Dominio público

De María Antonieta a Mariano, o de cómo el poder no tiene gracia

Elena Martínez

Periodista

Elena Martínez
Periodista

Cuentan que una de las calles del Paris de hace ya más de dos siglos fue bautizada como  "la avenida de los gusanos", pues se había convertido en un nido de escritores sin sueldo, que sirvieron de apoyo popular a las grandes ideas ilustradas. Cuentan que allí nace el libelo, una suerte de panfleto con mucha crítica y poca vergüenza. Pequeñas imágenes con texto cuyo objetivo principal era difamar y denigrar a determinados personajes públicos, exaltando sus defectos o dando a conocer las no tan pudorosas costumbres del Versalles de la época (tan lejano a veces en las imaginaciones del pueblo francés, como el lejano oriente).

María Antonieta acariciando un pene gigante con forma de avestruz, o dejando al descubierto su sexo ante un joven rendido por sus encantos, son imágenes difíciles de olvidar. Para los parisinos del mil setecientos, y para cualquiera que las busque hoy en Internet.

Sí, el mismo internet al que el Partido Popular intenta una y otra vez poner barreras, como quien levanta muros en el océano. La última, la recién anunciada reforma a la Ley de Seguridad Ciudadana para evitar que "los memes", los libelos del momento, recorran las autopistas de la información de esta España del siglo XXI. Aseguran que las nuevas costumbres requieren de nuevas legislaciones, sin darse cuenta que a pocos se les escapa  que están haciendo lo que han hecho todos los poderes (y sobre todo los menos democráticos) desde el principio de los tiempos: controlar la propaganda en su contra. Más cuando ésta es capaz de hacerse viral en cuestión de segundos, que, oye, tan rápidos y efectivos nunca fueron, ni con Luis XVI, ni con su encantadora esposa.

Porque a Rajoy, algunos "desaprensivos" (no se lo pierdan), lo han colado ya varias veces en una escena de "El Padrino", (¡Cómo se les habrá pasado por la cabeza!), para sonrojo de Génova y divertimento de miles de hogares.

Así que, de momento, en el Partido Popular han elaborado una propuesta no de ley para que el Parlamento debata sobre el derecho al honor, de todos, y entre ellos, de "sus señorías", que al parecer tienen mucho interés en mantenerlo. Porque aseguran internet permite un uso "insólito" de la imagen de determinados personajes públicos. Un argumento que demuestra su auténtica falta de rigor, pero sobre todo de mínima coherencia. Pues fue precisamente en el Partido de Rajoy donde más se escuchó el "Je suis Charlie" tras los atentados terroristas a la revista satírica francesa.

Fue, entonces, cuando partidarios y simpatizantes del PP llenaron las páginas de los diarios y las tertulias de las televisiones pregonando libertad sin matices. Una libertad que al parecer, sólo merecen quienes se colocan en su lado del tablero. O en resumen, que la libertad de expresión es muy defendible siempre que ataque al enemigo o que se mantenga bajo control. Y como a internet es difícil domesticarlo, pues se deciden directamente por la censura. Lo mismo que hicieron en su día los últimos reyes de Francia, antes de que la revolución de la igualdad, la fraternidad y la libertad los sacara definitivamente de sus aposentos.

Por otra parte y como era de esperar, la propuesta ha hecho saltar ya todas las alarmas de organizaciones de defensa de los derechos humanos, como la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información, donde su presidenta advierte de que "cuando se regula internet, el resultado es un recorte de libertades y derechos que luego es muy difícil de revertir". Un ejemplo, la propia "ley mordaza", que fue aprobada a pesar de tener en contra a la inmensa mayoría de los actores sociales y políticos del país, pero que ya forma parte de nuestra legislación. Una norma que ha sido condenada, incluso, por las Naciones Unidas, que pidió a España su retirada urgente afirmando que esta ley es un enorme retroceso en los derechos civiles alcanzados en España tras la dictadura franquista, pero que ahí sigue.

Ahora bien, el Partido Popular propone, pero es, de momento, el Parlamento el que dispone. Y ya no tienen mayoría absoluta.  Es imprescindible que se pronuncien sobre este punto el resto de partidos, ninguno de los cuales han sido ajenos al uso masivo de memes por parte de la ciudadanía. Entre ellos, el que mostró hace poco a algunos cargos del Partido Socialista apuñalando por detrás a su líder, como Bruto a César en la Antigua Roma, cambiando de chaqueta con tanta facilidad como Clark Kent, o de principios como Groucho Marx.

Imágenes que pueden valer, a veces, más que mil palabras...

Aunque, mientras lo que ocurrió después de los libelos (entre otras cosas) en Francia es bien conocido: El asalto al Palacio de Versalles, donde el pueblo, en armas, fue capaz de entrar hasta el dormitorio real para arrancar y rasgar sin contención la imagen de una monarquía corrompida moral y políticamente; la historia de la España actual está todavía por escribirse. O mejor dicho, se está escribiendo cada día. Y, salvando las distancias, tanto temporales como de método, para que esta historia la escriban cada vez más los pueblos y menos las élites es necesario, a veces, es necesario mirar al pasado y recordar que las grandes dictaduras siempre han tenido claro que controlar a los libros de historia es también hacer historia. Y que el poder tiene siempre muy poca gracia.

O tal vez es que no lo estamos mirando con el suficiente sentido del humor. Pues bien pensado tiene su lógica que la irreverencia política no sea bien vista entre quienes acostumbran a encomendarse con demasiada frecuencia a la presunción de inocencia, porque quizá, (y también con demasiada frecuencia) necesitan de su amparo, debido a la alta proporción dentro de sus filas de personajes tendentes a violar el Código Penal. Una proporción que, por suerte, no encontramos en las calles. De manera que es posible que incluso por un intento de balancear las posiciones, desde el partido de Rajoy estén buscando que cada vez más y más acciones cotidianas se conviertan en delito. Y así seamos todos igual de delincuentes. No creo que lo logren, eso sí.

Porque si ni la mismísima dueña y señora de Francia, con todos los ejércitos del Reino bajo sus órdenes, y con buena parte del poder económico del mundo arrodillándose a las puertas de Versalles, pudo evitar que le cortaran la cabeza, es más que posible que el Partido Popular tampoco llegue a evitar su caída libre en política. Sobre todo porque eso de gobernar a golpe de censura no suele dar buen resultado. No ya, al menos, entre los educados después de 1975, que aprendieron a ser mordaces sin mordazas, y entre los que no existe ese miedo visceral a los fusiles que sí se coló, irremediablemente y por desgracia, por debajo de la cama de sus padres.

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