Dominio público

Catalunya y la paradoja de la unión

Simona Levi

Una gran parte de los regímenes autoritarios y dictaduras surgen de las urnas. No necesitan de alzamientos ni golpes de estado.

Algunos ingredientes son imprescindibles para que los votantes se tiren a los brazos de opciones autoritarias.

Tienen que estar exasperados por una inseguridad económica constante. En España (Italia, Grecia...) este ingrediente no es problema, ya lo tenemos. Los varios gobiernos, junto con un puñado de partidos de "izquierda" o derecha atareados en engullir las migajas del pastel, han hecho una maravillosa labor para la injusticia fiscal y para ahondar la brecha entre los ultra ricos, el régimen, sus clientelas y el resto de la gente.

Pero la injusticia económica puede acabar transformándose en descontento contra el régimen si no se desvía la atención.

Esto solo se puede hacer de una manera: creando un enemigo. Este puede ser interno o externo, aunque interno es mucho más fácil de llevar.

Cuando se elige un enemigo interno, no se han de descuidar algunos requisitos esenciales: debe ser un enemigo que podamos vencer y humillar. Los votantes deben ver como lo doblegamos una y otra vez, como lo dominamos con dejes de víctima, para que la victoria sea todavía más épica. Los defectos del enemigo deben ser magnificados o incluso creados hasta que quede deshumanizado: ya no es una persona, es la identificación de lo abyecto (el gitano, el moro, el judío, el catalán [sí, por mucho que algunos en Catalunya todavía lo nieguen, todo esto ha llevado a que mayoritariamente en el resto de España se vea con hostilidad a los catalanes: ej. en un ejercicio panestatal de sesgo de confirmación, durante las cargas brutales a la primera, multitudinaria y hasta entonces pacifica reacción a la sentencia del procés (la ocupación del aeropuerto), la noticia más buscada en Google en España no era eso sino la señora de Tarragona agredida por un independentista). Así los propios votantes pueden despojarse de toda empatía y, si es necesario, participar del linchamiento. Pueden crecerse al amparo del más fuerte para sentirse todavía personas a pesar de la humillante condición vital de tener que trabajar como animales para llegar a final de mes, sin espacio para pensar, solo para desahogar stress, rabia y frustración.

La polarización que rápidamente se transforma en fanatismo (o sea estar cada vez más lejos de la realidad y más cerca de la abstracción y de los símbolos, como las banderas), es esencial. Esta es la tarea principal y en muchos casos única de los partidos políticos: representar una/s idea/s simple/s ("simple" entendido como no complejo e ideal o sea irreal) de la forma más extrema posible para destacar sobre otros que representan a su vez una/s idea/s simple/s [entendiendo el centrismo y la equidistancia también como ideas extremistas y simples].

La polarización de tus filas ya la tienes, pero es necesario exasperar y acorralar al enemigo elegido hasta distilar una síntesis de manera que en sus filas tengan voz solo quienes coinciden con la visión de enemigo que necesitas. A estos, con la excusa de criticarlos, los magnificas y les das altavoz; a los otros los ignoras. No debe quedar más que una postura frente a la tuya: la opuesta, para que las dos posturas se expliquen por contraposición. Dos posturas donde otras opiniones sean consideradas traición o irrelevantes.

Una vez tengamos esto, tenemos el enemigo tal y como prometimos a los votantes que sería.

Luego tiene que dar miedo. Es importante que se le pueda definir como violento para que el votante lo pueda seguir increpando, pero necesitando amparo y protección del gobierno (a eso se le ha solido llamar "un gobierno fuerte"). Las imagenes de destrucción, fuego y bloqueo son indispensables para que la profecía se autocumpla. Si el enemigo las genera solo, mejor, pero si no no hay nada más fácil que generarlas para él o inducirle a provocarlas moliéndole a palos o por ejemplo, arrancándole los ojos.

Ahora volvamos a las urnas. No nos equivoquemos. No será el PSOE el que dará la estocada mortal; mucho se equivocan los que niegan que en este momento el PSOE, nos guste o no, es el único y último corta fuegos posible en España a una ola de autoritarismo mucho más bestial que, partiendo de Catalunya, arrasará con el resto.

No me malentendáis, en mi caso no votaré PSOE.

Lo que digo es que los regímenes necesitan que el votante llegue a las urnas visceral, conmovido entre fuegos, gritos y símbolos, para que abracemos una de esas ideas simples (como si representara todo nuestro sentir y nos identificáramos completamente con ella) en un gesto de entrega romántica y nihilista al que no le importan las consecuencias.

Es tarea nuestra, de la sociedad civil no entregarnos; ellos nunca lo harían por nosotros. Ninguno jamás podrá representarnos completamente. Pues, debemos permitir que se den la circustancias para que se pueda ir a las urnas a resolver un problema matemático, porque las elecciones son eso: un problema matemático en un mar de fondo de limitaciones.

La sociedad civil necesita un balón de oxígeno para retomar las riendas (frente a la dejadez de funciones del ámbito parlamentario en campaña electoral permanente) y aportar soluciones estables a la gobernanza, resolución de los problemas cotidianos, antes de la nueva y más violenta recesión económica que se avecina. El lugar donde se consiga (si en cooperación con los partidos mejor, si no, sin ellos) será el lugar donde más y mejor se pueda vivir. No hay otra. Ese lugar será un lugar donde valga la pena vivir y por el que más gente estará dispuesta a luchar.

A todo esto¿dónde estoy yo? Creí que ese era el futuro de Catalunya, como un ejemplo positivo a seguir y replicar para bien en España y en Europa. Veo que hay mucha gente como yo. Somos personas que no somos ideológicamente independentistas, pero que creímos que lo que se proponía desde el soberanismo antes del 1-O era la única respuesta frente a la ausencia de dialogo de una deriva centralista y quasicolonial del estado, no solo en agravio a Catalunya sino en agravio, de punta a punta, a toda España. Creímos que en Catalunya se abría un campo para practicar mejor democracia, mejor justicia económica, mejor gobernanza. Sigo pensado que esto, hasta el 1O, fue una posibilidad sincera.

Pero lo que vino después y a donde hemos llegado, deja claro que fuimos ingenuos.

Han pasado dos años y quienes podían demostrar que puede existir una gobernanza diferente no lo hicieron. La motivación es la que se usa en ámbito electoral: "tenemos las manos atadas; hasta que no ganemos no podremos actuar". Evidentemente existe una diferencia atroz respecto a otras circunstancias: la inmensa dificultad de gobernar en Catalunya con una enorme cantidad de personas imputadas y perseguidas (a parte de los ahora condenados, decenas y decenas de funcionaria/os, técnica/os, profesionales, alcaldes, ciudadana/os...). Pero no hay otra o es dejar sola la población que forzosamente debe encontrar soluciones para vivir, sean cual sean las circunstancias.

¿Cómo explicarlo? La represión es lo que hace: ¿cómo podemos criticar cuando hay personas en prisión que pagan un precio demencial y cruel por lo que pasó?

Catalunya se rebeló a una idea de unión prepotente y por ello forzosa; pero la paradoja es que, en la polarización, las voces más extremas contra esa unión, ahora presionan en Catalunya en nombre de la unión, la unión del catalanismo. Luchaban contra la unión como injusticia y ahora imponen la unión con parecida prepotencia.

Esta polarización entre dos opciones de unión forzosas [1] deja a mucha gente como yo sin opciones.

El mito de la unión me repugna y da terror. La unión no existe en la naturaleza. Existe o la cooperación en la diferencia o el pez gordo que se come al pequeño (en este sentido sí, los dos peces se "unifican").

Lo más terrorífico es que es un mito muy anclado, casi nadie piensa que la idea de unión es una cosa mala. Todavía se canta "el pueblo unido jamás será vencido" como si las impresionantes masacres de pueblos enteros ocurridas antes y después de la creacción de este lema no hubiesen acontecido nunca. Los peces gordos han conseguido a su conveniencia una narrativa hegemónica en la que hablar mal de la unión es monstruosa traición. Lo ha sido durante siglos para la unión matrimonial de la carne; lo sigue siendo para las otras formas de unión.

Ahora en ambos lados de la frontera de Catalunya está ganando el fanatismo. Y no hablo de los disturbios que, cuando no provocados, no son síntomas de fanatismos sino de un malestar insoportable y no atendido que como tal se debería resolver, sin reducirlo a un problema de orden público que, en un marco ciegamente simplista, sí lo es.

Hablo de la polarización fanática entorno a ideas simples y que se refleja en al ámbito electoral que ha conseguido el autoritarismo para ganar en las urnas. El fanatismo del fuerte que aplaste al débil también fanatizado a imagen y semejanza de su aplastador.

¿Por qué gana el fanatismo? Por el mito de la unión.

Las responsabilidades del Estado son evidentes y no tienen ningún aliciente para corregirse porque quien gana qué interés tendría en enmendarse. En plata: Sánchez planteará diálogo con los tiempos que mejor le convengan porque se lo puede permitir y sería absurdo pensar que no pueda y deba actuar en sus propios intereses. Es sospechosamente cándido plantear que deba perjudicarse sin ninguna ventaja. Y demos gracias si es Sánchez porque a ningún otro que gobierne en España le va a interesar dialogar al menos en unos cuantos decenios.

Nos guste o no, solo se puede enmendar el rumbo del lado de los que pierden porque solo a ellos les puede interesar hacer algo diferente (a menos que instalarse en el victimismo se considere un rol victorioso, cosa que espero no sea así).

En nombre del la unión, el Govern permanece unido para no ser castigado electoralmente. Lo mismo pasa con Òmnium y ANC. Pero yo creo (espero) que no piensan lo mismo. Si es así, debería ser aceptable que las diferentes opciones puedan aflorar y convivir en la diferencia. De eso trata la democracia.

Una parte del Govern habla de unilateralidad planteando el mismo tipo de prepotencia sobre el 53% de la que sufre el 47% ahora mismo por parte del Estado; llama a la movilización permanente sin tener ningún plan sobre como hacerlo, mandando la población a la masacre de la mano de sus propias fuerzas del orden; cayendo del guindo al descubrir que la movilización desde siempre implica también infiltrados y provocadores y aun más si "permanente"; como si la movilización fuera una solución política y no únicamente una reacción social legítima. El President da órdenes a P.Sánchez quedando en ridículo ya que no tiene ningún fuerza ni poder contractual para dar órdenes. La humillación a la que se expone una y otra vez es justo lo que es necesario para seguir humillando a "los catalanes".  Todo esto cumple perfectamente la función del enemigo ideal que necesitan las opciones autoritarias para ganar en las urnas.

Otra parte del Govern, incluso desde la cárcel, ha planteado, antes y después de la sentencia, que la respuesta debe ser mejor gobernanza y más apertura y escucha. Parece ser una postura opuesta, pero el Govern permanece unido incluso frente a las cargas policiales. Por la unidad, sin la cual hay castigo electoral.

Efectivamente. Hay mucha mucha gente que no puede apoyar el discurso de Torra, pero ERC sufre abucheos tanto si se queda como si marca la diferencia. En nombre de la unidad.

Qué gran contradicción es la de tantas personas luchando contra una unión desigual por una parte y reivindicando hasta el fanatismo la obligación de la unión y la uniformidad dentro de la frontera de Catalunya.

Como decía una estudiante entrevistada en estos días: "Hay muchas maneras de luchar para que las cosas cambien a mejor." Si las unificamos como le gusta a los peces más gordos, se quedarán muchas y muchas personas sin voz.

No soy la única que piensa que una frontera no puede ser un fin en sí mismo, mientras sí lo es una mejor democracia. La opción que los soberanistas proponían hasta el fatídico 1 de octubre de 2017 para muchas personas era atractiva porque era respuesta al bloqueo prepotente y porque podía representar caminar hacia lo segundo. Pero día tras día el discurso se hace más simple y repetitivo y para muchos es ya insostenible seguir simpatizando con algo que parece haberse quedado bloqueado y hueco; al menos hasta que se demuestre lo contrario. Que la dimisión de Torra sea demostración de altura de estadista. Que se demuestre que sí hay un plan entorno a la democracia y a una mayor justicia económica y en general, sea con estas fronteras u otras, para que Catalunya valga la pena. Que hayan personas competentes en cada punto neurálgico de la vida cotidiana, presente y futura. Ahora no es así. Sin esto, independencia no es garantía de nada mejor per se.

Y es urgente. Solo quedan 3 semanas para las elecciones. Tras ellas una nueva y más brutal recesión económica que sufriremos todos aunque la haya producido un gobierno autoritario que tampoco es el nuestro y que por cierto ganó en las urnas: el gobierno Trump.

En Catalunya, nos guste o no, tenemos una responsabilidad colectiva de que esto no pase en España. Debemos reenfocar los esfuerzos como sociedad civil activa entorno a acuerdos de mínimos en los diversos ámbitos necesarios para hacer frente por un lado a la nueva crisis económica y por el otro a la brutal regresión democrática que el electoralismo está abonando.

Es urgente y necesario permitir al ámbito parlamentario catalán abandonar el mito de la unión para que pueda representar diversos sentires y diversas soluciones que cooperen de forma constructiva, distribuida, pero no fusional. Frente a la gravedad de la situación, leer el contexto solo en clave de provecho electoral me parece un suicidio.

NOTA:

[1] Los hechos están ahí:
- Por una parte, la represión será cada vez peor, los indicios son inequívocos: políticos elegidos en las urnas condenados a penas inhumanas de prisión por cumplir con su programa electoral (= presos políticos); entre muchos otros, periodista acreditado maniatado y arrastrado por la policía mientras cumplía con su trabajo; uso masivo de armas de mutilación por parte de las fuerzas de seguridad a su vez mandadas a recibir para que sean mártires de la causa; de la mano de opinólogos pop que hablan de distopia cuando encaran inteligencia distribuida, cerrar una web preventivamente y por terrorismo cuando su actividad en ese momento había sido solo la de convocar una concentración bajo clarísimas consignas de no violencia.
- Por otra parte, la insistencia sobre una unilateralidad material,  práctica y obviamente imposible y el bloqueo sin soluciones que permitan a las personas sostener el día a día, son una violencia a una parte mayoritaria - y cada vez más- de la población soberanista y no. Dar a los autoritarios lo que buscan es una irresponsabilidad que no se puede consentir a la clase política. El malestar y la desesperación son de la gente. La clase política cobra con el cometido de eliminar obstáculos y más en un momento en el que se produce una deriva espantosa y antidemocrática que puede acabar muy mal.

"Esto no se resuelve con represión". Pues basta con mirar la historia: si esto no se resuelve con inteligencia, sin duda alguna se resolverá con represión.

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