Dominio público

El cuándo del populismo

Ígor Rodríguez Iglesias

Investigador en la Universidad de Huelva y la UAM y director de la revista científica por pares Lengcom

Ígor Rodríguez Iglesias
Investigador en la Universidad de Huelva y la UAM y director de la revista científica por pares Lengcom

La palabra populismo está, sin duda, de moda. Parece apuntar a algo concreto que de manera indudable es ese algo y no otra cosa. Sin embargo, es una de esas palabras versátiles que se dejan querer con contenidos diversos.

Es en los discursos del PP en los que esta etiqueta, populismo, está más presente, normalmente como arma arrojadiza contra la oposición, como una especie de insulto: se lo han dicho al PSOE, a IU y, sobre todo, a Podemos.

Diversos son los científicos sociales que han querido definirlo, llegando, finalmente, a una conclusión clara: la polisemia que apuntamos o, visto desde otro ángulo, la multiplicidad de etiquetas 'populismo', hipónimos, tan diferentes como las etiquetas ‘mono’, asociadas a hiperónimos como ropa, animal o conjunto de cosas bonitas. Algo parecido podría decirse hoy sobre otra etiqueta maleable y maleada: 'democracia'.

El PP ya en su nombre malea una palabra que le es impropia: popular. El objetivo es claro: desposeer a las clases trabajadores de sus referentes, empezando por desposeerlas lingüísticamente. Otros nombres no refieren a lo que parecen indicar: un ejemplo claro es el del mismo PSOE, que, en función de lo que es el socialismo y lo que es obrero, no es en sí ni socialista ni obrero. Es declaradamente socialdemócrata y su política no deja lugar a dudas, dando como resultado una suerte de socioliberalismo que se mueve entre las políticas neoliberales y diversos parches que se intentan poner donde el neoliberalismo hace aguas. A la larga, es como la cámara de la rueda de una bicicleta que no resiste más pinchazos ni parches. No obstante, las circunstancias designativas de los nombres de estos partidos son diferentes y, por tanto, no comparables en estos términos: el PSOE se llama así desde 1879. Sin embargo, Alianza Popular (fundado en 1976, cambia a Partido Popular en 1989) nace en un momento muy concreto en el que los neoliberales habían entendido qué tarea les correspondía en el terreno que la izquierda les había ganado: el robo lingüístico ha sido uno de sus aciertos, respecto de sus propios intereses. Popular, democracia, libertad, derechos humanos y otras palabras nacidas en la izquierda, designativas de realidades de la izquierda, de la lucha y la sangre de la izquierda, que, al tiempo que posibilitaron que el mundo cambiara para bien -al menos, para una parte geográficamente localizada de la humanidad-, fueron robadas por la derecha y vaciadas de sus significados, hasta el punto de no hablar el mismo idioma cuando unos hablamos de popular, democracia, libertad y derechos humanos y, con esas mismas palabras, lo hacen otros. Robadas las palabras, vaciadas de sus contenidos genuinos, es posible asestar el gran golpe: la dictadura de un capital que llaman democracia y libertad, que presentan como un logro popular que vendría a suponer la mayor conquista de derechos humanos de la historia, una historieta construida epistemológicamente, enseñada (sistema educativo) y contada (medios de comunicación, cine y series) ?educar en precariedad para precarizar? de tal modo que cualquier oposición sea vista como las divagaciones de un loco.

Si hay un partido que use más veces en sus discursos la palabra 'populismo', ese es el PP. Hoy para referirse a Latinoamérica, en concreto a los países que afrontan el reto de dignificar a un ser humano secularmente explotado y expoliado, y a Podemos, que presenta en su ideario ese espíritu, que ha movido también a otros partidos en España como Izquierda Unida y a las bases del PSOE (no a sus diferentes comités directivos, a la luz de sus políticas y sus declaraciones, ambiguas, cambiantes según el viento).

El PP ha tachado de populistas al PSOE, a IU y a Podemos. Populistas son para el PP el PSUV (Maduro), Alianza PAIS (Correa) o MAS (Morales). Y como nada es gratuito, en los años precedentes fue asociando lo que el neoliberalismo dice que es populismo con Hugo Chávez, circulando socialmente esa imagen, contenida en las palabras, a través de los medios de comunicación, cuyos desprevenidos periodistas, poco dados a la autocrítica y a la formación continua, lo asumían como una normalidad, como una verdad. De tal modo que hoy con tan sólo decir chavista o bolivariano a Monedero o a Iglesias, no hace falta decir más: demonio con rabo y cuernos. Es la misma escuela de EEUU respecto de Fidel y Cuba. Suponemos que con una gran influencia del ideario de Goebbels.

Populista, en boca del PP (y de muchos periodistas en las noticias que escriben), son todas aquellas políticas contraneoliberales, de modo más que despectivo, como si los traidores de la normalidad, de una imaginada paz, como una suerte de terroristas, estuvieran en el lado de palabras, contenidos y acciones que no gustan a los neoliberales, y que, curiosamente y sin ir muy lejos, con independencia del sentido religioso (desde luego, yo no se lo doy), puede uno encontrar en los propios evangelios.

Los neoliberales construyen el qué y el cómo de lo que llaman populismo. Sin embargo, un indicador muy claro y sencillito sobre populismo nos lo ha proporcionado en el BOE este jueves 20 de agosto el ministro Montoro, esto es, el Gobierno de Rajoy, es decir, el PP: el cuándo.

‘Por Cádiz sí se puede’ propuso en junio a la corporación municipal en pleno de esta ciudad rebajar los sueldos de todos los concejales, incluyendo obviamente el del nuevo alcalde, José María González. La propuesta fue rechazada por la oposición y tachada de populista.

El PSOE hizo una propuesta electoral sobre el déficit en 2014 y la vicepresidenta del Gobierno, acostumbrada a hablar desde su posición vicepresidencial de cuestiones partidistas, tachó a Pedro Sánchez de "populista". Y así.

Estos y otros ejemplos ponen de relieve que cuando uno habla de populismo y democracia, otro está entendiendo algo diferente, incluso lo contrario. El qué, al menos, no es, pues, un marcador operativo para desentrañar qué cosa es hoy el populismo per se.

Sí parece serlo el cuándo. ¿No es populismo llevar a cabo, como Montoro lo ha hecho, acciones que la población en general reclama o espera, que benefician al conjunto de la población, sólo porque se acercan unas elecciones, habiendo podido hacer lo mismo desde el principio, a mitad de la legislatura o mandato, a sabiendas de la cierta hipocresía que entraña llevar a cabo esa acción, producto no de una firme convicción de la bondad social de la medida, sino a modo de migajas porque el populacho reclama pan? Especialmente, cuando tu partido está de corrupción hasta el cuello y te dedicas a dar clases de moral y a señalar con el dedo a los demás. Es el marcador del por qué, que nos lleva a otro elemento de la ecuación: el quién, ¿los angelitos con alas de gaviota o los demonios con cuernos y rabo?

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