Dominio público

Perú: Fujimori libre tras sórdido pacto

Alejandro Lira

Periodista

Alejandro Lira
Periodista

La corrupción en el Perú ha cerrado un círculo perfecto de impunidad. El presidente Pedro Pablo Kuczynski, (hallado en falta al haber recibido pagos de parte de la constructora brasilera Odebrecht, mientras era funcionario gubernamental del hoy prófugo ex presidente Alejandro Toledo), ha otorgado un "indulto humanitario" a Alberto Fujimori, quien cumplía una condena de veinticinco años por autoría mediata en dos casos de asesinato, además de otros delitos de corrupción. A los 79 años, quince años antes del término de su condena y después de purgar 10 años en prisión, Fujimori es un hombre libre.

Belén... Belén, las campanas de la libertad que le abrieron al condenado las puertas del presidio en la Nochebuena pasada, en realidad se habían afinado cuatro días antes, cuando Kuczynski, con la soga al cuello del impeachment del Congreso, se salvó de ser vacado como Presidente del Perú,  gracias a un siniestro trueque de impunidad: mantener la inmunidad que le otorga el cargo presidencial a cambio de la libertad del recluso.  Éste, —desde la cárcel—, ordenó telefónicamente a diez de sus congresistas votar en contra de la moción, lo cual ocurrió frustrándose así la vacancia, para beneplácito de los mercados y de todos los medios de comunicación, que titularon al unísono: "Se salvó la democracia".

Hasta antes de este insólito pacto entre supuestos contrarios, el electorado peruano estaba polarizado entre el capitalismo salvaje, (fujimorismo) y el capitalismo pijo, (Peruanos Por el Kambio); los primeros creían que la petulancia del capitalismo de terno y corbata, —como siempre—, nunca iba a permitir el ascenso de los más emprendedores de los estratos bajos  para competir en igualdad de condiciones con los ricos. Y los segundos creían que el fujimorismo era una perversión casi satánica del capitalismo; que con el arnés del Estado de Derecho y con el manual de costumbres de los Derechos Humanos,  era posible domesticar al capital y mantenerlo en los ámbitos de la concordia humana.

El poco conocimiento de la historia contemporánea mundial no le ha permitido entender al electorado peruano  que el tercer mundo está plagado de Fujimoris, desde el tailandés, Thaksin Shinawatra hasta el actual presidente filipino Rodrigo Duterte. De igual modo, la hegemonía cultural y mediática del capitalismo continental ha ocultado la verdadera historia siniestra del capitalismo pijo, en América Latina.

Personajes con el mismo talante histórico de Kuczynski, son los que han avalado todas las dictaduras militares del continente, con su secuela de muertos, torturados y desaparecidos. Son los Kuczynskis del continente quienes hace más de medio siglo siguen castigando al pueblo cubano, impidiéndole el acceso a medicinas, o cualquier instrumental médico que cuente con patente o con un simple tornillo estadounidense. Son ellos quienes bloquean la llegada de medicinas a Venezuela, para luego levantar la propaganda negra de que en el país llanero no tienen ni para medicinas.

Son ellos quienes han cerrado las oportunidades a los jóvenes en centro América, al mismo tiempo que los han inundado de armas, haciendo de las calles de países como El Salvador, Honduras y Guatemala, tierra de nadie, donde sólo florece el pandillaje juvenil en medio de la industria del narcotráfico y el auge de las compañías de seguridad.

Es el capitalismo pijo el que de modo encubierto propicia la desestabilización de los gobiernos que se oponen a sus dictados. Y cuando esto no es suficiente, no dudan en enviar a sus soldados para imponer la ley del Imperio. Pero no son solo los marines quienes establecen el  hardware imperial. Paralelamente cuenta con un ejército de evangelistas del mercado libre y del Consenso de Washington       quienes se encargan de ajustar el software del sistema, básicamente controlando las bancas centrales y la estructura de la deuda continental; verdaderos funcionarios y corregidores del imperio contemporáneo, como es el caso del actual presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, a quien no le faltan pergaminos académicos anglosajones: graduado en ciencias políticas, filosofía y economía en Oxford, Inglaterra,  y con una maestría de economía en Princeton, Estados Unidos. Aunque su verdadero peso e influencia en los mercados político-financieros del mundo está dado por la combinación de otros factores de diverso cariz: ascendencia judía, parentesco político con un director general de la CIA, gerente de banca central tercermundista, funcionario del FMI y del Banco Mundial, premier y ministro de carteras claves para los intereses corporativos: energía y minas, y economía.

Cuando en junio del 2016, (luego de renunciar a la ciudadanía estadounidense y en comicios signados como "la elección del mal menor"), logró la Presidencia del Perú, Kuczynski, alcanzó el último círculo del paraíso de las puertas giratorias: ser el primer empleado y al mismo tiempo el primer dueño de una país cuya  marca comercial tiene el nombre de Perú.

En este sutil ascenso de las puertas giratorias, Kuczynski, sin ningún dominio del arte de la retórica, ha superado en fortuna al propio Felipe González y al mismísimo Tony Blair. Con la salvedad que esta superación le puede costar muy caro; tanto alternar entre lo privado y lo público ha terminado mareado; víctima de una grave esquizofrenia administrativa; sufre desvaríos contables de orden espacial y temporal que no le permiten precisar cuándo fue uno y cuándo lo otro; ni mucho menos si cuando le pagaron fue éste o aquél.

Si no huye del país en helicóptero, al igual que el argentino De la Rúa o que el boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada o su propio jefe, el ex presidente peruano, Alejandro Toledo, es probable que Kuczynski termine sentado más tarde que temprano en el banquillo de los acusados de la Justicia peruana. Sin embargo,  no es allí donde daría lo mejor de sí. Digo, si hubiese un Tribunal Internacional que juzgase la historia económica del tercer mundo, y, en especial, la historia del expolio en América Latina, y si se le ofrecieran las ventajas de una delación premiada, sin duda alguna su testimonio tendría un valor histórico y documental excepcional.

Pocos, como él, conocen en profundidad los mecanismos que han permitido el trasvase de la propiedad pública a manos privadas y el trasvase de la deuda privada en deuda pública y la multiplicación de ésta, creando fortunas de comisiones en cada factorial multiplicativo. Todo esto desde el Río Grande hasta la Patagonia, desde las privatizaciones del mexicano Carlos Salinas de Gortari hasta la actual multiplicación exponencial de la deuda argentina en manos de  Mauricio Macri.

Al final, para el electorado peruano a estas horas, las fronteras entre capitalismo salvaje y capitalismo pijo, han empezado a difuminarse rápidamente,  dejando a dos cárteles de mafiosos, negociando treguas de mutua sobrevivencia. Este sórdido pacto ha abierto otra vez las compuertas de la indignación popular, la misma ira que hace 17 años se trajo abajo el régimen del hoy, nuevamente hombre libre,  Alberto Fujimori.

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