Dominio público

Apuntes sobre Kosovo: buscar respuestas para evitar un desastre

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

Los serbokosovares bloquean la carretera cerca de la aldea de Rudine, Mitrovica del Norte, Kosovo. REUTERS/Ognen Teofilovski.
Los serbokosovares bloquean la carretera cerca de la aldea de Rudine, Mitrovica del Norte, Kosovo. REUTERS/Ognen Teofilovski.

Además de la guerra en Ucrania, durante las últimas semanas se han vuelto a escuchar de manera cada vez más alarmantes noticias que proceden de los Balcanes Occidentales. Y ya se sabe que cada vez que los Balcanes hacen su aparición en las noticias rara vez lo hacen para para anunciar buenas nuevas. Probablemente esto tiene que ver con el famoso y manido estereotipo atribuido a Winston Churchill que afirmó que los Balcanes generaban más historia de la que eran capaces de asimilar y que, por tanto, no puede desembocar en ninguna otra cosa que no sea una guerra. Este mantra es repetido hasta la saciedad cada vez que algo se mueve en esta pequeña región situada en las fronteras inmediatas de la UE.

Probablemente no estaría hoy escribiendo estas líneas si, efectivamente, no estuvieran pasando cosas en la región, en esta ocasión es Kosovo el centro de atención. Sin embargo, esto no es ninguna novedad puesto que durante el último año la ya conocida como "guerra de las matrículas" ha ocupado espacio en los medios de comunicación de todo el mundo. De nuevo, la tensión no resuelta entre los gobiernos de Pristina y Belgrado hace saltar chispas en la región del norte de Kosovo de población mayoritariamente serbokosovar. Y todo ello a pesar de que nunca desde el fin de la guerra han dejado de suceder disturbios, enfrentamientos y episodios de mayor o menor gravedad en relación con el punto de fricción, quién tiene la soberanía sobre el territorio de Kosovo. Serbia sigue apelando a la Resolución 1244 de NNUU aprobada en junio de 1999 por el Consejo de Seguridad que establecía un régimen jurídico temporal de carácter excepcional que sustituyera al orden jurídico serbio con el objetivo de estabilizar la situación en Kosovo y, por tanto, no reconoce la independencia proclamada en 2008 de este territorio. Por su parte, Kosovo apela a la opinión no vinculante adoptada por el Tribunal Internacional de Justicia en 2010 sobre la pregunta de si la secesión de Kosovo vulneraba o no el derecho internacional; la respuesta del tribunal fue que "el derecho internacional general no contempla prohibiciones sobre las declaraciones de independencia y, por tanto, la declaración del 17 de febrero de 2008 no viola el derecho internacional general".  Sobre la base de estas dos posiciones es sobre las que el resto de estados se han posicionado en relación con el reconocimiento o no del Estado de Kosovo. En la UE son cinco los estados que no lo reconocen: Eslovaquia, Rumanía, Grecia, Chipre y España.

Este es, por tanto, el punto de partida, el no reconocimiento de la independencia de Kosovo y la necesidad de buscar una solución negociada al conflicto. La UE ha liderado desde el año 2011, con mayor o menor intensidad, y con más sombras que luces, el proceso de mediación entre ambos, si bien quizás el paso definitivo y la mayor voluntad política se ha esgrimido por parte de la UE desde la llegada de Borrell a Bruselas. Y sin embargo, esto no parece estar siendo suficiente ya que durante los últimos meses se ha observado un recrudecimiento de las tensiones.

Si bien es cierto que lo que sucede obedece a una lógica interna de intereses de los actores políticos locales, no es menos cierto que la actual coyuntura de la guerra en Ucrania puede estar siendo aprovechada por los mismos para acelerar procesos en el seno de la región. Así, el ofrecimiento de la candidatura europea a Ucrania y Moldavia y, justo en estos días a Bosnia-Herzegovina, a ojos de Kosovo ha abierto una ventana de oportunidad que, desde luego, quieren aprovechar presentando una candidatura, incierta, eso sí, a la UE. Por su parte, Serbia, quiere proseguir con el doble juego en su política exterior, poniéndole una vela a Bruselas y otra a Moscú según sus propios intereses.

En todo caso, lo cierto es que la guerra de Ucrania ha hecho reaccionar a la UE, aunque todavía no sabe cómo. Una UE que durante años ha dilatado hasta la extenuación el proceso de ampliación, lo que le ha hecho perder credibilidad en la región y que ahora, tal y como ha intentado escenificar en la reciente cumbre UE-Balcanes del 6 de diciembre, quiere recuperar. No va a ser una tarea sencilla. Ya se sabe que en el ámbito internacional cuando alguien deja un hueco, éste es ocupado por otro alguien. Y así, si EEUU ha estado desde el principio muy presenten en Kosovo, Rusia, Turquía y China no han dejado pasar su oportunidad de llegar a una región geopolíticamente interesante, en las fronteras mismas de la UE, y que no van a querer perder tan fácilmente.

La tarea que Bruselas tiene por delante no es menor y esta es la de recuperar la confianza de estos países y ¿cómo hacerlo si no es acelerando el proceso de ampliación?, una cuestión complicada en el contexto actual. Parece que la búsqueda de un plan B en forma de Comunidad Política Europea no va a convencer a países que llevan más una década esperando respuestas. Pero no dar respuestas también juega a la contra, puesto que la ausencia de ellas genera inestabilidad, que es exactamente lo que estamos viendo estas semanas.

Bruselas es consciente de que cualquier escalada de tensión, entre Serbia y Kosovo, podría hacer descarrilar el proceso del resto de los Balcanes amenazando la estabilidad general de la región y, por tanto, desestabilizando aún más a la propia UE. Así, parece imprescindible desencallar la situación de Kosovo, pero para ello va a ser necesario poner una mayor cantidad de capital político en la balanza para poder convencer a las partes de que el marco europeo es el que más beneficios al medio y largo plazo les puede ofrecer. Como se pueden imaginar, la tarea no es sencilla.

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