Dominio público

El silencio de Casado, filtraciones de Moncloa, hablando de todo un poco sin llegar a hablar de nada

Sato Díaz

Imagen de archivo de Pablo Casado conversando con Pablo Montesinos, en el Congreso de los Diputados. - E. Parra / EUROPA PRESS
Imagen de archivo de Pablo Casado conversando con Pablo Montesinos, en el Congreso de los Diputados. - E. Parra / EUROPA PRESS

"Reivindicamos la libertad información y el derecho de los periodistas a hacer todas las preguntas, como siempre defiende Pablo Casado. Censuramos los abucheos e insultos que algunos ciudadanos anónimos han realizado en la comparecencia de Ceuta". Al vicesecretario de Comunicación del PP, el periodista Pablo Montesinos, se le aguó la fiesta el pasado jueves cuando el líder de su partido tuvo el poco acierto de afirmar: "Estoy bastante de acuerdo con esos señores". Esos señores (he aquí la ironía) abucheaban a periodistas y lanzaban improperios machistas cuando preguntaban al líder conservador sobre la imputación de María Dolores de Cospedal en la Kitchen. Casado, en vez de censurar el comportamiento de esos militantes y simpatizantes del PP (tal y como se vio obligado a hacer poco después Montesinos, tras infructuosos intentos de contener la ira de los periodistas), les azuzó.

Una pesadilla muy recurrida entre actores, actrices, cantantes y demás del gremio del espectáculo es la de perder la voz en el escenario, enmudecer. No todo el mundo es Buster Keaton, nadie es capaz de comunicar y transmitir sentimientos y deseos sin mediar palabra como él lo hizo en sus películas. A Casado le habría gustado, esta semana, haber perdido la voz. Quedarse mudo no habría sido la pesadilla para él, sino un sueño húmedo; su pesadilla se llama corrupción y le hace temblar y opta esconderse tras la puerta cada vez que aparece su fantasma. El líder del PP reitera que no hablará sobre las corruptelas que le crecen en Génova 13 (mientras no se cambie la sede de dirección postal). Y para no hablar, lo mejor (según su estrategia) es que otros (militantes y simpatizantes) griten y abucheen a periodistas. Que el exceso de ruido consiga un efecto similar al silencio. Que los gritos acallen las palabras y razonamientos.  

A Montesinos y Casado les volvió el pulso sosegado, cierta calma, incluso una mueca que parecía sonrisa, cuando el mismo jueves por la noche corría como la pólvora la noticia de una inminente crisis de Gobierno. Pedro Sánchez baraja modificar la columna vertebral de su Ejecutivo, nuevas caras para dar un nuevo aire a lo que queda de legislatura, dicen. La noticia se filtraba, el presidente volaba desde Libia destino Madrid y la opinión publicada pasaba página de Cospedal, la Kitchen y la corrupción relacionada al PP pocas horas después. Era el momento de hablar de Sánchez.

Mayo ha sido un mes dorado para el PP. La demoscopia augura una victoria de los conservadores si se celebraran ahora unas generales: les sitúan por encima del PSOE y Vox se mantiene. La descomposición de Ciudadanos, además, hace que el traspaso de votos desde el bloque de izquierdas al de la derecha se aglutine en el PP, lo que conllevaría a una optimización en el recambio de votos por escaños.

Los méritos de la feliz primavera de populares no tienen mucho que ver con el propio Casado, sino con Isabel Díaz Ayuso. Arrasando, la presidenta madrileña, el 4M, ha levantado a un PP que no podía con Sánchez en los sondeos. Sin embargo, a pesar del momento dulce, los nubarrones grises reaparecían esta semana por la calle Génova bajo el nombre de Cospedal y el nerviosismo cunde en algunos dirigentes del partido por lo que pueda pasar dentro de siete días escasas manzanas más al oeste de la sede, en la Plaza de Colón de la capital.

Llega una semana de alto voltaje político. Las tres derechas se las vuelven a medir (las capacidades de influencia) en un escenario que ya no les dio buenos resultados hace algo más de dos años. Cuando Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal decidieron mimetizarse contra Sánchez, este convocó elecciones para ganarlas con holgura frente a un trío de oponentes radicalizados. Arrimadas no estuvo en aquella primera concentración de Colón, a esta sí va a acudir. Queda tan poco de Ciudadanos tras lo de Madrid y Murcia que parece renunciar a su estrategia de alejamiento de la ultraderecha que vimos durante los momentos más duros de la pandemia.

El próximo domingo, además, se podría conocer quién liderará la próxima candidatura del socialismo andaluz a la Junta, si alguno de los tres proyectos superara el 50% de los votos de la militancia. Susana Díaz, Juan Espadas y Luis Ángel Hierro se disputan el honor en unas primarias que son seguidas muy de cerca desde Ferraz. Una victoria de Díaz provocaría un problema interno para el actual equipo dirigente del PSOE, sería la constatación de una oposición real y descontento evidente con Sánchez a la interna del partido.

El próximo fin de semana, además, se clausurará la IV Asamblea Ciudadana de Podemos, la cual encumbrará a la ministra Ione Belarra como secretaria general del partido morado. Será el momento en el que la formación se presentará renovada tras la marcha de Pablo Iglesias el pasado 4 de mayo. Una vez celebrada la asamblea, los ojos se fijarán en Yolanda Díaz. La vicepresidenta sigue deshojando la margarita y evita pronunciarse sobre si dará el paso para ser candidata por Unidas Podemos a la Moncloa en 2023. Sobre esto, tomen nota, dijo el pasado miércoles en RAC1: "En mi cabeza no está hoy el ser candidata". Las especulaciones e invenciones sobre el futuro de las izquierdas ya han comenzado y pronto se multiplicará el debate.

Y en este contexto es en el que se escapa de Moncloa la idea de una remodelación del Consejo de Ministros. Y así, hablaremos sobre esto durante los próximos días. Y así, se hablará menos de indultos en Andalucía. Y menos de Colón en Madrid. Y menos de Marruecos y del Sáhara. Y Casado y Montesinos rezan para que lo de Cospedal se olvide pronto. Y para que no se especule con si Soraya, si Rajoy... Y así vamos hablando de todo un poco, sin llegar a hablar de nada.

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