Dominio público

Más bombas o cómo acelerar la "libanización" de Siria 

François Ralle

AndreoliAnalista internacional, concejal consular de los franceses de España

François Ralle Andreoli
Analista internacional, concejal consular de los franceses de España

Si algo deberíamos haber aprendido de las intervenciones militares en Oriente Próximo o en el Machrek es que si no se acompañan de un trabajo diplomático multilateral incluyendo a todos los estados de la zona, si no se produce al mismo tiempo un trabajo politico con interlocutores claramente identificados, estas operaciones solo producen más caos, más conflictos por contagió, más incomprensión y rechazo del papel de Occidente por los locales, más candidatos a huir hacia los países del Norte, más circulación de combatientes globalizados y más santuarios de exportación del terrorismo radical.

Hace unos años temíamos una « sirización » de Libano, en referencia a la influencia del régimen de Asad sobre el pequeño pais vecino, dibujado en épocas coloniales por los franceses para proteger a las minorías cristianas. Hoy en dia, asistimos más bien a la « libanización » de Siria, en referencia a la atomización de la guerra civil en una decena de frentes militares implicando a actores diversos del mosaico etnico-religioso de este país y recordando al Líbano de los 1980. Este caos sirio es una fuente duradera de inestabilidad regional y participa de una descomposición preocupante y cada vez mas generalizada de toda la región. Es el resultado de una serie de experiencias fracasadas de Occidente, como lo fueron obviamente la guerra de Irak o la de Afganistan. ¿Puede servir a una salida del conflicto una enésima intervención militar?

Igual que no debía ser tomada Kobane, esta claro que no es deseable que caiga Damasco en manos del Estado Islámico, una ciudad cuya población se ha multiplicado por dos con la guerra y donde millones de refugiados estarían sometidos a la barbarie de los islamistas rivalizando con los horrores que ha podido cometer el ejercito « legalista » de Asad. Las intervenciones aéreas rusas y de las fuerzas occidentales se pueden entender frente a esta amenaza, pero no parece que ayudaran a producir una salida del conflicto.

Poner fin al cataclismo sirio es muy complicado, pero es poco probable que haya una atajo que pase por una solución militar. En un mundo sin instituciones multilaterales operativas, la multiplicación de injerencias contradictorias de EEUU, Europa, Iran, Turquía, Rusia, China o las monarquías del Golfo, ha nutrido y precipitado la fragmentación del conflicto. Desde el principio, no se apoyó de manera coordenada a las aspiraciones de libertad y democracia del mundo arabe y se utilizaron más bien en el caso sirio como pretexto para defender intereses geo-estrategicos ajenos. Pensar que se podía, sin que haya reacción, seguir disputandole su zona de influencia a Rusia, tanto en Europa del Este como en Oriente, y ignorar los intereses fundamentales de este país, como se hacia en los años 1990/2000 era muy ingenuo. Rusia no iba a dejar caer a su aliado Asad, ni arriegarse a perder su base naval en Tartus solo porque los medios occidentales insistieran sobre los modales sanguinarios del rais alauita. ¿Y porque lo hubiera hecho Putin, cuando cada potencia regional a jugado con el fuego, algunos implicando al Hezbollah vecino otros flirteando con el mismísimo ISIS al que compran petróleo y venden armas?

Dos diplomáticos experimentados y ex-ministros de Asuntos exteriores franceses, han dado sus análisis de la situación: el conservador gaullista Dominique De Villepin y el socialista Hubert Védrine. Nos acordamos que De Villepin fue quien encarnó en 2003 la visión de la experiencia diplomática multilateral europea frente a las aventuras de los « neocons » norteamericanos del equipo Bush. Advirtió en las Naciones Unidas que una intervención militar en Irak no era la mejor manera de construir un país estable y produciría mas conflictos en la región, « acentuaría las fracturas entre los pueblos, fracturas de las que se nutre el terrorismo ». El infierno iraquí de los años del pos-guerra y el monstruo ISIS, cuya génesis radica en la ruptura del equilibrio entre minorías y la implosión del estado iraquí parecen haberle dado la razón. Ahora tiene una posición más libre y sin responsabilidades de gobierno, pero nos advierte sobre el caso sirio que una intervención occidental en la zona produciría los mismos efectos que en 2003. No hay solución « más rápida » según el que el lento trabajo diplomático intensivo que nunca se hubiera debido de haber abandonado implicando a todas los países de la región.

Hubert Vedrine, por su parte es menos prudente con la intervención militar contra el ISIS, pero reconoce que los errores occidentales han sido de marginar a Rusia en la cuestión siria sin entender los intereses que llevan a Putin a apoyar a Asad. También es partidario de una vuelta a un trabajo diplomático más tradicional incluyendo a Asad a pesar de los terribles horrores que ha cometido, un escenario de negociación y de preparación de planos de salida identificando a todos los actores y asegurando a cada minoría un lugar en el mapa sirio (advirtiendo por ejemplo de una probable masacre de los alauitas en caso de caer el régimen actual). El escenario estratégico de De Villepin, se funda sobre una análisis preciso del ISIS que no es un fenómeno abstracto o irracional. El Estado islámico, se nutre según el del apoyo que recibe de la población suni de Siria como de la de Irak o mas allá, hasta en Libia. Estas poblaciones dolidas después de años de conflictos, se ven amenazadas por otras entidades y encuentran en ISIS una forma de escudo frente a presiones externas. Por eso, para el, es necesario desconectar al ISIS de sus bases sociales ofreciendo alternativas a estas regiones y poblaciones, lo que no permitirían en ningún caso los bombardeos que al contrario refuerzan las tensiones y el repliegue identitario. Villepin propone en particular cortar los suministros que recibe ISIS, empezando por el petróleo que le compran a través de redes clandestinas que transitan por países de la zona, seguramente complices. Eso supone una presión diplomática y una coordinación política internacional.

Una vez más nos damos cuenta que una salida diplomática y política, como alternativa a las aventuras militares, supone construir canales de negociación y dialogo entre todo los actores de la zona, limitando el doble juego de Turquía o de las monarquías del Golfo, integrando a Iran y a Rusia. Por eso, es positivo que vuelvan a hablar seriamente rusos, norte-americanos y iraníes, después de años de silencio. Pero, para estimular esta estrategia, deberíamos en prioridad recrear una suerte de comunidad internacional reactivando instancias internacionales multilaterales que están en crisis desde los años 2000. Es más necesario que nunca, en un mundo obviamente multipolar donde Occidente ya no es más que "uno más".

Tal vez, se conseguiría de esta manera evitar una implosión generalizada de Medio Oriente y volver a crear estabilidad en la región. En cuanto a las libertades y la democracia en esa zona, seguramente hemos perdido de nuevo 20 años más.

 

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