Dominio público

Hacer feminismo para construir un mundo habitable

Varios autores*

En los últimos años se ha extendido la idea de que hay que feminizar la política. Dicha propuesta ha sido rápidamente asumida por mucha gente, partidos, instituciones, liderazgos, opiniones. Y nosotras sospechamos de la facilidad con la que ha entrado este concepto. Nosotras, feministas, aplicamos la hermenéutica de la sospecha, que diría Celia Amorós, a todas las relaciones sociales construidas bajo lógicas de dominación. Y aquí nos permitimos sospechar de la manera en que se están trivializando expresiones como "feminizar la política" o "cuidado" porque en su sentido más político, y también más impugnador, seguramente  no serían asumidas con tanta alegría por gente tan variopinta y, a veces, tan poco feminista. No tenemos claro qué es feminizar la política porque no sabemos qué es exactamente lo femenino, ni que es lo valorizable de ello, ni qué imagina cada cual cuando usa esa palabra o piensa en ese concepto. Claro que mejor feminizar la política que masculinizarla aun más, mejor poner mujeres al frente que no hacerlo, e imprescindible también la paridad que defendemos todas. Todas esas medidas tienen una importancia simbólica que reconocemos. Pero si feminizar la política es pensar que las mujeres nos comportamos en política de alguna manera especial, diferente a los hombres, no creemos que sea así. Nuestra experiencia con la política interna de los partidos, incluso la que hacemos las mujeres, nos demuestra que ésta sigue siendo competitiva, dura, excluyente, vertical, poco democrática. No tenemos ningún gen que nos predisponga para hacer política en ningún sentido que podamos imaginar como mejor o más positivo. Aunque es un concepto sugerente, nos da miedo que "feminizar la política", termine siendo nada más que una eficaz estrategia comunicativa y un concepto sugerente.

Porque ya hemos visto como "cuidado" se convertía en una palabra fetiche que se utiliza muchas veces de manera banal y muy alejada del sentido originario en el que las feministas comenzamos a usarla. ¿Cuidar qué o cuidar a quien? ¿Cuidar para qué? ¿Cuidar cómo? Lo más perverso de utilizar "cuidado" como una palabra de significado amable y fácilmente asumible por todo el mundo es que invisibilizamos otras luchas fundamentales para la vida de las mujeres y mucho más radicales.  Cuidar es cuidar de que todos los seres humanos estén en condiciones de llevar vidas dignas; cuidar es cuidar de lo público, cuidar es ofrecer escuelas infantiles gratuitas, residencias de mayores dignas; cuidar es reconocer la diversidad funcional como una humanidad plena, cuidar es exigir horarios racionales, estar en contra de la guerra, admitir a los refugiados/as, dar derechos a quienes carecen de ellos, oponerse al TTIP. Cuidar es visibilizar el trabajo que hacen las mujeres en condiciones precarias, cuidar es denunciar un sistema construido en contra de las mujeres,  a costa de su trabajo gratuito o precarizado; es poner a toda la sociedad a luchar contra las violencias machistas;  y eso es mucho más que dar soluciones a las víctimas, es hacer una revolución cultural, social, económica.  Cuidar es denunciar la cultura de la competencia brutal que tan a menudo va asociada a la práctica política. Cuidar es cuidar el vivir y también la convivencia; es saber convivir con la diversidad interna y gestionarla con democracia y transparencia.

Hacer política feminista es, necesariamente, entrar en conflicto con la lógica heteropatriarcal y neoliberal. Las políticas feministas que queremos hacer son las que se enfrentan al individualismo neoliberal y a las lógicas acumulativas que arrasan con los cuerpos y las vidas de las mujeres y de los hombres, muy especialmente de las mujeres. Por eso, ser feminista significa asumir el conflicto, porque el feminismo impugna todo lo existente. Ser feminista es visibilizar y denunciar la estructura económica y social que determina las condiciones en las que las mujeres accedemos al mundo laboral, al mundo político, a la representación cultural, al universo simbólico. Y ser feminista es poner los mecanismos para que las mujeres que ya estamos en política tengamos las herramientas para transformar esa realidad. Todas. Hacer feminismo significa que nos reconocemos como parte del movimiento feminista, que tiene ya más de 200 años de fructífera existencia. Hacer feminismo es tener siempre presente que lo político no está sólo (o ni siquiera fundamentalmente) en las instituciones ni en los partidos, sino que las mujeres ya venimos haciendo política desde hace mucho y con ese quehacer político ya hemos transformado el mundo. Por eso, nos reconocemos en las luchas de las mujeres que están en las Mareas desde el principio, las que han organizado la resistencia a los recortes, las que ponen sus cuerpos frente a los desahucios, las que  ayudan a los refugiados en el Mediterráneo, las que luchan contra el TTIP, las que están en los sindicatos, en el animalismo, las que estábamos en las plazas, las lesbianas, las mujeres transexuales. Hacer feminismo es construir democracia al interior de los partidos, al interior de los hogares, de las fábricas, de los hospitales, de las escuelas, de todas las organizaciones, de las universidades. Es extender la práctica y los saberes feministas a todo lo político, más allá del partido. Las políticas feministas las hacemos todas juntas, con ellas, donde ellas, con nosotras, el cambio feminista vendrá de ahí.

Ángeles Delgado Rodríguez
Responsable de Feminismo y LGTB de Getafe
Paloma García Villa
Área feminista de la Comunidad de Madrid
Rosa María García Zarco-Sanz
Círculo Feminismo de la Comunidad de Madrid

Beatriz Gimeno Reinoso
Responsable de Feminismo y LGTB de la Comunidad de Madrid
María Pilar López-Jamar Lázaro
Responsable de Feminismo y LGTB de Majadahonda
Mónica Vidal Notario
Responsable de Feminismo y LGTBI de Alcobendas
Olga Jiménez Velado
Responsable de Feminismo de Torrejón
Inés Morales Perrín
Marea Joven

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