Dominio público

Sobre la conferencia de paz

Vicenç Fisas

Sobre la conferencia de paz

 

Vicenç Fisas

Director de la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona

Ilustración de Javier Olivares

Enorme ha sido la expectativa creada por la celebración el pasado lunes de una Conferencia Internacional de Paz para el País Vasco, con la presencia de personalidades extranjeras, de la que ha sobresalido la figura del exsecretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. Ya antes de celebrarse se produjo un debate sobre su oportunidad y sobre la presencia o ausencia de los principales partidos políticos. Al PSOE le daba angustia, al PP le provocaba rechazo, pero a los socialistas vascos les suponía una franca incomodidad y un dilema: no asistir era perder una oportunidad de estar en el debate. Me interesa, no obstante, analizar lo que ha salido de la Conferencia, pues los participantes han firmado un documento en el que hay algunas sorpresas.
En el prólogo, los firmantes se arrogan el papel de personas con experiencia en resolver largos conflictos, aspecto que luego enfatizan para ponerse a disposición de lo que haga falta. Y la primera cuestión que planteo es si en el momento actual, no hace cinco o diez años, era necesario acudir a la figura de facilitadores externos. En mi opinión no hacía falta, pues estamos en un momento en el que los acontecimientos que han de venir son pocos, pero claros: el anuncio de ETA de que deja la lucha armada, y un probable anuncio de que está dispuesta a entregar las armas a una Comisión Internacional. Esta Comisión no haría de mediadora del conflicto, porque ya estaría resuelto, sino que se encargaría de dar fe de que las armas han sido localizadas y posteriormente recogidas, y ojalá que luego destruidas. No estamos por tanto en una etapa de la historia del conflicto en que haga falta la figura del mediador o facilitador, por la sencilla razón de que no hay de por medio una negociación. El Gobierno no está negociando con ETA y no necesita, por tanto, intermediarios. Así que cualquier ofrecimiento en este sentido es sencillamente innecesario.
Esa sensación de que los participantes en la Conferencia se situaban ante un conflicto que, estando en fase terminal, para ellos no parecía estarlo, se desprende de la afirmación suya de que "la paz viene cuando el poder de la reconciliación pesa más que los hábitos del odio", o de que "se requiere valentía, voluntad de tomar riesgos, compromisos profundos y generosidad y visión de hombre de Estado". Esa es la recomendación que habría hecho yo a Zapatero en 2005, cuando el presidente se planteó el inicio de una negociación con ETA. Pero en el día de hoy, tal como han avanzado las cosas y en donde lo único que se espera es el comunicado final de ETA, estas recomendaciones me parecen fuera de contexto, porque el único riesgo que ha de tomar el Gobierno español, el actual o el futuro, es el de cómo gestionar el tema de los presos de ETA, pues algunos de ellos tendrán que salir de las cárceles, además de Arnaldo Otegi y Rafa Díez, los líderes de la izquierda abertzale que han promovido la conversión del independentismo a la no violencia.
En cualquier caso, el punto importante de la Declaración de Donostia es el primero, que hace una petición a ETA para que haga una declaración pública de cese definitivo de la actividad armada. Eso es lo más importante y está por encima de cualquier otra consideración. Las personalidades internacionales convocadas le piden a ETA el fin de la violencia, el cierre de la persiana, y sin tapujos, de forma nítida. Añade, eso sí, un párrafo en el que invita a los gobiernos de España y Francia a que traten con ETA las "consecuencias del conflicto", una forma mal expresada de decir que habrá que tratar el tema de los presos y de la entrega de las armas. En un tercer punto, los firmantes instan a que se den "pasos profundos para avanzar en la reconciliación, y en reconocer, compensar y asistir a todas las víctimas", lo que ha generado un inevitable malestar entre muchas víctimas de ETA, a las que le cuesta asumir el lenguaje de que ha habido "otras violencias" y "otras víctimas". La reconciliación no será tarea fácil, pero es inevitable encararla y pensar que con el transcurso del tiempo muchas cosas se normalizarán, y el que no exista la amenaza de la violencia y de coacciones ayudará mucho a conseguirlo.
Tengo serias dudas, y no ha dejado de sorprenderme, respecto al cuarto punto de la declaración, que invita a los sectores no violentos y representantes políticos a discutir cuestiones políticas, es decir, el futuro político del País Vasco. Es un llamamiento a revitalizar la mesa de partidos propuesta hace unos años, cuando no existía Bildu, pero que ahora me parece desfasado. Es más, no hay que descartar que un día se apruebe Sortu y que esta formación esté en el Parlamento Vasco, que es el sitio natural desde donde hay que hacer los debates sobre el futuro político de Euskadi. Es como si a los participantes de la Conferencia no se les hubiera puesto al día de la situación. Extraño, por lo menos. En este cuarto punto, los firmantes vuelven a ofrecerse como observadores o facilitadores de este proceso, cuando opino que las fuerzas políticas vascas se bastan por ellas solas para avanzar en el diálogo. Finalmente, se propone un comité de seguimiento de las recomendaciones, apoyando de nuevo la figura de veedor externo de un proceso que perfectamente puede gestionarse desde dentro, en clave interna.

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