Dominio público

Queda mucho por delante pero este país es otro

Gloria Elizo

Diputada de Podemos y vicepresidenta cuarta del Congreso

Lo recuerdo perfectamente.  Hace ya casi diez años, antes del 15-M en plena crisis, el sinvergüenza de Díaz Ferrán en la TV, presidente de la CEOE, diciéndonos compungido que no había más remedio. Que para salir de la crisis había que trabajar más y había que ganar menos.

No había más remedio. ¡Lo oímos tantas veces! Había que recortar nuestros salarios, había que recortar nuestros derechos, había que recortar nuestros servicios públicos, había que recortar nuestras vidas. Sí. Habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Teníamos que devolverlo. ¿Democracia?, ¿política? No había más política que la de sus encorbatados expertos de sus fundaciones bancarias.

Fuimos a la calle. Muchas veces. Nos quedamos en las plazas. Nos miraron con su habitual displicencia paternalista. Insistimos. "Está bien que gritéis", nos dijeron, "pero no se puede".

Llegó el invierno. Desde la calle Génova llegaban gritos de "indignados, a currar". Rajoy celebraba una mayoría absoluta. Algunos pensamos que a lo mejor tenían razón. Que había llegado la hora de mancharse las manos. De montar un partido político y, como decían ellos, presentarse a las elecciones.

Pero ¿para qué un partido más? Hay dos tipos de organizaciones políticas: las que le dicen a los demás lo que debe hacerse... y las que lo hacen. Podemos nació ya con la vocación en el nombre de cambiar las cosas, del hartazgo de la queja y la propuesta silenciada. Podemos nació para hacer la política, no para decirla. No para recordar una vez más que había que recuperar la democracia y gobernar para la gente. Nació para hacerlo. Para mancharse las manos desde la diversidad de sus gentes, de sus ideologías, de sus situaciones, de sus biografías... de ser una herramienta a nuestro servicio, al servicio de una sociedad que debía hacerse cargo de unas instituciones que, de otra forma, seguirían eternamente mirando para otro lado.

Decir que hay que cambiar las cosas está muy bien. El poder te mira con su habitual displicencia paternalista, te da una palmadita en la espalda y sigue negociando sus adjudicaciones. El problema no es cuando sales a una plaza llena a decirle a la gente que sí se puede. El problema es cuando de pronto se levantan una mañana y les faltan "sus votos útiles", el verdadero problema es cuando te sientas en sus escaños, cuando les coges sus micrófonos o cuando sales al balcón de sus alcaldías a celebrar con la gente que la alegría ha cambiado de bando. El problema es cuando sí se puede.

Y eso. Hacer posible lo deseable, convertir la democracia en leyes, en presupuestos, en números en la nómina, es lo que para ellos no puede ocurrir. Lo que no pueden permitirse es que se demuestre que todo su relato de impotencia y resignación era el producto falaz de una codicia sin límites. Lo que no pueden permitirse es que se sepa la verdad por todo el mundo: ¡Qué sí! Que sí se puede.

Y es ahí cuando vale todo y todo se financia: es ahí cuando encargas a la cloaca de Villarejo e Inda fabricar y difundir los informes contra Pablo Iglesias, reúnes a los directores de los medios para identificar Podemos con Venezuela o buscas desesperadamente "críticos" a lo largo del país para que digan algo contra la democracia interna de Podemos o contra Pablo Iglesias.

Pero Podemos es mucho más que sus magníficos portavoces, sus vídeos emocionantes, más también que los titulares llenos de mala fe. Podemos es tanta y tanta gente que sabe que sí se puede. No gracias a una campaña electoral, a un mitin emocionante o a un voto en una urna. Podemos es la gente que sabe que tiene razón, que otro país es posible, otra Europa, otro planeta. Que es posible vivir sin robarnos, que es posible querernos diferentes, respetarnos desde la multiplicidad y crear un espacio amable para la vida, un lugar que empiece en el trabajo, en el salario, en la calle, en el vecindario, en un país enorme y variado donde sobra sitio para que la vida florezca, donde los recursos se centre en lo importante, donde se respete el esfuerzo, donde sea fácil crecer, estudiar, investigar, trabajar, crecer y hacer crecer todo tipo de familias, envejecer... defender un país que se parezca al que queremos ser y al que con tantas dificultades pertenecemos.

Miradlos. Están desesperados. No saben qué hacer. El mundo debiera haberse detenido al enterarse de que no había por qué bajar las pensiones a nuestros mayores. Se echan las manos a la cabeza, esto nunca debiera haber pasado. Regular los alquileres ¡debe ser imposible!, la subida del SMI debiera haber desencadenado ¡una crisis financiera mundial!, y para acabar con la Ley Mordaza y dejar de mandar raperos y demás a la cárcel debiéramos haber reunido antes al Consejo de Seguridad Nuclear.

Podemos ha hecho lo que ha venido a hacer. A demostrar que podemos. Que sí se puede echar a la derecha corrupta y sí se puede gobernar para la gente. Que la democracia no sólo es posible sino que también es mejor.

Y no, no será fácil. Ahora están en shock, reunidas las familias bajo el manto poderoso del gran padrino Aznar, van de un lado a otro de España tratando de azuzar el enfrentamiento entre la gente, o viajan a Europa a cagarse en su marca España. Porque España es sólo suya, piensan mientras sudan ante la idea de ir a Andalucía a convencer a la gente de que tienen que ser patriotas y bajarse el sueldo.

Queda mucho por delante pero este país ya es otro. Muchas alianzas, mucho dinero en juego. Muchas llamadas oscuras como la que recibió el Tribunal Supremo. Pero adelantémonos: El campo de batalla ha cambiado. Sabemos que el desánimo es el arma del enemigo y les quedan todos sus altavoces para gritarlo. Pero seamos conscientes de que más allá de todos los insultos, las mentiras, los errores -sí, también los errores- Podemos -y sus aliados- constituyen el único espacio sin más compromiso que el de poner este país a nuestra altura.

Sabemos que es posible avanzar entre sus dificultades. Hay un país escurriéndoseles entre sus trampas camino de la dignidad. Sabemos que sacarán del cajón de la historia su monstruo feo del fascismo, pero sabemos dónde está el truco. No necesitamos sus recortes, no necesitamos su moderación, sabemos que simplemente es posible unirnos depositando en nuestras manos nuestro propio futuro sin entrar en su trile de precariedad, mentira y barbarie. No. No nos van a convertir en enemigos de nosotros mismos.

Y cuando nos asalte la impotencia, nos agreda su chulería o sus llamadas nocturnas surtan efecto por encima de la ley o la democracia, recordemos a Díaz Ferrán vendiéndonos en 2010 su apenada resignación de que hay que ganar menos para salir de la crisis. Hoy está en la cárcel por chorizo. Y el año que viene el SMI será de 900€. Seguiremos peleando. Todas y todos. Cada una desde donde nos toque. Seguiremos sonriendo. Porque sí se puede.

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