Es el momento de que Arabia e Israel, los dos países más temerosos de un posible rearme nuclear iraní, entiendan que el conjunto de la región necesita de acuerdos globales, no solo para evitar la proliferación nuclear, sino también para no incrementar aún más el rearme convencional. Con el potencial actual, tienen todos juntos una sobrada capacidad para hacer frente al Estado Islámico, en el caso de que tomaran la decisión política de actuar conjuntamente, y de la mano de varios países musulmanes. Aunque parezca extraño, es posible lograr varias cosas a la vez, y ojalá esa oportunidad incluya al conflicto de Palestina. Si Irán abandona completamente sus ambiciones militares nucleares, tranquilizará a Israel en cuanto a su obsesión por la seguridad, y de paso, ayudará a las negociaciones que, con discreción, Israel mantiene con Hamás. Estamos hablando, en suma, de que hay motivos suficientes para plantear los problemas, no por separado, sino con una mirada geopolítica regional. Cierto que cada cosa tendrá su tratamiento específico, pero no ha de perderse de vista el impacto que cada cosa, si se soluciona, tendrá sobre el resto de los problemas de la región.

Ha sido sumamente positivo que la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, se haya quedado en Viena junto al secretario de Estado, John Kerry, que ha permanecido 18 días seguidos en el hotel,  y el negociador iraní, el ministro de Exteriores, Mohamad Yavad Zarif. Esto es justamente lo que se necesitaba: el compromiso de no levantarse de la mesa hasta lograr un acuerdo satisfactorio para todas las partes, un acuerdo en el que nadie pierda y todos ganen, y así permitir que, con carácter de urgencia, se levanten todas las sanciones sobre Irán. La diplomacia ha de demostrar que, en este mundo tan hostil, sirve para resolver conflictos importantes. Y con ese nuevo empuje, se atreva a tratar convenientemente y con constancia, el resto de problemáticas de la región.

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