Dominio público

Sin banderas, sin himnos, sin vivas

Gabriel Rufián

Portavoz del Grupo Republicano en el Congreso de los Diputados

Josep Barberà

Presidente de Esquerra Republicana del País Valencià

Cabecera de la manifestación del 25 d'Abril, del año 2016, bajo el lema "Fem País Valencia". EFE
Cabecera de la manifestación del 25 d'Abril, del año 2016, bajo el lema "Fem País Valencia". EFE

Permítannos comenzar este pequeño escrito con un título (a partes iguales vigente y provocador, por venir de quien viene) que cita a Joan Fuster. Él, por supuesto, matizaba enseguida su propia afirmación con un pero, añadiendo que mientras ellos (los lectores más vivaces ya sospecharán a quien se refería) los tuviesen, deberíamos tenerlos nosotros.

Hoy, 25 de Abril (oficialmente un minúsculo y desconocido día de Les Corts Valencianes en el País Valenciano), se cumplen exactamente 313 años de la derrota de las tropas austracistas frente a las borbónicas en Almansa; derrota militar precuela de la más política, la derogación de los fueros del Reino de València (y de Aragón) gobernado desde entonces por las leyes de (y desde) Castilla, mediante los decretos de Nueva Planta. A los pocos años, por supuesto, también fueron derogados los fueros y constituciones del resto de los territorios de la antigua corona de Aragón.

No sabemos qué hubiera sido de un Reino de València con sus fueros, o de un Principado de Catalunya con sus constituciones, o de un Reino de Mallorques. Qui lo sa? Lo que sí sabemos es que no contaron con las herramientas (legales, históricas, nacionales, elijan ustedes) para regir su propio futuro teniendo en cuenta sus propios intereses; no contaron con aquello que llamamos soberanía.

Y es aquí donde subyace, a nuestro entender, la lucha (lucha pacífica, cívica y democrática, como tanto le gusta repetir a nuestro admirado Joan Tardà); en quién cuenta con la soberanía.

Si alguna cosa nos ha enseñado la crisis sanitaria en la que aún estamos inmersos (parece que la luz al final del túnel está un poco más cerca, esperemos que sea así), es que el poder "local", aquel que conoce más de cerca el terreno sobre el que "gobierna" (en València, en Barcelona, en Palma), es mucho más eficaz cuando cuenta con las herramientas para serlo, cuando cuenta con su propia soberanía.

Soberanía, por llamar así las migajas de soberanía con la que cuentan las diferentes Comunidades Autónomas del Estado español, que, en este caso, se ha visto minada por un intento de respuesta "unitaria" (por no decir "unificadora") contra una pandemia que pedía respuestas locales frente a un problema global. Un problema, un virus, que no entendía de fronteras hasta que este gobierno decidió cerrar las de verdad, las de su soberanía; demostrando una vez más, donde reside el poder.

Las banderas, lo hemos repetido con creces, no dan de comer. Pero la soberanía puede ayudar a actuar con más finezza cuando una situación lo requiera y así deberá ser el caso de la desescalada del confinamiento como debió haberlo sido la respuesta inicial.

Y la necesidad de esta soberanía es la que mueve nuestra lucha; en Catalunya, sí, pero también en el País Valenciano y hoy vale la pena recordarlo. No por las banderas, ni por los himnos, ni por los vivas, sencillamente, por mejorar la vida de la gente.

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