Dominio público

Un bautismo laico para la URJC

Víctor Sampedro Blanco

Fachada exterior del campus de Alcorcón de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. E.P.
Fachada exterior del campus de Alcorcón de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. E.P.
18 diciembre 2019, EDUCACIÓN, UNIVESIDAD, ESTUDIOS, GRADO.
(Foto de ARCHIVO)
12/18/2019

El cambio de nombre de la Universidad Rey Juan Carlos resulta inevitable. Don Juan Carlos de Borbón se ha visto obligado a desaparecer de la vida pública. Su limitada visibilidad está ligada a la extrema fragilidad de su figura como referente cívico o modelo social. Si el ex-monarca contamina la figura de su sucesor y de la marca España, qué estragos no hará en la credibilidad de una institución universitaria y los títulos que imparte.

Los procesos judiciales en curso contra Juan Carlos I dañarán aún más un nombre y un título que se encuentran cuestionados como nunca. La inanidad y la inconveniencia simbólica de su figura han quedado de manifiesto en la catástrofe del Covid-19.

En este contexto y para mucha gente, don Juan Carlos representa la corrupción clientelar, la malversación de fondos públicos, el fraude fiscal. En consecuencia y como mínimo, encarna la indiferencia ante el destino de "su" pueblo. Esto no invalida el papel que el ex-monarca pudo haber jugado en el pasado. Pero le inhabilita para representar la democracia a la que aspiramos: la "otra normalidad" que queremos – estamos obligados a - crear desde ya.

En la URJC somos multitud quienes deseamos limpiar "nuestro" nombre, las titulaciones, los cargos de funcionarios públicos y las labores de estudio e investigación, la pedagogía y la intervención social que realizamos.

Resulta difícil tolerar por más tiempo ser objeto de escándalo, escarnio y mofa. No queremos vernos vinculados a quien dice representarnos pero se desentiende de nosotras; atento apenas a su fortuna y suerte personal, quizás no tanto, a la de su dinastía.

Queremos llevar el nombre y los apellidos de alguien que represente los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad aplicados al pensamiento, la creación o la investigación. El coronavirus nos recuerda que esas – y no un título regio y la máxima graduación castrense - son las mascarillas, los respiradores y los tests de contagio en una democracia.

Juan Carlos I nunca destacó en el mundo de la cultura, las artes, el estudio... Ni siquiera, en el campo de la filantropía social. Por ello proponemos a la comunidad universitaria de la URJC un nuevo bautizo de la institución, para hacerla y sentirla algo propio.

Iniciemos, pues, ese camino sin padrinos ni madrinas. Barajemos personalidades cuyos nombres y apellidos nos hagan sentir orgullosos de lucirlos como propios. Con una sola condición: que no estén vivos. Por sentido común. No podemos confiar en alguien que pueda decir de nuevo "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir".

Apoya esta iniciativa para celebrar una votación presencial y arrancar el curso 2020-21 con un segundo bautizo de la URJC. Iniciemos una campaña donde se podrán presentar candidaturas apoyadas por grupos que las justifiquen, abriendo un diálogo sobre los valores y referentes que mejor nos definen. Ese proceso deliberativo – tan necesario para reconsiderar quiénes fuimos, somos y debiéramos ser en el futuro - debería seguirse de una votación presencial y vinculante, abierta a toda la comunidad de la URJC y basada en su censo de trabajadores y de alumnado.

NOTA: El texto anterior es una propuesta que hice llegar a varios profesores y (ex)alumnos de mi universidad, con la intención de publicarla en alguna plataforma de recogida de firmas online este 14 de abril de 2020. No ha tenido eco y ahora lo comparto por esta vía. Me mueve el considerar que este sería un proceso de re-articulación y refundación muy beneficioso para la URJC. Como señalaba Adrián Escudero, en un artículo previo, "cambiar de nombre a la URJC sería catártico. Permitiría resolver un error manifiesto e histórico, al tiempo que ayudaría a alejarnos de toda la sorna y complejo".
Lanzo de nuevo el guante (que no la piedra) y como hicieron otros antes, no escondo la mano. La tendemos a todos nuestros compañeros alumnos, administrativos, técnicos, profesores e investigadores. Porque esto va más allá de nuestros cargos y preferencias sobre la Jefatura del Estado. Es cuestión de laicismo [ideológico]: "Independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa [y, añado, ideológica]" (R.A.E.).

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