Dominio público

Eusebio Leal

Hermenegildo Altozano

Fotografía de archivo del 30 de agosto de 2019, del historiador cubano Eusebio Leal durante el acto de presentación de la cúpula dorada del Capitolio en La Habana (Cuba). EFE/EPA/ Ernesto Mastrascusa
Fotografía de archivo del 30 de agosto de 2019, del historiador cubano Eusebio Leal durante el acto de presentación de la cúpula dorada del Capitolio en La Habana (Cuba). EFE/EPA/ Ernesto Mastrascusa

La Piragua es para los habaneros la explanada que se tiende a los pies del Hotel Nacional, junto al Malecón, donde se irgue el monumento al "Maine", el barco cuya explosión -provocada o no- sirvió de pretexto para la intervención de EEUU en la guerra hispano-cubana. Desde los años del "Período Especial" (los años recios que sobrevinieron a la descomposición de la Unión Soviética y arrancaron sin compasión jirones del PIB cubano) la Piragua ha sido junto con la escalinata de la Universidad y la Plaza de la Revolución uno de los escenarios preferidos de los músicos cubanos.

Vuelvo a escuchar cómo Isacc Delgado canta El Solar de la California desde la Piragua en una noche habanera de 2012: "Si quieres conocer como es La Habana, andar la Habana, Centro Habana, la verdadera Habana (...) Oyee, andar La Habana, con Eusebio Leal y conmigo...".

"Andar La Habana, con Eusebio Leal". Me recuerdo ahora de que fue en el Malecón, a la altura de la Piragua, que conocí a Eusebio Leal. "Ahí va Eusebio Leal", me dijo el chófer. Levanté la mano para saludarle cuando nuestros coches quedaron parejos en el semáforo de 23 y Malecón y Eusebio abrió la puerta del suyo para venir a darme un abrazo al que siguieron muchos otros cada vez que nos encontrábamos en la Habana Vieja, en el avión de Iberia, en una reunión de empresarios.

Eusebio caminaba la Habana Vieja con paso ligero como quien siente que el tiempo es angosto. Eusebio, con sus maneras cardenalicias (se cuenta que llegó a decir al Cardenal Ortega que de haber seguido sus estudios en el seminario el cardenal sería él), su cultura amplia y su verbo determinado consiguió que Fidel Castro otorgara un régimen foral a la Habana Vieja en el que, dentro de los límites de no contrariar al Jefe de la Revolución, podía deshacer y hacer –sobre todo hacer- lo que le pareciera oportuno.

Quizá por gozar del favor especial del Comandante no faltaron quienes en los años de barbarie cuestionaron el afán de Eusebio por preservar una memoria urbana que necesariamente hablaba de la huella profunda de España y atravesaron los palos de la envidia y la maledicencia en las ruedas de la Oficina del Historiador de la Habana. Si fuera cierto que las ciudades tienen también su ángel custodio Eusebio Leal sería el ángel custodio de La Habana Vieja en la tarea de ahuyentar los demonios urbanísticos del comunismo científico y de aventar los embates de los franquiciados de McDonald's.

La última vez que me encontré con Eusebio ya le asomaban los colores de la enfermedad. Estaba feliz porque esperaba a su hijo, que acababa de llegar de España. Unos meses antes habíamos cenado en casa de Sergio Meisler donde hablamos de las celebraciones del V Centenario de la Ciudad y hablamos también, ahora me acuerdo, del Desastre de Annual. Nos prometimos que nos llamaríamos y nos veríamos.

Luego, cuando la cuando la visita de los Reyes a La Habana, pude seguir la imposición a Eusebio de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III en el Palacio de los Capitanes Generales. La primera vez que estuve con Eusebio en su oficina del Palacio de los Capitanes Generales me llevó a ver el Salón del Trono. Le escuché decir que le agradaría que el Rey de España se sentara en ese sillón que le tenía reservado. Supongo que para Eusebio aquella visita fue otro reconocimiento de que, como le gustaba decir, aunque él se fuera dejaba en cada una de las esquinas de La Habana Vieja plantados un árbol que sigue dando frutos todavía.

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