Dominio público

Neoliberalismo y conservadurismo

Juan Trías Vejarano

JUAN TRIAS VEJARANO

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Neoliberalismo y conservadurismo aparecen asociados desde el acceso al gobierno de Reagan y Thatcher, que constituye su primera plasmación institucional, y lo continúan estando en la actualidad. Sin que postulemos una unión necesaria, creemos que su coexistencia es algo más que ocasional, pues, en nuestra opinión, las políticas neoliberales, por los efectos sociales de desarticulación que producen, requieren políticas conservadoras como nueva argamasa de cohesión.

Cuando hablamos de conservadurismo o neoconservadurismo no nos reducimos al plano de las políticas autoritarias, represivas, que no son más que la manifestación de un fenómeno más general. Pensamos en un campo que abarca valores, actitudes, etc. Veamos lo acontecido en el ámbito religioso. Cuando se habla del auge de la derecha cristiana en los Estados Unidos, se olvida que lo mismo es predicable del catolicismo. La década de 1960, una década denigrada por los conservadores actuales, fue una época de avance en la liberación en el terreno cultural. Por lo menos en Occidente, la emancipación de la mujer, la permisividad, dio pasos considerables. En la iglesia católica, en los mismos años, impulsado por Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, se dio una notable apertura en todos los campos.

La subida al papado de Juan Pablo II, que coincide en el tiempo con la llegada de Reagan y Thatcher, marcó un giro considerable tanto en el terreno político como en el moral, un acento conservador que en aspectos esenciales es paralelo al de los dos políticos mencionados: cruzada anticomunista, condena de los movimientos de liberación, exaltación de la familia, de la moral tradicional, estigmatización de las conductas permisivas. En estos puntos, Benedicto XVI no ha hecho sino seguir los pasos de su predecesor, en cuya política colaboró activamente.

El proceso de conservadurismo del catolicismo en las últimas décadas se ha dado claramente en el español, acentuado hoy en las orientaciones de la inmensa mayoría del episcopado con sus cardenales a la cabeza, con sus continuados ataques y manifestaciones contra el Gobierno del PSOE, que culminaron en la concentración en Madrid del último domingo del año 2007, acusándole de atacar a la Iglesia (¡), de destrucción de la moral y de la familia, de favorecer la descristianización de España. La involución del catolicismo español, que se manifiesta en la proliferación de movimientos de base de índole conservadora, que se hicieron presentes en la concentración del 30 de diciembre, sigue la pauta marcada desde el Vaticano, a la que ha impulsado la política de nombramientos episcopales realizada desde el papado de Juan Pablo II y seguida por su sucesor. De nada valen ni la moderación de algunos obispos ni la benevolencia del Gobierno en la enseñanza concertada y en materia de subvenciones.

Las palabras de los cardenales de Madrid, Valencia, Toledo, poniendo en cuestión el Estado laico y democrático nos devuelven a los tiempos del nacionalcatolicismo, a la iglesia tridentina; parece como si la Iglesia española, pasado el sarampión del Concilio Vaticano II y las incertidumbres de los últimos años de la dictadura y de la transición, quisiera recuperar la posición que ganó con el franquismo, de ser la guía de la moral del país, asumiendo la misión de hacer tabla rasa del proceso de laicización y de autonomía de la conciencia.

Hay otros registros del neoconservadurismo que conviene no olvidar, como son el cuestionamiento de los valores cívicos a favor de un patriotismo de cuño tradicional. En el caso de España, ha supuesto el ataque contra la nueva asignatura de educación para la ciudadanía con sus valores de laicismo, tolerancia y pluralidad, mientras se ha defendido el valor de la religión en el expediente académico en concordancia con las posiciones del episcopado. Y, por otro lado, una exaltación de un patriotismo español que pone en entredicho cualquier manifestación de la España plural y lleva a la denuncia de cualesquiera políticas que pretendan avanzar en la articulación territorial.

La concordancia de neoliberalismo y neoconservadurismo se ejemplifica máximamente en España en las comunidades que se han convertido en los baluartes del Partido Popular. Tal es el caso de Madrid. Esperanza Aguirre es una de las más extremas defensoras de las políticas neoliberales en el seno del PP; lo ha demostrado en su gestión al frente de la Comunidad en materia de sanidad y enseñanza, minando la titularidad pública de las mismas, a favor de la gestión privada; la principal beneficiaria de la escuela concertada es la católica. Y es notorio que la TV autonómica se ha convertido en la gran propagandista de las concentraciones y manifestaciones de la Iglesia y de otras instituciones de carácter conservador, otorgándoles una difusión masiva a través de su canal.

Por todo ello, no debe reducirse el conservadurismo o neoconservadurismo a las políticas represivas en el estricto sentido de la expresión. Éstas forman parte de su arsenal, pero se completan con la vuelta a valores tradicionales. Volviendo a las conexiones entre neoliberalismo y neoconservadurismo se puede apuntar que en una sociedad en la que el neoliberalismo predica en el terreno económico un individualismo a ultranza y la competitividad al máximo, en la que se debilitan los mecanismos e instrumentos de solidaridad, se busca obtener la cohesión invocando los viejos valores patrióticos y religiosos.

Juan Trias Vejarano es profesor emérito de la UCM

Ilustración de Patrick Thomas

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