Dominio público

Ni muro ni laberinto: Madrid puente abierto

Nacho Murgui

Concejal de Ahora Madrid y Segundo Teniente de Alcalde en el Ayuntamiento de Madrid.

Nacho Murgui
Concejal de Ahora Madrid y Segundo Teniente de Alcalde en el Ayuntamiento de Madrid.

La ciudad de Madrid tiene, entre otras muchas fortalezas, un tejido social amplio y diverso que constituye una de sus principales riquezas.

Muchos de los avances y mejoras que ha experimentado nuestra ciudad, como otras grandes ciudades de nuestro país (empezando por la existencia de los propios ayuntamientos democráticos) son fruto del trabajo de los vecinos y vecinas que organizados de muy distintas formas y a lo largo de los últimos 40 años, han trabajado porque los intereses de la mayoría social no quedaran sepultados bajo la presión de los grandes grupos económicos y las lógicas del mercado.

Así, tras cada equipamiento cultural, cada servicio municipal (en muchas zonas hasta la recogida de basuras), cada centro de salud,...y de la mayor parte de las iniciativas de innovación social y política que han encontrado soluciones a problemas de convivencia, de falta de recursos, de cauces de comunicación con las instituciones, etc., está el trabajo, muchas veces silenciado, del tejido ciudadano.

Asociaciones juveniles, deportivas, de madres y padres de alumnos, culturales, vecinales,...centros sociales, colectivos artísticos, cooperativas... decenas de miles de vecinos y vecinas que han dado lo mejor de sus fuerzas y de su tiempo a esta ciudad. Desgraciadamente este empeño y estos esfuerzos no siempre han encontrado en las administraciones públicas un oído receptivo y un cauce de diálogo. De hecho, a lo largo de décadas se ha dado forma a una estructura municipal que por un lado se presentaba como un laberinto de obstáculos burocráticos y políticos en los que la falta de voluntad de los gobernantes se conjugaba con la entrada en vigor de normativas y procedimientos cada vez más complicados. Mientras, por otro lado, esta estructura se ha hecho cada vez más dependiente de la contratación de empresas privadas para el desempeño de sus funciones: desde los servicios municipales básicos hasta las actividades más puntuales que se realizan en las juntas de distrito.

No es materia de este artículo profundizar en las consecuencias negativas que han tenido en la vida de los madrileños y las madrileñas algunas de estas políticas de privatización de la gestión de los servicios públicos municipales.

Es obvio que el tejido empresarial de esta ciudad es un activo imprescindible que hay que cuidar e impulsar. Qué duda cabe también de que aquellas políticas no fueron diseñadas ni se aplicaron de manera que se tradujeran en un impulso equilibrado al conjunto de este tejido: los beneficios se concentraron de manera pronunciada sobre determinados grupos y modelos empresariales en detrimento de otros (los grandes grupos frente a la pequeña y mediana empresa, la economía social, etc).

El actual gobierno municipal tiene que, entre otras muchas tareas, revertir esta dinámica transformando el laberinto en puente. Tenemos que reconocer y poner en valor la diversidad del tejido económico de esta ciudad, apoyando a la pequeña y mediana empresa y al tercer sector por el valor añadido que aporta en términos de buenas practicas laborales, sociales, medio ambientales y de innovación democrática.

Tenemos que facilitar e impulsar el trabajo de los miles de colectivos ciudadanos que de manera capilar, dinamizan el día a día de nuestros barrios, centros escolares, equipamientos culturales,... No solo es una deuda que esta ciudad tienen con sus gentes, es además un potencial que no podemos permitirnos el lujo de desaprovechar.

La ciudadanía madrileña ha demostrado una enorme capacidad de propuesta, creatividad e iniciativa que se concreta en centenares de proyectos de gestión de espacios públicos, en servicios, en procesos participativos y propuestas concretas. Y la administración local tiene que estar a la altura de sus vecinos.

Entre estos cientos de proyectos quiero referirme a uno en particular debido entre otras cosas al tratamiento que ha recibido en algunos medios. Se trata del proyecto "Pacífico Puente Abierto" , promovido por los colectivo del distrito de Retiro en colaboración con iniciativas ciudadanas relacionadas con los deportes de calle y asumido por la Junta de Distrito y que ha reservado una partida presupuestaria para su desarrollo.

El proyecto da respuesta a una vieja reivindicación de reforma y mejora de la instalación básica deportiva bajo el Scalextric de la Calle Doctor Esquerdo. Desde la Junta Muncipal se está desarrollando a propuesta de los colectivos del barrio, protagonistas en todo momento de la iniciativa, un proceso de participación dinamizado a través de un contrato menor adjudicado a la empresa que mejor se ajustaba a las necesidades del proyecto de las tres que se presentaron (siguiendo la normativa vigente en materia de contratos menores). En dicho proceso se están organizado talleres en los que los colectivos del barrio (entre otros los vocales de los partidos que componen el pleno) definirán las características del equipamiento que se construirá y que constará entre otras cosas de pista de patinaje, espacio para el entrenamiento de parkour o práctica del street ball,. Desde la junta se asignó ya con un presupuesto de 170.000 para las obras que tendrán que iniciarse antes de que termine el año.

Dar cauce a las iniciativas ciudadanas, reconocer y poner en valor el trabajo de los colectivos sociales, respetar los procedimientos de contratación...es cuestión de voluntad política. Los procesos participados son condición y garantía de transparencia.

Van de la mano

No es raro que estos cambios encuentren resistencias, en lo que se refiere a la necesaria apertura de las instituciones y a la cooperación entre éstas y el diverso y amplio movimiento asociativo. Estas reacciones han brotado desde el primer momento. Desgraciadamente es más frecuente de lo que cabe esperar que algunas de estas se expresen mediante la difusión de informaciones que nada tienen que ver con la realidad, exageraciones caricaturescas y alarmistas que más que del desconocimiento, dan cuenta de una estrategia alarmista y profundamente irrespetuosa con buena parte del tejido social de la ciudad. Pretenden sembrar la duda sobre la posibilidad de hacer las cosas de otro modo.

Hay que levantar y abrir puentes cada vez más transitables entre la sociedad civil organizada madrileña y la administración local. Que no se pierda su enorme capacidad creativa y encuentre en el Ayuntamiento de Madrid un aliado y un cauce. Nunca más un muro.

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