El pasado 22 de febrero, José Luis Martínez-Almeida dimitía como portavoz nacional del PP, como una premonición. Justo a tiempo, antes de que se hundiera el barco de Génova comandado por Pablo Casado, y de que estallara el escándalo de los comisionistas que se lucraron con la compraventa de material sanitario para el Consistorio madrileño en plena primera ola de la pandemia. Mientras el Palacio de Hielo mutaba en morgue, los amigos de los primos, "pa’la saca".

El alcalde de las banderas de España (cada vez quedan menos metros cuadrados en el mapa de la capital sin lona rojigualda) acumula unas semanas fatídicas en su reloj de arena, la cuenta atrás. En cualquier capital europea (menos en Londres), lo conocido hasta ahora sería motivo suficiente para que el alcalde hubiera dimitido. En Madrid, Almeida saca a relucir su pedigrí de PP madrileño, al más puro estilo Casado o Esperanza Aguirre, para defenderse de las acusaciones de la oposición y de los medios de comunicación, para culpar a la izquierda de sus vicios.

Mientras el moderadísimo Alberto Núñez Feijóo coge el timón del barco genovés, el alcalde de España (de las banderas de España) se rodea de su corte mediática y sale a la ofensiva: "Es una cacería de la izquierda". El victimismo Almeida, al más puro estilo Isabel Díaz Ayuso, se aleja de aquel "alcalde de todos los madrileños" que un día interpretó en el gran teatro de la política y la televisión.

Y es que hubo un tiempo en el que el primer edil quiso ser el de los grandes consensos, el alcalde de España. Y claro, algunos medios de comunicación ávidos de grandes acuerdos y constantes ‘pactosdemoncloa’ pronto le hicieron la ola. "Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario", emularon a José Luis Cuerda. Así, consiguió el apoyo de la oposición para aprobar unos presupuestos de emergencia para la pandemia. Hemos sabido ahora que, en aquellos duros momentos de consensos, los amigos de los primos del alcalde se llevaban un pastizal en comisiones por material de primera necesidad, supuestamente, claro.

"Lo que ha hecho Almeida en Madrid es muy importante y la gente está deseando ese mensaje de unidad". El que habla es Antonio García Ferreras, director de La Sexta y del programa de la cadena Al Rojo Vivo. En aquellos aciagos meses, menos para los amigos de los primos del alcalde, Ferreras quiso aupar a Almeida ante su audiencia y, como quien no quiere la cosa, el hoy víctima de "la cacería de la izquierda" era vendido como el artífice de los grandes consensos. El alcalde de España.

"Almeida ha actuado diferente. Ha conseguido algo que la gente está demandando ahora, porque la gente está harta de la polarización", decía en junio de aquel fatídico 2020 el directivo de La Sexta en Buenismo Bien, el programa de la Cadena SER. Los odiadores de la polarización que ensalzan a los moderados que gobiernan con Vox o gracias a la ultraderecha están a la vuelta de cualquier esquina. Ahí hay uno, ahí, otro.

"El alcalde Martínez-Almeida ha hecho un gran trabajo y cuando le dices 'enhorabuena' te dice siempre 'mérito mío y de la oposición", recordaba el otrora responsable de comunicación del Real Madrid de Florentino Pérez. "Un gran trabajo", según el periodista, o la sombra del trato de favor que pudieron recibir los comisionistas, la presunta negligencia por no comprobar el exagerado beneficio que iban a obtener, la carta de recomendación que firmó el alcalde para uno de ellos, tal y como ha ido desgranando Público.

El alcalde de España ya no es tal. Ahora nadie le reivindica. Y quien fue un héroe del acuerdo, el pacto y la moderación, hoy exaspera descalificando a aquellos que le recuerdan lo de los amigos de sus primos. Martínez-Almeida ya no es el alcalde de todos, y se abrocha los cinturones para sobrevivir al aterrizaje de la legislatura en el Ayuntamiento de Madrid. Comisión mediante.