Dominio público

Pedro Sánchez, parte del problema

Raül Romeva y Alfred Bosch

La silueta del líder socialista y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sanchez, en el mitin de arranque de la campaña electoral para el 10-N, en Sevilla. REUTERS/Javier Barbancho
La silueta del líder socialista y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sanchez, en el mitin de arranque de la campaña electoral para el 10-N, en Sevilla. REUTERS/Javier Barbancho

El 15 de octubre de 2012, David Cameron y Alex Salmond firmaron el acuerdo que haría posible un referéndum sobre la independencia de Escocia dos años más tarde. Fue la decisión más trascendental sobre el futuro de Escocia desde el Act of Union de 1707 (que, por cierto, aseguraba que Escocia e Inglaterra permanecerían unidas para siempre), y también el resultado de un largo proceso de diálogo y negociación con el gobierno británico. Cameron aceptó transferir las competencias legales del referéndum al ejecutivo escocés, ya que en virtud de una ley de 1998 cualquier cambio constitucional era competencia directa de Westminster. Los escoceses decidieron finalmente, por un estrecho margen, permanecer en el Reino Unido, pero la lección de democracia ya la habían dado dos años antes los dos gobiernos.

El Estado español, mientras tanto, ha optado por una vía radicalmente diferente para afrontar el conflicto catalán. Una vía que comenzó Mariano Rajoy pero que Pedro Sánchez ha seguido sin ningún tipo de rubor. Condenar a 100 años de prisión nuevo líderes políticos y civiles catalanes por organizar un referéndum supone una derrota democrática para el Estado de dimensiones aún difíciles de cuantificar. Sánchez es el principal responsable de esta derrota, y responsable también de una decepción mayúscula para aquellos que confiaban en una nueva opción para el diálogo cuando fue investido presidente. Debemos recordar que nunca habría sido presidente sin los votos los republicanos catalanes.

Internacionalmente, Sánchez representaba una cierta esperanza. Muchos creían que sería capaz de gestionar el caso catalán como hacen las democracias avanzadas. Sin embargo, los hechos han acabado demostrando que la única que sigue sentada en la mesa es Cataluña.

Durante los últimos meses, el presidente español ha demostrado su incompetencia de forma obstinada, incapaz de dialogar incluso con sus socios potenciales de Podemos y arrastrando la ciudadanía a unas nuevas elecciones. Ahora vemos como flirtea con Ciudadanos y el PP para un futuro gobierno; los mismos partidos que lo acusaban de "traidor a España" cuando se planteaba un diálogo con Cataluña. ¿Es éste el líder político que ha de liderar un proceso de negociación política con Cataluña?

Pedro Sánchez ha demostrado ser parte del problema, porque ni ha podido ni ha querido hacer nada para desbloquear este conflicto. De hecho, por boca de su ministro Josep Borrell, ha reconocido recientemente que trabaja con el principal objetivo de hacer frente a la independencia de Cataluña y sólo para el 20% de la población catalana contraria a un referéndum. Si hubiera aprendido algo del proceso entre el Reino Unido y Escocia, habría entendido que la única salida posible en Cataluña pasa por las urnas. Que sean las propias urnas las que den una lección de democracia.

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