Antonio Antón
Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Los resultados de la primera vuelta de las elecciones en Francia para la presidencia de la República indican que algo está cambiando. Es evidente la mutación del sistema de partidos políticos, de la representatividad de las distintas élites políticas, con dos hechos paralelos: agotamiento de la legitimidad del bipartidismo gobernante, la derecha liberal-conservadora de Los Republicanos (20,01%) y, particularmente, el Partido Socialista (6,36%); refuerzo de tres fuerzas ascendentes de la oposición, el centro neoliberal ¡En Marcha! de Macron (24,01%), el ultraderechista Frente Nacional de Le Pen (21,3%) y la izquierda de Francia Insumisa de Mèlenchon (19,58%), con posiciones antagónicas entre sí.
Con estos datos empezamos a darnos una primera idea de las grandes transformaciones electorales. La derecha y la izquierda gobernantes han perdido representatividad política y no son capaces de encauzar el conflicto social. La contraposición derecha frente a izquierda (oficial) ha dejado de ser el eje de encauzamiento de las preferencias ciudadanas. Esas referencias pierden capacidad explicativa y normativa.
Pero, es necesario la comprensión concreta de la realidad política y socio-histórica. Hay que considerar el papel, el discurso y el proyecto político-cultural y socioeconómico de cada una de las fuerzas ascendentes (y descendentes) y su interacción entre ellas y con la experiencia popular para profundizar en la interpretación de las tendencias principales, su sentido político y las perspectivas que se abren, contando con la hipótesis sobre los equilibrios probables tras las legislativas de junio.
Aquí me centro en algunas características y los principales desplazamientos de voto, teniendo en cuenta que la participación (36 millones y 77,77%) ha sido alta y que la abstención ha aumentado ligeramente (1,7 puntos, 0,6 millones) del 20,52% al 22,23%.
Fracaso del bipartidismo gobernante
La primera característica es el fracaso de los dos partidos gobernantes de la V República, que se han alternado en la gobernanza institucional en las últimas décadas y, particularmente, que han gestionado la crisis socioeconómica desde la óptica neoliberal, regresiva y autoritaria, aun con algunos matices: la derecha de Sarkozy-Fillon (2007-2012) y la izquierda socialista de Hollande (desde 2012). El presidente francés y la dirección del PSF, salvando un primer momento con ciertas expectativas respecto de su autonomía en relación con el proyecto capitaneado por Merkel, enseguida adoptó un giro centrista hacia la estrategia liberal-conservadora y antisocial, precisamente de la mano del tándem Valls-Macron, frente a su ala de izquierda expulsada del Gobierno, que finalmente ha representado Hamon.
Entre ambos partidos gobernantes, que llegaron a sumar el 80%, desde la primera vuelta de las elecciones presidenciales del año 2012, han descendido treinta puntos (cerca de 23 puntos el PSF y más de 7 puntos la derecha): desde el 56% (28,6% Hollande y 27,2% Sarkozy) hasta el 26,4% (6,4% Hamon y 20% Fillon).
Los Republicanos de Fillon, además, han sido penalizados por su corrupción, quedándose en 7,2 millones. Respecto de los resultados de Sarkozy en 2012 (9,6 millones), habrían perdido 0,8 millones hacia Le Pen y 1,6 millones (el doble) hacia Macron.
El Partido Socialista ha sido castigado por la frustración de su base electoral con su gestión liberal, el incumplimiento de sus promesas sociales y su división interna. De los 10,3 millones de votos conseguidos por Hollande en 2012, más de un tercio, 3,6 millones, han ido a parar a Macron, capitaneados por el aparato institucional socialista de Valls-Hollande que, lejos de la lealtad debida al Partido Socialista, han preferido debilitarlo con tal de impedir un giro hacia la izquierda y un posible acuerdo con Francia Insumisa. A Mèlenchon se han dirigido unos 3 millones de los anteriores electores socialistas que sumados a los 4 millones que recibió su Frente de Izquierdas en 2012 suman los siete millones actuales. El actual representante del PSF, Hamon, del ala izquierda que ganó las primarias internas frente a Valls, solo ha retenido a 2,3 millones, menos de la cuarta parte de su electorado anterior (el mayor incremento de la abstención vendría de sus filas).
Por tanto, es evidente el castigo electoral al bipartidismo gobernante (mucho más al Partido Socialista, como en España) que ha representado al poder establecido y ha gestionado las políticas de austeridad del consenso liberal-conservador europeo (y francés). El malestar social o dolor ciudadano (la maladie) es general, hay una amplia desafección hacia la clase gobernante por su gestión de la crisis, por su incapacidad para garantizar el bienestar y la integración social y cultural de la sociedad francesa. Hay un bloqueo en la definición de un proyecto de país que aborde la encrucijada de sus diversas dicotomías: nacionalismo / europeísmo; autoritarismo / democratización; proteccionismo / globalización; neoliberalismo regresivo (más mercado, reducción gasto social) / derechos sociales y laborales (Estado de bienestar, regulación pública); segmentación popular y segregación étnica-cultural / igualdad social, integración solidaria y convivencia intercultural; seguridad / incertidumbre. Algunas oposiciones, sin embargo, no recogen la orientación más adecuada de progreso, intermedia o compleja, en la que hay que avanzar. Por ejemplo, un soberanismo europeísta, una globalización regulada o una seguridad con mejores derechos y libertades.
Ascenso de tendencias contrapuestas
Las tres principales fuerzas ascendentes representan tres dinámicas y proyectos antagónicos entre sí: el continuismo neoliberal regresivo (Macron); la involución autoritaria y segregadora (Le Pen); el cambio de progreso e integrador (Mèlenchon). No son formaciones totalmente nuevas, pero han utilizado un discurso de renovación frente a las dos viejas fuerzas descendentes que han dirigido el país. Veamos, primero, de dónde han incrementado sus apoyos electorales.
La plataforma ¡En Marcha! de Macron, aparte de su infraestructura organizativa y territorial, ha recibido más de un tercio (38%) de su electorado (3,3 millones, 9,13%) desde el Movimiento Demócrata del viejo centrista Bayrou (cuyo apoyo, junto con el de Mèlenchon, resultó decisivo para la victoria de Hollande en la segunda vuelta de 2012 frente a Sarkozy); el 42% (3,6 millones) proceden del PSF, y el 20% (1,6 millones) restante de Los Republicanos.
El Frente Nacional de Le Pen, en 2012, ya recibió 6,3 millones de votos (17,9%). El crecimiento es limitado, de 1,4 millones, procedente de Los Republicanos.
Y Francia Insumisa, continuador del Frente de Izquierdas que obtuvo 4 millones (11,1%), ha incrementado su voto en 3 millones, procedentes del Partido Socialista.
Por otro lado, hay que citar la poca relevancia representativa y de influencia política de dos grupos de izquierda radical, partidarios de la salida del euro: el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), con el 1,1%, y el trotskista Lucha Obrera, el 0,7%; ambos con un peso similar al de 2012.
Estas tres formaciones políticas principales tienen en su discurso algunos puntos comunes: el cuestionamiento de la actual clase política gobernante, con un lenguaje crítico contra esas élites tradicionales, y su apelación al ‘pueblo’ para incrementar su representatividad. Es decir, tienen connotaciones llamadas populistas frente al establishment político, pero su grado de oposición y la amplitud del adversario son muy distintos. Van desde un pequeño recambio de la élite política, negociando e integrando a la vieja élite (Macron), a una sustitución más amplia de la clase política gobernante, siendo cuidadosa con el auténtico poder económico e institucional (Le Pen) y hasta un reequilibrio más profundo del poder establecido (político y económico), ensanchando la participación popular (Mèlenchon). Por tanto, la oposición élites (oligárquicas) / pueblo tiene tres lecturas diferentes, con grandes y contrarias consecuencias sustantivas, imposibles de encajar en una misma ‘nominación’ (populismo).
Comentarios
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