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¿Hacia otra dirección de Estado?

Sato Díaz

¿Hacia otra dirección de Estado?
Sánchez, hace unos días durante el Consejo de Ministros. Javier Barbancho / Reuters

La profunda crisis de Gobierno desatada la semana pasada por el presidente Pedro Sánchez ha permitido llenar páginas con tozudas reflexiones, hacer correr ríos de tinta y abastecer los huecos informativos que suelen aparecer en estas fechas estivales. Y, claro, no íbamos a ser menos. Aquí va otro artículo que pretende incorporar una perspectiva al análisis colectivo sobre el hito político del sábado 10 de julio: ¿qué pasa con aquello que Pablo Iglesias, el ex vicepresidente y líder de Podemos, hizo llamar ‘dirección de Estado’? ¿Alguna alteración?

El 6 de diciembre de 2019 se celebraba en el Congreso una mesa redonda en la que participaban el propio Iglesias, junto a los periodistas Enric Juliana y Lola García. Aprovechando la celebración del Día de la Constitución, conmemoraban el primer aniversario del libro Nudo España (Arpa, 2018), el cual recoge las reflexiones de Iglesias y Juliana en una larga conversación sobre el momento político. En aquel acto desarrollado en la Sala Ernest Lluch, el entonces vicepresidente teorizó sobre una de las que sería su línea de acción política desde el Gobierno: la mayoría de la moción de censura (posteriormente mutada en la de la investidura) que llevó a Pedro Sánchez a La Moncloa debía constituirse en una suerte de bloque histórico, había que incorporar a los grupos soberanistas vascos y catalanes a la dirección de Estado.

Esta idea ya rondaba en la cabeza del que fuera líder de Podemos desde bastante antes. Así, en el verano del 2017, tras una multitudinaria manifestación en Barcelona en repulsa de los atentados de Las Ramblas y Cambrils, tendría lugar una cena, auspiciada por el empresario Jaume Roures, que reuniría al propio Iglesias, al entonces líder de ERC, Oriol Junqueras, y al de los comunes, Xavi Domènech. Pocas semanas antes del 1-O, los dirigentes políticos departían sobre la necesidad de quitar a Mariano Rajoy y al PP del Gobierno del Estado para iniciar un tiempo político nuevo. Se hacía necesario un entendimiento en clave progresista y plurinacional. Para ello, haría falta arrastrar al PSOE y a Sánchez, lo cual sucedería casi un año después, cuando a principios de junio de 2018 fructificó la moción de censura al presidente conservador.

En septiembre del 2020, las costuras estaban tensas en el Gobierno de coalición. Se mostraba la total desavenencia entre PSOE y Unidas Podemos sobre con quién había que sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Mientras que Sánchez era partidario de abrir las cuentas para que fueran susceptibles de ser apoyadas por Ciudadanos, facilitando así la ‘geometría variable’ parlamentaria que permitiría aprobar algunas medidas junto al bloque de la investidura frente a otras con el partido de Inés Arrimadas, Iglesias quería evitar que se materializara cualquier entendimiento entre los de Ferraz y los naranjas, frenar la inercia permanente del PSOE de mirar hacia su derecha. 

Para Iglesias, estos presupuestos eran cruciales, además, para consolidar una mayoría política plural como "bloque histórico" que asumiera la tarea de reconstruir el país tras la devastadora pandemia en la que seguimos inmersos. "Tenemos una oportunidad de que haya una dirección de estado diferente en las próximas décadas, donde va a estar el PSOE, donde vamos a estar nosotros, pero donde van a estar también otras fuerzas políticas que al igual que nosotros, han sido excluidas históricamente de la gestión del Estado en España", auguraba desde la bancada azul. 

Para el exdirigente, la negociación presupuestaria del año pasado no era una meta, era más un punto de partida de un nuevo ciclo político. Dibujaba así dos posibles direcciones de Estado. Por un lado, la representada por la mayoría de la investidura que acabaría (con matices y modificaciones) aprobando los presupuestos en diciembre: ERC, EH Bildu, PNV, PDeCAT, Más País-Equo, Compromís, Teruel Existe, Nueva Canarias y el Partido Regionalista de Cantabria, además de PSOE y Unidas Podemos. Una mayoría absoluta con 188 votos a favor volvía a evidenciar la existencia de una mayoría política plural, plurinacional y de carácter progresista. Por otro lado y frente a esta, la única alternativa de dirección de Estado posible es la que conforman las derechas y ultraderechas.

En aquel momento, los constantes cantos de sirena que auguraban un posible gran entendimiento entre PSOE y PP, así como un giro al centro de PSOE pactando con Ciudadanos, eran constantes. Las apelaciones a unos nuevos ‘Pactos de la Moncloa’ aburrían. La audacia política de Iglesias y EH Bildu, los soberanistas vascos se adelantaron a anunciar el apoyo a las cuentas, hizo que Ciudadanos tuviera que bajarse de la ecuación presupuestaria. Hoy, Ciudadanos va caminos a la desaparición política si un giro de guion inesperado no lo soluciona. Hoy, tras los indultos a los presos políticos independentistas del mes pasado, la geometría variable parece una opción descartada.

En este contexto, y con las encuestas vaticinando una posible victoria estatal de las derechas y ultraderechas, Sánchez llevaba a cabo la semana pasada la remodelación de su Gobierno. Unos cambios profundos que han dado mucha importancia a la presencia del PSOE en el Gobierno, el regreso del carnet socialista a los ministerios y Moncloa. La incorporación de Isabel Rodríguez como portavoz del Ejecutivo y ministra de Política Territorial y de Pilar Alegría en la cartera de Educación y Formación Profesional busca cicatrizar viejas heridas en la interna, otorgando presencia en el Consejo de Ministros al PSOE de Castilla-La Mancha y de Aragón.

Dos federaciones que son, por la idiosincrasia de ambas sociedades (la castellano-manchega y la aragonesa), poco partidarias de pactos con soberanistas periféricos, dos socialismos con un poso nacionalista español, de un talante conservador dentro del espectro de la izquierda. En definitiva, la representación de un PSOE interior más partidario de mirar al centro político, de intentar acuerdos con Ciudadanos (mientras el partido naranja tenga algo que decir) o incluso con el PP que con catalanes y vascos. 

Y he aquí la duda. ¿Se insertará este sector del PSOE representado en dirigentes como los presidentes castellano-manchego o aragonés, Emiliano García Page o Javier Lambán, en la dinámica de la actual dirección de Estado plurinacional? ¿Es una jugada estratégica de Sánchez para que todo el partido apruebe esta dirección política? ¿Baraja Sánchez un cambio de sentido en la política de alianzas para parar el ascenso demoscópico de derechas y ultraderechas? Los números son fríos y el PSOE necesita, hoy en día, para gobernar de todos estos grupos, pero, las intenciones del presidente son una incógnita. Sánchez y Pere Aragonès parecen propicios a pactar unos nuevos presupuestos. El diálogo con Catalunya será uno de los platos fuertes de lo que queda de legislatura. ¿Hacia otra dirección de Estado?

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