Dominio público

Un proyecto urgente de país

Elizabeth Duval

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, en un acto en el Instituto de la Juventud, en julio del año pasado. E.P./Cézaro De Luca
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, en un acto en el Instituto de la Juventud, en julio del año pasado. E.P./Cézaro De Luca

Dos noticias relacionadas con el futuro de la izquierda se han juntado estos días. Yolanda Díaz anunció hace poco la suspensión temporal, por la situación de crisis y guerra en Ucrania, del desarrollo de su proceso de escucha; los partidos que conforman Unidas Podemos por Andalucía y Andaluces Levantaos anunciaban el principio de un proceso de negociaciones para ir juntos a las próximas elecciones andaluzas. La primera noticia era recibida con preocupación y la segunda celebrada.

Quienes argumenten que en la coyuntura actual Díaz no puede prestarse al «politiqueo» que conllevan los preparativos de una candidatura lo hacen cargados de buenas razones, pero lanzan sobre los ánimos de la población una jarra de agua fría en un momento en el que es imposible reducir el descontento social que traerá próximamente la crisis a una simple reacción de la extrema derecha. Y cabe preguntarse, viendo la ilusión que podría despertar el acuerdo en Andalucía, si sembrar hoy las semillas de un proyecto futuro no sería visto precisamente como todo lo contrario: un acto nada censurable en tanto que acción necesaria.

La izquierda española anda descabezada y sin referentes, casi perdida, en un momento en el que el clima político lo dominan y controlan las derechas. Podemos, con gran torpeza, perdió la oportunidad de poner contra las cuerdas a Vox por su vinculación con Putin al tropezar en su postura sobre la guerra, insistir en una crítica a la OTAN que en ese marco no convenía (e incluso sobraba, por profundamente criticable que sea la organización).

Hizo demasiado visible lo que podría haber quedado como un rico debate interno y social en lugar de explotar las contradicciones del adversario, exponiendo sobremanera las propias. Del choque salieron más débiles tanto la formación en sí misma como Yolanda Díaz, y sus relaciones se tensaron a la vez que la dependencia de los primeros en relación con la segunda se exacerbaba.

A ese error propio hay que añadir los desastrosos resultados de Unidas Podemos en Castilla y León, que por desastrosos confirmaron la necesidad de una reconstrucción total del espacio político. No es buena idea, si se ha de articular un proyecto en torno a la figura de Yolanda Díaz, persistir en la debilidad estructural de una izquierda sin partido que va atada a un partido cada día más semejante a un lastre.

Incluso de la crisis por venir pueden brotar oportunidades para el proyecto de Yolanda Díaz, sobre todo si el PSOE busca apoyos fuera de la coalición o comete más errores de gestión.

Un proceso de escucha que respondiera lo suficientemente rápido a la indignation sería también capaz de atender a quienes protestan, recogiendo los errores del PSOE al nombrar a los transportistas como «extrema derecha» y transmitiendo una imagen capaz de diferenciarlo de todo lo demás. Si se llega demasiado tarde, la oportunidad de aprovechar las brechas de luz en una coyuntura desfavorable quedará totalmente perdida.

Un proceso de escucha no se articula en dos meses. Las alianzas que requiere una plataforma electoral tampoco pueden apresurarse. Aunque el equipo de Yolanda Díaz, como ella misma declara, siga trabajando en la preparación de ese proyecto, hay que mantener viva su llama; no puede permitirse que haya quien no tenga claro a día de hoy que Yolanda Díaz vaya a presentarse o dude sobre ello.

En la forma de articular ese proceso y sus consecuencias se juega el futuro de la izquierda española en los próximos años. No es viable que lo único que se perciba sea desolación, frustraciones y cainismo. La tarea es tan difícil y las tentativas de sabotaje tan destructivas que la reconstrucción no puede esperar más, ni retrasarse hasta el verano. Hace falta levantar un proyecto urgente de país para que la gente, hoy desilusionada, empiece a recuperar algo de ilusión antes de que su recuperación sea imposible.

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