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¿Es que ya no quedan héroes?

Rcihard Gowan

¿Es que ya no quedan héroes?RICHARD GOWAN

Dónde han ido a parar los héroes? En vísperas de la reunión de los líderes del G-20 en Seúl este mes, el primer ministro británico, David Cameron, declaró que el Grupo había dejado atrás su "etapa heroica". Tenía cierta razón. En 2008 y 2009, los esfuerzos del G-20 por controlar la crisis financiera atrajeron atención mundial. Los presidentes y primeros ministros congregados en sucesivas reuniones en Washington, Londres y Pittsburg se tomaron como una responsabilidad personal el rescate de la economía. Y no faltó dramatismo.

Antes de la cumbre del G-20 en Londres, Nicolas Sarkozy amenazó con retirarse si las propuestas francesas de regulación financiera fallaban. Los oficiales estadounidenses informaron de que Barack Obama (tras admitir la responsabilidad de EEUU en la crisis) resolvió sin ayuda de nadie una disputa entre Sarkozy y el presidente chino, Hu Jintao. Gordon Brown, el predecesor de Cameron, ganó bastante prestigio gestionando la cumbre. Era justo lo que un mundo asustado necesitaba. La crisis resultaba incomprensible para la mayoría de los legos, pero las dinámicas políticas del G-20 fueron sencillas: se trataba de políticos reconocibles que discutían abiertamente de sus diferencias para forjar decisiones. Es lo que el mundo espera de los líderes.

A principios del siglo pasado, el sociólogo alemán Max Weber analizó acertadamente el "liderazgo carismático", atribuyéndolo a una persona que "se distingue de los hombres de a pie y al que se le atribuyen poderes o cualidades supernaturales, sobrehumanas o, por lo menos, excepcionales y concretas". Este tipo de carisma se suele asociar con iconos religiosos (el Papa Juan Pablo II) o líderes de guerra (Winston Churchill). En el nadir de la crisis, a los líderes del G-20 también se les otorgó un carisma especial. Que los medios se centraran en su comportamiento oscureció las negociaciones y los procesos burocráticos de toma de decisiones acontecidos entre bastidores. A pesar de la gran atención prodigada al G-20 desde 2008, no todas sus decisiones se han cumplido. Un estudio reciente de Bruegel, un think-tank económico con base en Bruselas, concluyó que las autoridades nacionales han realizado una mala labor a la hora de implementar los puntos acordados por el G-20 durante su primera cumbre de líderes en Washington DC en noviembre de 2008.
Puede que, después de todo, el G-20 no posea poderes mágicos. Los líderes que asistieron a la cumbre de Seúl tenían un aspecto bastante corriente y llegaron a un acuerdo limitado para tratar los desequilibrios económicos globales. La "etapa heroica" de la diplomacia del G-20 ha sido sustituida por un regateo diplomático más mundano. Algo semejante ha ocurrido con las conversaciones internacionales sobre cambio climático. Durante la desafortunada cumbre de Copenhague del año pasado, presidentes y primeros ministros intentaron negociar un acuerdo climático. El resultado fue caótico. Este año, las conversaciones de seguimiento en México se han mantenido discretas deliberadamente.

¿Qué quiere decir esto del liderazgo político en el complejo entorno internacional actual? Muchos especialistas en política exterior creen que la globalización está volviendo obsoletos a los líderes políticos. Los cínicos ponen el ejemplo de Barack Obama. El presidente asumió el mandato con altísimos índices de popularidad dentro y fuera de su país, pero una nefasta combinación de circunstancias económicas, las políticas de poder de China en Asia y el colapso del consenso político en EEUU le han impedido hacerse con las riendas de los acontecimientos. En lugar de proyectar carisma, Obama ha tendido a ser pragmático y, al parecer, está dispuesto a aceptar las limitaciones de poder de EEUU. Los republicanos se quejan de que es débil, pero no deberían olvidar que George W. Bush también se refugió en el pragmatismo cuando sus intentos de liderazgo heroico fracasaron estrepitosamente.
Más allá de EEUU aún quedan líderes que quieren ser héroes. Luiz Inácio Lula da Silva mantuvo el dramatismo que tanta fama le proporcionó como líder sindical. Si bien sigue siendo tremendamente popular en Brasil, sus esfuerzos diplomáticos personales con Mahmud Ahmadineyad por resolver la crisis de Irán no contaron con gran apoyo por parte de EEUU, China, Rusia y la UE. Por el contrario, el sosegado primer ministro indio Manmohan Singh es una estrella en ascenso en el escenario mundial. Líderes como Obama y Cameron parecen admirar su gestión tranquila y tecnocrática del auge de India. Igualmente, el ruso Dmitri Medvédev se ha ganado amistades al adoptar una imagen más razonable que su predecesor, el súper macho Vladimir Putin. Dicha distinción pierde fuerza debido al poder que Putin conserva en Moscú, pero EEUU y la UE han invertido mucho en mantener una relación con Medvédev. Quizá Singh y Medvédev demuestren ser modelos para los líderes mundiales del futuro: pensadores natos en lugar de aspirantes a héroes. O tal vez necesitemos una nueva definición de liderazgo heroico que encaje con las realidades actuales.

En una economía global interdependiente, los verdaderos héroes son políticos preparados para embarcarse en complejos compromisos multilaterales por el bien común. Esta no es una definición tradicional de heroísmo. Pero encontrar políticos capaces de gestionar la globalización puede que sea incluso más difícil que encontrar grandes guerreros.

Richard Gowan es Investigador principal del European Council on Foreign Relations.

Ilustración de Patrick Thomas

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