Dominio público

Uno de los nuestros

Cayo Lara

CAYO LARA

Uno de los nuestrosMarcelino Camacho, el histórico sindicalista fundador y primer secretario general de las Comisiones Obreras (CCOO), ha fallecido. Marcelino fue también diputado comunista por Madrid entre 1977 y 1981, así como un destacado miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida.
Lo primero que me viene a la mente al recordar a Marcelino es la emoción y el dolor que, estoy seguro, siente la inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras. Con la desaparición física de Marcelino perdemos a una figura clave para el movimiento obrero y para la propia historia de este país a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. No en vano, los trabajadores tenían en él un referente claro, alguien que nunca les falló.
Su figura se agranda hoy en medio de estos tiempos tenebrosos, tiempos en los que, como dice el tango Cambalache, "es lo mismo ser derecho que traidor". Son, podríamos calificarlos, tiempos al revés. Los culpables, los golfos, los corruptos, se pasean por las primeras páginas de los medios de comunicación rodeados de hábiles abogados y sutiles maniobras de distracción, mientras que algunos jueces dignos y valientes son desterrados al banquillo de los acusados o el movimiento sindical es denostado, vejado y apaleado por ejercer aquellas funciones que la legislación le confiere. El artículo 28 de la Constitución Española, en su punto 1, señala: "Todos tienen derecho a sindicarse libremente". Asimismo, en el punto 2, se explicita: "Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses". Fue el poeta y dramaturgo Bertolt Brecht –comunista también– quien exclamó: "¡Qué tiempos estos en los que hay que demostrar lo evidente!"...
Estos son los tiempos en los que nos ha tocado vivir, los tiempos con los que nos toca lidiar. Esta es nuestra crisis, este es nuestro combate frente a la tiranía y la desvergüenza de los especuladores y su séquito de voceros que se han adueñado del mundo y de sus valores. Por eso, cuando tenemos la oportunidad de recordar la peripecia vital de personas como Marcelino Camacho, también hemos de sacar conclusiones provechosas. A fin de cuentas, al recordarle nos estamos manejando con un material histórico, sí, pero con un material histórico "sólido y próximo, concreto y con la línea del horizonte en su mirada", como le describió el también sindicalista Agustín Moreno. Esa capacidad de mirar, y ver, que tenía Marcelino hizo posible que sacara conclusiones finas: sociopolíticas, culturales... Esa facultad le permitía observar el cambio y establecer objetivos frente a las nuevas realidades.

Hoy, cuando vemos cómo algunos ponen en almoneda la vigencia de sus ideas; hoy, cuando vemos cómo algunos se han convertido en meros cultivadores del culto a la personalidad de su propia figura; hoy, cuando algunos se significan y trabajan para el divide y vencerás; es hoy, entonces, cuando el valor de la coherencia, el valor de la solidaridad y el valor plural de los proyectos compartidos adquiere su mayor relevancia. Algo de esto recuerda otro maestro del sindicalismo, José Luis López Bulla, ex secretario general de CCOO de Catalunya, en su aportación al libro coral Marcelino Camacho. Historia de un compromiso (Fundación 1º de Mayo): "Aquel movimiento de trabajadores [se refiere a los inicios de CCOO], en principio gelatinoso, debía ser abierto (esto es, no clandestino ni clandestinizante), unitario, porque los trabajadores tienen un vínculo común de naturaleza social y, desde ahí, muy pegado a los problemas que sienten las personas de carne y hueso. Y un mandamiento a los dirigentes, de sabia socarronería, tomado de prestado de Maurice Thorez [histórico dirigente del Partido Comunista francés]: hay que ir delante de la gente, pero no muy delante, porque entonces los perdemos de vista".
¡Qué podemos decir que no se haya dicho ya de Marcelino Camacho! ¡Cómo añadir alguna perspectiva nueva sobre la trayectoria y el ejemplo de Marcelino! ¡Cómo no usar palabras ya dichas para describir los sentimientos renovados que siempre nos acerca su presencia y su legado, siempre presentes! "Sencillez y firmeza, larga trayectoria sin transfuguismos –escribió el propio Marcelino, refiriéndose a Dolores Ibárruri, en palabras que hoy también sirven para él–. Humanismo, libertad, democracia, socialismo, toda una vida, y un ejemplo que los asalariados y asalariadas, los marginados y marginadas, los parados y paradas no olvidaremos jamás".
Quizá todo está dicho ya con nuestro respeto y emoción. Respeto, ese es un tesoro que algunos no aprecian, que otros olvidaron por el camino, y que algunos otros, prisioneros de su espejo y su hechizo ególatra, no son capaces siquiera de otear. Marcelino debiéramos ser todos, ante el fascismo de manos blancas, ante los corruptos de corbata color pastel, ante la indignidad de los explotadores. Marcelino debiéramos ser todos, y entonces la correlación de fuerzas no sería tan desproporcionada y, en todo caso, la batalla sería dada. Porque las batallas siempre han de darse. Marcelino las dio, armado de un coraje sin límite y de una voluntad de hierro. Se enfrentó a ellas con inteligencia, valentía y realismo. Un maestro, Marcelino, un maestro. ¡Qué bonito poder recordarte tal y como eras, siempre vital, siempre honesto, siempre tú, siempre uno de los nuestros!

Cayo Lara es coordinador federal de Izquierda Unida

Ilustración de Mikel Casal

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