Dominio público

“Vamos despacio porque vamos lejos”

Enrique del Olmo

Así señalaba el 15-M su apuesta estratégica, aunque también podríamos utilizar un viejo aforismo: "Vísteme despacio que tengo prisa".

Después del magnífico triunfo de Pedro Sánchez y el PSOE el 28 de abril producto de la movilización electoral para parar el golpe involucionista que nos anunciaban Casado, Rivera y Abascal se abre una oportunidad extraordinaria de construir un nuevo escenario de convivencia democrática, ampliación de derechos y recorte de la desigualdad. Una perspectiva a medio plazo que requiere la mirada larga y el no marearse ni por inmediateces mediáticas, ni por presiones inadmisibles (que por supuesto las va a haber).

En primer lugar hay que huir de concentrar la discusión en el tema de la investidura, la formación de gobierno y las alianzas. Que obviamente tienen que tener un punto básico: ratificar institucionalmente lo que ha expresado la ciudadanía en las urnas. Por mucho que se unan todos los tertulianos, empresas y medios de comunicación en pedir el acuerdo de Cs con el hasta ayer denominado okupa de la Moncloa, este es claramente contrario al resultado de las urnas. Los números aquí no son neutros, los diputados naranjas han sido elegido para un proyecto que choca claramente con las aspiraciones mayoritarias de la España real, por mucho que ellos se arroguen ser los únicos representantes de la esencia de la España inmarcesible. La cuestión no es sumar diputados para lograr mayorías, la cuestión es apoyar un proyecto político, social e institucional en una mayoría parlamentaria.

La problemática relación del PSOE con Rivera y Cs no viene ni de los ataques furibundos contra Pedro en campaña de toda la dirección de Cs, salidas del mismo abrevadero que las del PP y Vox y ni siquiera del "magistral" cordón sanitario que se inventaron para competir contra la ultraderecha (lo que ha generado malestar entre muchos de sus seguidores mas centristas), el problema de fondo viene por la oposición frontal a las políticas de reequilibrio social y de defensa de lo público de los socialistas y podemos. Ciudadanos fue un protagonista activo del bloqueo y del voto en contra de las medidas sociales del Gobierno Sánchez en la microlegislatura, que han votado de forma casi permanente contra cualquier medida que redujese los recortes o mejorase las condiciones sociales de trabajadores y pensionistas, que ha realizado una clara oposición, maquillada de "feminismo liberal" a la lucha del movimiento feminista, siendo adalid de la execrable posición en defensa de la gestación subrogada, no se puede obviar su oposición a la recuperación de la memoria histórica y la defensa de las víctimas del franquismo. No es posible avanzar en una política de vivienda social con quien considera que este derecho debe estar sometido a la lógica/ilógica del mercado y que es absolutamente condescendiente con los fondos buitre a los que protege ocultando el problema detrás de una demagógica defensa del trabajador que tiene un piso y que lo alquila para mejorar sus rentas, lo que no ha sido cuestionado por nadie. Es imposible compartir un escenario de futuro con los que rechazan furibundamente cualquier reequilibrio fiscal para que los que más tienen paguen algo y no se escapen de su responsabilidad social. Y ya se nos explicará cómo se puede compartir un mínimo proyecto de articulación territorial en España, cuando compiten en demagogia, falsedad y enfrentamiento con el PP y Vox  en relación a Cataluña y sólo esgrimen el 155 permanente como forma de "domesticar" a los rebeldes catalanes. No estamos ante un problema de palabras gruesas y desfachatez, que también, sino ante políticas que caminan en rumbos opuestos y divergentes, por mucho que ahora quieran blanquear el sepulcro los adalides del encuentro Sánchez-Rivera.

Estamos en los días que el centro de la agitación comunicativa se ha situado en las alianzas, acuerdos y formación de Gobierno y esto desde mi punto de vista es un error. Sería absurdo negar su importancia, pero sería un error de dimensiones superiores el centrar el futuro de la legislatura y de la acción política de los próximos años en esto. Durará el tiempo que dure la discusión, pero su prolongación y tensión en nada ayuda a aprovechar la pulsión transformadora que expreso la ciudadanía el 28-A.

Las formulas pueden ser muchas: gobierno solitario del PSOE, gobierno de coalición de izquierdas con Podemos, gobierno PSOE más independientes, acuerdo de legislatura con Podemos y nacionalistas, acuerdos al margen de los independentistas. Votos a favor, abstenciones en segunda ronda. Aun mas, hoy puede haber una formula y en los próximos meses se puede avanzar otra....Cualquier fórmula es positiva (fijémonos una vez más en Portugal) si sirve para poner en marcha un plan de reformas y cambios, que fueron esbozados en el acuerdo presupuestario entre Sánchez e Iglesias y apoyado por el PNV. Para los partidos y sus direcciones, este puede ser un tema de gran importancia, pero para los millones de españoles que han derrotado a la derecha (con sus tres componentes) este tema es secundario lo que se desea es iniciar un nuevo tiempo. Lo importante es avanzar una propuesta de legislatura compartida alrededor de la que construir la mayoría parlamentaria.

Anteriormente he señalado que la primera pieza del acuerdo, está claramente enunciada: el acuerdo presupuestario que fue boicoteado por la derecha y los independentistas. Las referencias a salario mínimo, vivienda social, sanidad pública, educación, dependencia, violencia de género, memoria histórica, I+D+i,.. Todo lo avanzado en el dialogo social con los sindicatos. Deben ser profundizadas ahora sin tanta premura y con un cambio en la composición del parlamento (decisivo configurar una mesa del Congreso desde la que no se haga filibusterismo político), y a la vez la mayoría socialista en el Senado que impide que la segunda cámara (la cual debe estar sometida a revisión) se convierta en un dique contra las reformas progresistas imprescindibles.

Se ha señalado por parte tanto de Sánchez como de Iglesias que la lucha contra la desigualdad tiene que estar en el frontispicio de la acción de gobierno y junto a ello su correlato para hacerlo: la redistribución fiscal. Ahí no tenemos dificultades. Lo que se precisan son medios y buenos gestores al servicio de la redistribución. Después de un largo periodo de capitalismo de amiguetes y de corrupción, que ha supuesto un continuo drenaje de las arcas públicas a favor de los bolsillos de unos pocos, es preciso abordar la redistribución con decisión y sin miedos. Es preciso incrementar la presión fiscal real y efectiva por la vía impositiva y recaudadora de la riqueza oculta, entre 7 y 8 puntos en 2 o 3 años. Para homologarnos con los países de nuestro entorno. Es una grave hipocresía aceptar por la derecha que tenemos una democracia e instituciones homologables con el resto de Europa y no un sistema fiscal, que es el que realmente permite esa homologación, que tiene como seña de identidad unos potentes, solidarios, eficaces y de calidad servicios públicos. Estamos necesitados de esos puntos de PIB no para gastar más, que también, sino para hacerlo mejor con responsabilidad, equidad y eficiencia.

Y hay temas sustanciales tanto para el modelo productivo como para la vida de las personas que no pueden ser obviados sino que requieren una decidida actuación que las dificultades parlamentarias y el obstruccionismo continuo de la derecha ha impedido progresar: la reforma laboral, la ley hipotecaria, la eutanasia, la transición energética, la recuperación para la esfera de lo público de la sanidad, y la educación configuran algunos de los puntos de la agenda que deben marcar la legislatura.

Los resortes y las herramientas que deben utilizarse se conocen. Requieren tiempo y prudencia y diálogo pero, sobre todo,  voluntad política y constancia.

Junto a ello hay temas de gran calado que no deben quedar en un cajón, si queremos salir en el 2023 con un país más justo, igual y democrático que actualmente. Dichos temas van a ser motivo de controversia y debate pero ante los cuales no se pueden hacer blanqueos de apariencia: la reforma electoral (es absolutamente escandaloso, que ni siquiera en voto rogado haya podido ser eliminado); la reforma y modernización de la justicia eliminando el papel ejecutivo que le dio el PP para ocultar su política regresiva detrás de las togas; la reforma del reglamento del Congreso el filibusterismo elevado a ciencia política de la peor condición. Agilidad, transparencia, rapidez en las respuestas y a las demandas de los  ciudadanos, y ello compatible con el ejemplar control al gobierno y resto de instituciones públicas; Sabemos también que tenemos pendientes la reforma de la administración pública. se pueden diseñar excelentes políticas que si no tienes los instrumentos y recursos adecuados, serán un mero canto a la bandera, No se ha señalado con la crudeza necesaria, que la Administración Pública se ha transformado bajo la dirección de Soraya Sáenz de Santamaría y Montoro en un mastodonte pesado e ineficaz que se ha movido con cuatro ejes: dificultar la ejecución del gasto público para maquillar las cifras del déficit, jerarquizar la administración para favorecer los cuerpos de altos funcionarios del Estado, esencialmente conservadores;  externalizar a empresas privadas beneficiarias de pingues beneficios en lugar de favorecer las carreras profesionales de los empleados públicos y derivar a los municipios (regla de gasto) el  mayor peso de la reducción del déficit.

Abordar la reforma de la Constitución. Hay mucho escrito y previsto. Desde lo más sencillo precisando 176 votos, a las reformas más estructurales que precisan esas insólitas mayorías y procedimientos de blindaje que también es preciso al cabo de más de 40 años ir "soltando". Las tablas de la ley son incompatibles con el mundo que vivimos de globalización, de cambio, de inmediatez, de información compartida en tiempo real y de forma muy especial en dicha reforma la inclusión de los derechos sociales eliminando los bloqueos a políticas económicas progresistas como el tan lesivo artículo 135 y por supuesto la integración de nuestra pertenencia a la Unión Europea en la Constitución.

Cuando hablamos de que vamos despacio porque vamos lejos es porque hay temas como el modelo territorial que requiere sin ninguna duda huir del marco de la inmediatez (un caso extremo las condiciones de exigencia de autodeterminación previo al voto de los presupuestos generales por parte de ERC y PdeCat) pero eso no quita un ápice para abordarlo sin prisa pero sin pausa. La derecha españolista y el independentismo unilateral han incendiado el escenario y eso dificulta especialmente las salidas e incluso el dialogo. La judicialización, la cárcel y la persecución política agudiza las tensiones y la emotividad, pero ese es el escenario existente y sobre él hay que actuar, y esto además incluye el ejercicio real del autogobierno por parte de la Generalitat y no su ocultación detrás del conflicto con el Estado.

Por mucho que ha  Casado, Rivera y Abascal les gustase, los nacionalismos no son abolibles, tienen que ser conciliables.

Ha habido momentos críticos de demandas nacionalistas duras y maximalistas, sin encaje constitucional, que en un clima de violencia dramática fueron reconducidos hasta su templanza política, lo que también sirvió para ayudar a terminar con aquella desquiciada violencia terrorista que tanto dolor produjo y tan pocos  resultados políticos. No era política, era violencia. La violencia nunca es política. Hubo mucho diálogo. Mucha revisión de dogmas y sectarismo. Hubo tenacidad y decisión. Hubo política y firmeza. En Cataluña todavía estamos a tiempo. Las condiciones  no son tan dramáticas, son irracionales como eran aquellas y ello puede conducir a la violencia.

Eso exige inteligencia, diálogo, constancia y habilidad para ofrecer alternativas. El nacionalismo secesionista no puede mantenerse  unido solo por la utopía irrealizable de un Estado propio, desde bases políticas extremadamente alejadas. Un ala conservadora, elitista, burguesa con olor a naftalina; con otra republicana, progresista en lo social y democrática. Los líderes históricos del catalanismo (Companys, Irla, Tarradellas) nunca dejaron de reconocerse en España sin abandonar su programa máximo.

Pero ahora de nuevo somos llamados a las urnas el próximo 26 de mayo para las elecciones europeas, autonómicas y municipales y ahí de nuevo se van a confrontar dos modelos de sociedad. La primera ola de cambio vino en el 2015, hoy los habitantes de las ciudades y de las comunidades pueden comprobar que hay un espacio diferente en el que vivir, donde el centro está en las personas y los servicios públicos y no en el negocio de unos pocos a costa de los bienes comunes. Somos conscientes de que ha habido muchas debilidades y que no nos hemos acercado a lo que buscábamos y esperamos pero el cambio de rumbo es evidente. Hoy nos la volvemos a jugar, contamos a favor con esta gran victoria del 28ª donde vamos a tener un Gobierno aliado y dialogante (con múltiples contradicciones), sin embargo como consecuencia de algunas frustraciones, ineficacias y sectarismo aderezado con las batallas internas de partidos y coaliciones,  hoy están en riesgo lugares tan emblemáticos y significativos como Madrid, Barcelona, Zaragoza, La Coruña y muchas otras ciudades importantes que hoy están en precariedad política. La derrota de la derecha y su crisis interna no va a dar por si sola la continuidad del cambio, a pesar del poco tiempo por delante en cada ciudad deben sentarse todas las candidaturas de progreso para encontrar un territorio común que permita reilusionar a los ciudadanos y rematar la victoria del 28 de abril con otra victoria el 26 de mayo.

Hemos recuperado el aliento contenido y la ilusión ante la temible amenaza diseñada por las tres derechas, pero alejar su amenaza, convencer a la población que les ha seguido que poner la convivencia por delante del conflicto, la inclusión por encima de la segregación, la pluralidad frente al monolitismo, la justicia frente a la beneficencia, los derechos frente a las concesiones graciosas, la heterogeneidad frente a la homogeneidad, la igualdad frente a la fragmentación social es construir una sociedad mejor donde la convivencia democrática y la justicia sea un valor para todos sus miembros.

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