Dominio público

La mirada imprescindible de José Palazón

Elena Cabrera

Periodista de la Fundación porCausa

Elena Cabrera
Periodista de la Fundación porCausa

Ha sido la mirada de José Palazón la que nos ha permitido quitarnos la venda de los ojos que nos impedía ver la situación de Melilla. Sin su cabezonería, seguiríamos mirando hacia otro lado. Sin los dardos afilados de sus declaraciones públicas, no entenderíamos nada. Sin su activismo por los derechos de la infancia, los niños que viven en las calles de Melilla seguirían sin importarle a nadie. Sin su foto, sin su famosa foto, el mundo no habría entendido la valla de Melilla como el gran símbolo de la desigualdad que es. Esa valla no es solo un obstáculo arquitectónico, es la línea divisoria entre ricos y pobres, norte y sur, poderosos contra vulnerables.

Volvamos a la foto, porque es fruto de la Mirada Palazón. Una imagen, Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2015, que divide el mundo en dos: entre los que juegan al golf bajo palmeras regadas en abundancia y los que se encaraman a una valla de seis metros huyendo de la miseria, el hambre, la guerra o, lo que sea, no importa. Huyendo. Y un agente de seguridad impidiendo que esas personas obtengan para su vida precisamente eso: seguridad. Lo que caracteriza la Mirada Palazón es que su cámara enfocó a los golfistas y dejó en borroso segundo plano la valla. Palazón nos hace sentir vergüenza por permanecer ajenos, jugando nuestras partidas, mirando hacia otro lado como si no fuéramos responsables.

Dijo Palazón que, desde que el ministro Fernández Díaz aireó su nombre en el programa de Jordi Évole, la gente de Melilla tiene miedo de ser vista a su lado. Que la mayoría en esa ciudad depende de un contrato público, una ayuda o una subvención. Y, con los periodistas, lo mismo. Pero a él, y a su asociación, esto no parece importarle demasiado porque, como dice Palazón, hay cosas más importantes.

La integridad física de las personas que se ven obligadas a saltar la valla —porque no les estamos dando otra opción— es más importante. La vulnerabilidad de los adolescentes extranjeros, solos, en Melilla, es más importante. Los derechos humanos, en definitiva, son más importantes que cualquier otra cosa. Hay una violencia desproporcionada a ambos lados de la valla de Melilla y ahí ha estado la Mirada Palazón observando, grabando, fotografiando y denunciando.

José asegura esto con la seguridad de quien lo ha visto mil veces. La media sonrisa en la cara de quien mil veces se ha topado con la incredulidad del otro. El brillo en los ojos —pequeños, afilados— de quien ya no tiene nada que temer, a sus años, a estas alturas. La Mirada Palazón es contagiosa.

El teléfono del activista suena con frecuencia y a cualquier hora. Y él tiene que estar dispuesto a correr hacia donde sea, armado de una cámara y un kilo de paciencia. De esto último no anda escaso. Un fotógrafo profesional, quizá, habría tomado la foto de la que hemos hablado antes y se habría marchado a la redacción a enviarla. Palazón, en cambio, se mantuvo al pie de la valla hasta que cayó la noche. Gracias a eso sabemos cómo terminan las historias que hay más allá de la foto. Aquel día, aprovechando la oscuridad, se apagaron las luces de la frontera durante quince minutos. Cuando volvieron a encenderse, las personas que habían aguantado horas en lo alto habían desaparecido. Todos habían sido deportados a Marruecos.

La Mirada Palazón nos he enseñado a quedarnos hasta el final, incluso más allá del final, para saber qué pasa, para entender qué pasa, y contarlo después.

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