Dominio público

El cazanazis casi se canta 'El Necio'

Sato Díaz

El líder de Unidas Podemos y candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, comparece ante los medios hoy martes en la sede del partido, en Madrid, tras conocer los resultados de las elecciones autonómicas. EFE/Kiko Huesca
El líder de Unidas Podemos y candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, comparece ante los medios hoy martes en la sede del partido, en Madrid, tras conocer los resultados de las elecciones autonómicas. EFE/Kiko Huesca

"El resultado de las elecciones y el futuro político de Iglesias sí que es un verdadero enigma. En este caso, es imposible hacer spoiler". Así terminábamos el perfil sobre el candidato Pablo Iglesias, publicado el pasado 19 de abril, en este diario. Quizás no era tal enigma el resultado de las elecciones, visto lo visto. Pero que Pablo Iglesias, la persona de la que más se ha hablado y la que más ha dado que hablar (en cuanto al panorama político se refiere) en el Estado español en la última década, pusiera punto y final a su andadura tras unas elecciones en un día laborable, no cotizaba.

Y mira que ya advertíamos, en dicho artículo, al describir al exvicepresidente segundo del Gobierno lo siguiente: "Le obsesiona esa acción-reacción cotidiana, tiene una perfecta concepción del hecho histórico y su carrera política da muestra de ello: se pretende guionista (escribe su propia serie, por capítulos) y ansía que la historia que deje sea interesante y divertida para quien venga después a leerla o visionarla". Tomen. Golpe de efecto. Fin de temporada. Y al punto final de los finales, ¿no le seguirán dos puntos suspensivos?

"No contribuyo a sumar", reconocía el candidato ayer por la noche, a pesar de que si no fuera por él, Unidas Podemos difícilmente habría conseguido superar el 5% del apoyo electoral. Y es que Unidas Podemos ha sumado 80.000 votos con respecto a hace dos años, tres diputados y un 1,6% de papeletas. Aún así, el objetivo que se marcó para dejar el Consejo de Ministros y patearse el sur de Madrid, hace de ello menos de dos meses, no lo logró. La derecha ultra de Isabel Díaz Ayuso ha barrido los colegios electorales. La ultraderecha de Rocío Monasterio ha seguido aumentando en votos. Si el dilema planteado por su equipo fue "democracia o fascismo", en ese caso, ha ganado el fascismo. Y ante eso, Iglesias, el cazanazis (así titulamos aquel perfil), había de marcharse, pues la caza del nazi no resultó fructífera en absoluto.

"Mi casa me la pago yo", tuvo que recordarle Iglesias a Díaz Ayuso en el debate celebrado en la televisión pública madrileña (el único celebrado de principio a fin en la campaña), cuestionándole a la vencedora del 4M quién pagaba su habitación de lujo en un hotel de Sarasola durante lo peor de la pandemia. Y es que Iglesias no suma, es cierto, su popularidad no ha crecido desde hace años, y la campaña voraz que muchos medios de comunicación han lanzado contra él ha sido de tal envergadura que se ha permitido durante meses que fascistas y neonazis se reunieran en las puertas de su casa durante meses, allá donde viven también tres niños, con pocas voces denunciando la gravedad del asunto. Sus formas, en muchas ocasiones, no han ayudado a que su popularidad mejorara. Las disputas internas en las izquierdas, tampoco.

"El casoplón" ha empañado para muchos los mayores logros de Iglesias: fundar y liderar un partido que puso, allá por el 2015, patas arriba el tablero político; presionar para hacer entrar en el Gobierno a la izquierda de la socialdemocracia española en un Gobierno, un hito que no se daba desde la II República; criticar sin pelos en la lengua a "aquellos que gobiernan y no se presentan a las elecciones". Sin embargo, pese a todo lo que se ha dicho de él, Iglesias fue aquel político que, llegando a lo más alto (el Gobierno) lo dejó para intentar la causa más compleja: Madrid. Aquel que no dudó ni un instante en dimitir y abandonar todos sus cargos una vez que no consiguió sus objetivos.

"Yo no sé lo que es el destino. Caminando fui lo que fui", así se despedía Iglesias durante su intervención de ayer de la política. El Necio (1992) es una de las canciones de Silvio Rodríguez en la que mejor explicita su posicionamiento político, su compromiso social y visión del mundo. No es baladí que el ya expolítico eligiera este tema (unas frases recitadas del mismo, no estaba la noche para cantares) como despedida. Podría haber elegido otros versos de la vieja canción del trovador cubano: "Allá Dios que será divino. Yo me muero como viví" o "Yo quiero seguir jugando a lo perdido. Yo quiero ser a la zurda más que diestro".

La victoria (holgadísima) de Ayuso apoyada en la ultraderecha Vox inicia un nuevo ciclo político en España que recibe reverberaciones de otros lugares de Europa y del mundo. Aquel ciclo político progresista que se iniciaba hace una década, con el 15M, y que llevó a la izquierda al Consejo de Ministros en coalición con el PSOE termina. Una etapa que ha tenido varios nombres propios importantísimos, pero el principal ha sido Pablo Iglesias. Un Gobierno de coalición que se enfrenta a un dilema clave, señalado por el propio Iglesias en su despedida: el nacionalismo español toma Madrid, el resto del Estado no es Madrid, el problema territorial puede volver a un primer plano si la actual correlación de fuerzas de Gobierno y Congreso no se motivan para buscar soluciones.

"España no es Madrid", frente a lo que canta Ayuso. Quizás este sea el último análisis lanzado por Iglesias desde una tribuna como político en activo. Aquel político que eligió El Necio de Silvio para despedirse, y que podría haber escogido otros versos de la vieja canción: "Me vienen a convidar a arrepentirme; me vienen a convidar a que no pierda; me vienen a convidar a indefinirme; me vienen a convidar a tanta mierda". Fin de temporada.

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