Dominio público

Lo nuclear, «un asunto llamativo»

Luis Sepúlveda

LUIS SEPÚLVEDALo nuclear, «un asunto llamativo»

Mariano Rajoy es un orador de aquellos que prologan sus intervenciones advirtiendo: antes de hablar voy a decir unas palabras. A veces, muy pocas, esas palabras iluminadas quedan como un referente de su manera de pensar: "La gestión, todo lo realizado, los nuevos proyectos, esas son cosas que afectan a la gente. La guerra de Irak o la catástrofe del Prestige son dos asuntos llamativos, pero su influencia en la vida real de la gente no es tanta".
Han pasado algo más de ocho años de tan profunda observación y en Japón un "asunto llamativo" ha puesto una vez más sobre la mesa el tema de la seguridad de las centrales nucleares, pero fuera de España, porque en el país que según el Gobierno tenía el tejido industrial y financiero más solvente del mundo, los dueños de las centrales nucleares representan al más lucrativo de los negocios.

No es casual que José María Aznar se declare "sin complejos" como el ferviente defensor de la energía nuclear y a los pocos días se conozca un estudio sobre seguridad nuclear realizado por el Foro de la Industria Nuclear Españo-
la y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales. Este estudio concluye: "Con un programa nuclear implantado desde hace más de 40 años, las centrales españolas han acumulado 250 años de operación con las máximas garantías de seguridad". Pero el estudio omite algunos "asuntos llamativos", como que en marzo de 2005 hubo un paro simultáneo de las centrales de Garoña, Ascó I y Vandellós II, es decir, la tercera parte del potencial nuclear español, por motivos técnicos. Tal vez si el Gobierno hubiera exigido una mínima explicación al Consejo de Seguridad Nuclear, se habría enterado de que ya en 2002 el CSN acusaba a Unión Fenosa de no tener una mínima cultura de seguridad.

Las centrales de Garoña, Ascó I y Vandellós II son, respectivamente, de primera, segunda y tercera generación, de los años sesenta, setenta y ochenta. En Garoña se han detectado fallos en el sistema de venteos similares a los que causaron el accidente nuclear de Harrisburg (EEUU), en 1979. El 24 de agosto de 2004, en Vandellós II hubo una fuga originada por problemas de corrosión detectados en 1993, pero el CSN permitió que la central siguiera funcionando sin que se hicieran mayores estudios sobre el grado de la corrosión ni se procediera a una reparación definitiva. El porqué de la corrosión está más o menos claro: Vandellós II no se vale de agua destilada, como hacen las centrales alemanas o francesas, para extraer el calor del núcleo, sino de agua de mar, porque es gratis, porque evita una inversión en aras de la seguridad de los ciudadanos y del medio ambiente. A estos "asuntos llamativos" se debe agregar un estudio del CSN titulado Informe sobre la Degradación de los Servicios Esenciales en Vandellós II en el que critica duramente la falta de una cultura de seguridad en la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós –Endesa e Iberdrola–, siempre dispuesta a reducir las inversiones en seguridad por motivos económicos.

El objetivo final es el lucro y no la seguridad. Y por mucho que Aznar se corte las venas apostando por la fiabilidad de las centrales nucleares españolas, el CSN denunció que las bocas de hombre –los agujeros por los que se ingresa para revisar las tuberías– en Vandellós II fueron cubiertas con una pintura que no respondía a ni un solo criterio de calidad que garantizara la seguridad de los trabajadores.

Estas y tantas otras demostraciones de puro desprecio a la vida, que sumado a los jugosos sueldos de los consejeros de los lobbies energético-nucleares y a la nula información que recibe una masa considerada consumidora de energía antes que ciudadanos, precisa de un urgente debate que necesariamente debe culminar en un plebiscito respecto del futuro energético que queremos.

Tenemos que saber y decir al vecino que las centrales nucleares fueron diseñadas para una vida útil de 30 años. Debemos gritar que en todo el mundo la vida media de una central nuclear, incluso de nueva generación, es de 27 años. Y tenemos que denunciar a los lobbies nucleares que mueven voluntades de gobiernos que voluntariamente permiten que la vida de las centrales nucleares se prolongue hasta los 60 años.
Los dueños de las centrales nucleares son parte de esa minoría dueña del 95% de la riqueza planetaria y a la que eufemísticamente se llama "el mercado". A diario nos invitan a "tranquilizar a los mercados", y una de las medidas tranquilizadoras consiste en leyes que eximen a las centrales nucleares de responsabilidades indemnizatorias en caso de accidentes o "asuntos llamativos", como los llama Rajoy. Estas leyes limitarían los pagos por los daños ocasionados a 700 millones de euros, y el resto lo debe pagar el Estado, los ciudadanos, todos nosotros.
Es verdad que precisamos de energía y limpia, pero también es verdad que las centrales nucleares apenas aportan el 6% de la energía mundial y a la baja, porque el problema de los residuos nucleares, basura radioactiva para los próximos 3.000 años, las han puesto en jaque.
Ignorar el urgente debate sobre la energía que queremos, sobre el mundo que queremos, es actuar como aquel que si conduce a 110 km por hora se duerme. Si ignoramos este debate, lancémonos a 180 por hora, de ser posibles borrachos, sin ajustar el cinturón, hablando por el celular y fumando.

Luis Sepúlveda es escritor. Autor de ‘La sombra de lo que fuimos’

Ilustración de Jordi Duró

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