Dominio público

Debate, que algo queda

Marcos Magaña

MARCOS MAGAÑA

02-24.jpgPasan minutos de las doce de la noche y en Ferraz flota en el ambiente una sensación de satisfacción. El presidente ha llegado sonriente y su gesto denota que se ha sentido cómodo. Maldita la gracia que les hace que sean las encuestas las que emitan la sentencia de ganador y perdedor, pero están a punto de conocerse los resultados y, entre filtraciones y sus propios datos, parece que les serán favorables.

Ya les han advertido de los problemas de este tipo de encuestas: ¿Quién cree usted que ha ganado el debate?. Así, sin más, sin anestesia y a esas horas de la noche. Dos horas jugándose el tipo delante de otro candidato que le ha dicho de todo menos bonito, para que al final a la gente sólo le quede una vaga impresión. Que sí, que sí, que Zapatero ha hecho muy bien parándole los pies a Rajoy en lo del terrorismo y que exageran mucho en lo de la crisis porque su cuñao está en el paro y hace chapuzas y las cobra en negro, pero... ¿quién cree que ha ganao? En un país en el que se celebraron recientemente elecciones presidenciales se establecía el siguiente curioso diálogo entre encuestador y encuestado: "¿Ha visto usted el debate?". "No". "Bueno... Pero, ¿quién cree que ha ganado?".

Eres el favorito y no tienes por qué arriesgar. Sus asesores llevaban semanas repitiéndoselo. De hecho, una regla no escrita del marketing político dice que los candidatos que van primeros en las encuestas no debaten. Él creía que sí, que era mejor que los debates se celebrasen. Ya se ocuparía quien fuese de que las condiciones fuesen las más favorables: temario cerrado para no tener que improvisar, turnos largos y pocas oportunidades de réplicas, no permitir los planos de escucha (enfocar a un candidato cuándo no está en uso de la palabra), un solo moderador sin presencia de más periodistas que pudiesen preguntar, no permitir preguntas del público ya sea en vivo, por teléfono o por Internet...

O sea, debates sí, pero dentro de un orden. En cambio, Rajoy necesitaba un golpe de mano en la campaña y querían un formato abierto. Dejémoslos solos y que se peguen, llegaron incluso a decir. Justo era reconocer que la socarronería e ironía de Mariano a veces hacía mella en el ánimo del presidente, así es que no era cosa de darles ventaja.

Progresismo, libertad y derechos sociales. ése es su terreno confortable y en él se ha movido Zapatero. Incluyendo, además, tres referencias a las ofertas económicas, algún gesto antiamericano y alguna pincelada respecto a la iglesia, el esqueleto del discurso estaba claro.

Sin embargo, no ha sido esto lo que le hace ser optimista respecto al resultado del debate. Que Rajoy perdiera, otra vez, más de diez minutos en intentar volver a explicar lo que hizo el PP el 11-M y cinco minutos más hablando por boca de Aznar de Irak, las Azores, Texas...  Sólo faltaba añadir al guiso la fobia del PP a algunos colectivos y unas pizcas de españolismo antinacionalista y voilá, el primer partido ganado.

El factor Pizarro había quedado desactivado en el debate de hace unos días. La encuesta que daba ganador de forma contundente a Solbes, anunciada menos de una hora después de que acabase, cayó como una losa sobre el empresario-político y puso su supuesta contribución en votos a la campaña en cuarentena. Apartado además Gallardón de la campaña, percibido en todas las encuestas como el principal activo moderador de la imagen de derecha del PP, pocas novedades podía presentar Rajoy.

Y, aunque realmente no hubo tales novedades, a Zapatero algo no terminó de encajarle durante todo el debate. Rajoy había sido duro en su tono habitual pero, por debajo, creyó percibir que el líder popular hablaba para una nueva gente. Era como si se dirigiese a ciudadanos a los que antes no tenía en cuenta. Cuatro años de exclusión y aislamiento forzándole a encerrarse en su propio electorado y ahora resulta que a última hora el PP parecía haber entendido que necesitaba incorporar electores diferentes para ganar.

Quizás había sido sólo una impresión, pero el Presidente archivó esa idea para confirmarla al día siguiente. Terrorismo, inseguridad ciudadana, economía... Rajoy había pegado en eso y quería hacérselo mirar para el segundo debate.

Respecto a él, no hables para los que ya nos votan, esos ya los tenemos asegurados. Eso es lo que le habían dicho. Te tienes que dirigir a los indecisos socialistas por la izquierda y por la derecha. Los que dudan entre votarnos a nosotros o a la izquierda y los que dudan entre nosotros y el PP, pero, sobre todo, los que dudan entre votarnos a nosotros o no votar. El día anterior el periódico Público había dado el dato de un 19% de indecisos y con ese número se fue el Presidente al debate.
En definitiva, algo ayudará en las encuestas el que las dos principales cadenas privadas de televisión hayan rehusado dar el debate. Según los publicitarios que trabajan en la campaña, sociológicamente la composición de la audiencia que ha quedado definida por los canales mayoritarios que sí han emitido el debate, TVE, la Sexta y Cuatro, más las autonómicas, les favorece.

Sin embargo, pese a la euforia que se iba instalando en Ferraz, al presidente algo le daba vueltas en la cabeza: el todo-va-bien no es una buena opción, José Luis. Un consultor político con el que el candidato mantiene buena relación le había advertido del peligro de perder credibilidad negando evidencias y no aceptando algunos errores.

También te digo, el todo-va-mal de Rajoy tampoco es creíble y le hace mucho daño.
Lo comentó con Pepiño pero en seguida se lo quitaron de la cabeza; tú, a lo tuyo, zetapé: que todo-va-bien.

¿Se habría pasado de frenada? ¿Se habría pasado Rajoy por el otro lado? Con ese interrogante se puso delante de la tele para recibir la sentencia popular.

Marcos Magaña es socio de Noline y ex presidente de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALACOP)

Ilustración de Javier Olivares

Más Noticias