Dominio público

Honrar la memoria, dignificar la política, feminizar la política

Cristian García Fernández

Estefanía TorresEurodiputada de PodemosEducador infantil y miembro de Podemos Asturies

Estefanía Torres
Eurodiputada de Podemos
Cristian García Fernández
Educador infantil y miembro de Podemos Asturies

Ahora que en esta semana hemos celebrado el aniversario de la II República, a nadie se le escapa que hacer alusión al feminismo pasa por honrar la memoria de las que nos preceden, la memoria de aquellas mujeres que lucharon con sus vidas por tener una sociedad un poquito más justa. Pero también de aquellas mujeres sin voz que, apartadas en un rincón de la historia, sacaron adelante hogares completos a pesar de las atrocidades, las guerras, la impotencia de no poder gritar que estaban siendo perseguidas, el hambre o los malos tratos. Aquellas mujeres, audaces y valientes, pagaron muy caro alzar la voz contra una sociedad que, aún a día de hoy, sigue siendo vulgarmente machista y patriarcal. Lo pagaron todas y lo pagamos hoy todos como pueblo. Quienes hoy en día seguimos luchando por lograr lo que nuestras antepasadas empezaron somos conscientes de que somos porque fueron. Y de que si queremos que nuestros hijos e hijas sean, tenemos que ser. Y para honrar la memoria, de unas y de otras, nada mejor que hacer un canto a la dignidad.

El nombramiento del compañero Pablo Echenique como Secretario de Organización de Podemos abre una nueva etapa en este sentido: hay que feminizar la política, aseguró nada más asumir sus nuevas responsabilidades. Su nombramiento, por lo tanto, abre una nueva etapa para lo que nació como una herramienta ciudadana al servicio de la justicia y la transformación social y ahora debe ser (mucho) más que un partido más. Una nueva etapa que debe contemplar orgánicamente la feminización de la política no como un fin en sí mismo, sino como un modus operandi: como la mejor forma posible de hacer política para todos y para todas.

Porque no sólo son derechos conquistados, sino también todo aquello que nos rodea: nuestros montes y paisajes, nuestros territorios, en definitiva, son consecuencia del esfuerzo y el trabajo impagable de las generaciones que nos precedieron. Es la herencia que hemos recibido y el legado que dejaremos a quienes vengan detrás.

No es casual que esta legislatura sea la que más mujeres haya en el Congreso. O que las Alcaldías de las dos ciudades más importantes de España estén gobernadas, con todo lo que eso implica, por mujeres. La feminización de la vida política es una realidad, pero no podemos quedarnos ahí. Debemos ser posibilistas cuando toque serlo, pero soñadoras por naturaleza para conseguir lo que nos pertenece: cambiar la realidad por una que merezca la pena ser vivida.

Para eso está la política, para eso nosotras estamos metidas en ella. La brecha salarial sigue siendo enorme entre hombres y mujeres, y la invisibilización del trabajo femenino es tan profunda que, incluso en los sectores productivos, su empleo a veces no existe porque no es reconocido como tal.

Esto se acentúa además en las zonas rurales, donde la mujer no sólo cuida del hogar y la familia, sino que también trabaja la huerta o ayuda a tejer los aparejos de las embarcaciones que salen al mar. Esta falta de reconocimiento hace que sea precisamente en el mundo rural donde mayores cifras de abandono poblacional existen.

El éxodo del campo a la ciudad es eminentemente femenino, con todo lo que ello implica, y se explica por una determinada forma de ver el mundo que se ha implantado y que vemos de manera muy clara en el sector primario: un sistema de producción y distribución de alimentos cada vez más mercantilizado y dependiente de insumos industriales que desprecia lo casero y la producción local. Es decir, un sistema que ningunea la inestimable labor y el impagable esfuerzo que todas las mujeres han hecho por todos nosotros.

El nombramiento del compañero Pablo Echenique como Secretario de Organización de Podemos, como decimos, está destinada a abrir una nueva etapa. Y es que necesitamos transformar nuestra mirada, cambiar las gafas con las que hemos observado el mundo hasta ahora. Necesitamos ver con ojos de mujer, como nunca se ha hecho. Ser capaces de involucrar en un rol protagonista a las mujeres, que se sientan parte del cambio que estamos viviendo como país y como sociedad, para poder alcanzar ese otro mundo con el que soñamos.

Si algo han demostrado estos dos años al servicio de la ciudadanía desde la herramienta de cambio que es Podemos, es que las cosas se demuestran y se reivindican haciéndolas y se impugnan dejando de hacerlas, y no hay mejor feminización de la política que la que se ejerce. Los incesantes comentarios despectivos, machistas, misóginos y regresivos hacia algunas de las portavoces de instituciones democráticas no hacen más que demostrar cómo se avanza en la consecución de los logros de las clases populares, en este caso, para la mujer.

No en vano, cuando se habla de la crisis se alude a que esta y la precariedad tienen rostro de mujer. No en vano, como decimos, hay todo un sistema de los cuidados que va por debajo de la sociedad y que funciona como las hormigas, trabajando y ayudándose constantemente las unas a las otras. En silencio, sin pausa y con mucha prisa. Por eso no podemos desperdiciar oportunidades históricas como la que estamos viviendo para reivindicar que una parte importante de la culpa que tiene la corrupción de la vida pública, que es política, es un machismo imperante rancio y anacrónico en los círculos de poder del establishment, que lleva implícito un desprecio absoluto a todo lo que tradicionalmente se ha considerado como femenino. Una forma de ver el mundo, por tanto, errónea.

Por suerte, estamos consiguiendo acabar poco a poco con muchas de estas cuestiones. Por suerte, en la llamada agenda setting no se habla en muchos casos de "violencia de género", sino de "violencia machista". Por suerte, un lenguaje más sosegado, una nueva forma de comunicar, está siendo posible. Si hemos abierto brecha en el régimen, debemos seguir incidiendo para desencorsetarlo antes de que trate de cerrarse sin tener que hacer un balance de daños.

Por las mujeres que nos lo dieron todo, las que consiguieron que pudiéramos estudiar en la educación pública, las que consiguieron el derecho a voto de todas y no sólo de la mitad de la sociedad, las que nos han dado alimento, cobijo, resguardo y sabiduría impagable, las guardianas de tantos conocimientos ancestrales, las que lograron una igualdad jurídica de derechos entre hombres y mujeres (muy necesaria para poder denunciar públicamente una dejación de funciones cada vez que vemos la brecha salarial o sufrimos la tasa rosa en los comercios y supermercados) debemos hoy dejarnos la piel en transformar nuestra mirada y cantar a su dignidad. No hay mejor homenaje a su memoria que hacer de la dignidad, política. Y de la política, dignidad.

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