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Había una vez un circo en el Gobierno de coalición

Elizabeth Duval

Había una vez un circo en el Gobierno de coalición
La presidenta de la cámara Meritxell Batet, en el pleno celebrado este martes en el Congreso de los Diputados, que debate y vota la toma en consideración de la proposición de Ley de Más País para regular el uso del cannabis. EFE/ Fernando Villar

Había una vez un circo. O dos, o tres, dentro de un único Gobierno de coalición. El circo tiene muchas declinaciones, y hay algunas que quedan fuera del aura gubernamental: Pablo Casado, cuando anuncia que irá a Bruselas para que desde allí tumben la derogación de la reforma laboral, también es un circo él entero y un payaso. Hay un meme (¡qué de moderneces les explico yo por aquí!) en el que aparece un señor, con declaraciones al lado, que va poco a poco maquillándose, con cara triste, como un payaso.

En algunos micromundos virtuales de la izquierda ha circulado un meme así estos días: primero, sin maquillar, Podemos anuncia que la formación se querella por prevaricación contra Batet; luego, maquillándose, se reduce eso a un asunto personal de Alberto Rodríguez, que al parecer ni siquiera estaba enterado; después, cuando está más maquillado el payaso, la querella ha desaparecido completamente. Alberto Rodríguez declara que deja Podemos. El lunes, en la reunión para el seguimiento del pacto de coalición, todo este psicodrama ya no existe.

En el Gobierno de coalición hay más circos, aunque no alegren siempre al corazón. Está por ahí el PSOE, que es el equivalente en política española al Cirque du Soleil. Después de meses y meses de negociación entre el ministerio de Trabajo, los sindicatos y la patronal, el miedo a que Yolanda Díaz cotice al alza y sea de largo la figura política más valorada por los españoles lleva a los socialistas a querer imponer la tutela de Calviño.

El PSOE aspira, en ocasiones, a ser un mejor representante de la patronal que Garamendi, que dice, por su parte, que no entiende absolutamente nada. Nadie entiende absolutamente nada. Y el PSOE parece no entender (o no querer entender, que es distinto) que en las cabezas de la gente "derogación de la reforma laboral" es sinónimo de Yolanda Díaz. O que ella aceptó ser ministra con la condición, precisamente, de que la dejaran derogarla.

Entra, de hecho, dentro de sus competencias, como ministra de Trabajo. Es por ello por lo que la negociación de ese ministerio, cuando se forjó el Gobierno de coalición, fue particularmente dura. Si la derogación de la reforma laboral no es principalmente competencia y responsabilidad de la ministra de Trabajo, entonces la ‘ley trans’ fue una medida de Juan Carlos Campo y el ministerio de Justicia, no del ministerio de Igualdad. Muchas felicidades al PSOE.

Así sucede con el reparto gubernamental de las responsabilidades y competencias ministeriales: según convenga. Lo que no se puede es afirmar una cosa durante meses y luego afirmar la otra... o incluso afirmar dos cosas distintas en un solo día, como pueden hacerlo Adriana Lastra y Nadia Calviño, afirmando una que el PSOE tiene un compromiso absoluto con la derogación y la otra que hay que modernizar tranquilamente, despacito. Se entra entonces en una categoría muy específica del circo: la de los funambulistas.

Otra gran característica del circo son los aspavientos o la gesticulación vacía. Como ya se ha analizado in extenso en este mismo periódico, la regulación del alquiler de la Ley de Vivienda es bastante decepcionante. Esto no quita que por algunos sea vendida como la victoria final y mayor gloria de su formación política... por más que llegue incluso a empeorar la situación en zonas como Cataluña. Una modalidad del circo puede ser el vodevil, pero hay que tener cuidado de que no se convierta en un espectáculo de ilusionismo.

Es conocida la leyenda de que Estanislao Figueras se levantó de la mesa y se fue a Francia declarando, muy solemne, muy franco, que estaba hasta los cojones de todos los presentes. Sería normal que se sintiera así una parte de la ciudadanía de izquierdas. Incluso sería comprensible que hubiera quien se sienta así desde el Gobierno, es decir, desde el circo. Lo importante no es que el Gobierno de coalición sea un circo: es que nunca debería parecerlo. Será, en fin, un circo, pero es (más o menos) nuestro circo, y hay que conservarlo reduciendo al máximo sus aspectos circenses.

Como recomendaciones, como si fuera un prospecto, tendríamos que volver a lo básico: dar tiempo a las agendas para enfriarse, pensar las decisiones antes de declararlas, restringir el uso de las cuentas de Twitter (cosa que permiten ya incluso los teléfonos: partidos, ¡úsenlas!) e incluso participar entre todos en campamentos de verano. El objetivo, para el año que viene y antes de las elecciones generales, ha de ser tener un Gobierno de coalición relativamente serio, que no pueda ni siquiera evocar la imagen o idea de un circo. No es poco. Para llegar a ello hay que quitarse el maquillaje de los payasos, airear menos las diferencias internas... y dedicar más tiempo a gobernar que a discutir en público sobre lo que se gobierna.

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