Dominio público

Realismo en las izquierdas

Jordi Guillot

Senador por ICV

Jordi Guillot
Senador por ICV

Con una intención de voto de entre el 15 y el 20%, es evidente que ni Pablo Iglesias será el próximo presidente del gobierno español, ni Podemos va a hacer descabalgar al PSOE. Está claro que los partidos más clásicos de la izquierda  van a pasar una auténtica agonía electoral. Si lo anteriormente descrito es el diagnóstico acertado, se plantea una vez más el viejo dilema del  "¿qué hacer?" La respuesta es el máximo realismo.

Si solo hablamos de pactos electorales, el realismo pasaría por garantizar la máxima competitividad electoral para las próximas  elecciones generales. Yo apostaría por amplias alianzas, pero la decisión sobre el cómo ir a las elecciones depende fundamentalmente de los que hoy tienen tirón electoral –Iglesias, Colau–. Ellos definirán los marcos del acuerdo, que serán aceptados o no siempre que sean razonables, nadie va a tragar con imposiciones. Ya es sabido que Podemos no concurrirá con IU. En otros territorios del Estado se han iniciado diálogos que en breve veremos qué dan de sí. En el caso catalán, lo razonable, a mi entender, sería ir juntos. Competir electoralmente no sé cómo lo explicaríamos, ni creo que ayude a la consolidación de los grupos institucionales compartidos. Dicho esto, insisto en que todo pacto electoral tiene sus lógicas: prevalencia de fuerzas, protagonismos, ambiciones, mínima coherencia política, etcétera. Lógicas negociadoras  presentes en la vieja política y también, y de qué manera, en la nueva política. Si la cosa solo va de pactos, cada uno sabrá qué decisiones toma y el porqué de ellas. Pero lo razonable sería, en mi opinión, que, defendiendo programas similares y sin margen para ocupar el centro político –fantasía fundacional de Podemos–, las izquierdas confluyeran en candidaturas comunes. En estas próximas elecciones se va a corregir a la baja el bipartidismo. Por primera vez en España, el próximo gobierno será fruto de pactos estables. Las encuestas señalan que los resultados van a ser muy ajustados. Dividir el voto es una irresponsabilidad, y más con un sistema electoral como el español.

Pero si también habláramos de construir entre todos un nuevo sujeto político de la izquierda del siglo XXI, los pactos electorales toman otra dimensión, otra lógica. Lo fundamental ya no son las ambiciones, hegemonías o necesidades de tal o cual sigla o grupo. La apuesta electoral se construye sobre un doble eje: ganar votos para aplicar un programa de gobierno, y que el pacto permita avanzar en la creación de  las condiciones para construir este nuevo referente político. El objetivo electoral sigue siendo el mismo, conseguir el máximo número de votos; pero la estrategia política toma otra perspectiva. Si el gran objetivo es compartir un espacio político común, lo de menos son las siglas del mismo. Los candidatos y las candidatas ya no son los de tal o cual grupo: son, de todos y todas, las y los mejores, los más competitivos, los más capacitados.

Realismo para sustituir el "ahora o nunca" del sprinter  por el "construir el futuro cambiando el presente" propio del corredor de fondo. Lo inmediato por lo progresivo. Construir la necesaria hegemonía cultural y política no se hará en dos días. La hegemonía que te permite asaltar el cielo, y la hegemonía que es también consenso. Al menos, así opinaba Gramsci.

¿Por qué construir un nuevo sujeto político si ya tenemos a Podemos o Barcelona en Comú? Por realismo. La ilusión, las nuevas energías, los liderazgos fuertes, están en lo nuevo. Ellos han sacudido el tablero político en general, y muy en particular el de las izquierdas ya existentes. Aportan ambición, nuevos lenguajes y nuevas formas de hacer política y de estar en la política. Han puesto en evidencia el apalancamiento, los vicios, los desfases de los que ya estábamos. Pero no tienen organización, porque no tienen cuadros, algo que no se improvisa. Y recordando a Gramsci –este artículo va de Gramsci–, las ideas no viven sin organización. Las izquierdas ya existentes aportan cultura política, madurez, experiencia y capacitación, todo ello imprescindible para construir un nuevo proyecto político. Algunos pueden pensar que las viejas siglas fracasarán y que los cuadros ya vendrán. Grave error. No está pasando ni pasará. No se milita en la izquierda solo por competitividad electoral o por ambiciones personales; si las propuestas no nos seducen, si no nos sentimos respetados y razonablemente protagonistas, seguiremos donde estamos o nos iremos a casa.

Hemos arrebatado al sistema las principales y más estratégicas alcaldías de España, podemos ser determinantes para un nuevo gobierno que esté al servicio de la mayoría, nuestra fuerza puede hacer posible una reorientación en positivo del conflicto entre España y Catalunya y, sobre todo, está en nuestras manos construir un nuevo instrumento político de izquierdas para el siglo XXI. Frente a todas estas responsabilidades, la verdad es que no me importa nada todo lo que tenga que ver con los orgullos de partidos o las ambiciones personales, ya sean nuevas o viejas.

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