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De la luna de miel al divorcio de Feijóo con el centro

Daniel Vicente Guisado

De la luna de miel al divorcio de Feijóo con el centro
El presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, durante una sesión plenaria en el Senado, a 22 de diciembre de 2022, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

Cuando el Partido Popular descabezó a Pablo Casado se estaba enviando un importante mensaje electoral: se requería a alguien nuevo para tener posibilidades de ganar y, sobre todo, poder gobernar. Dentro de este marco llegó Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del partido. El anterior líder tuvo cuatro años para remontar en las encuestas y no lo consiguió. Era momento de apostar por otro liderazgo que movilizara a propios (PP), sedujera a ajenos (PSOE) y cerrara fugas a vecinos (Vox)

Este podría ser el resumen del llamado "efecto Feijóo". Una estrategia de sucesión rápida que fuera tan simbólica como efectiva para lograr dichos objetivos. Dejar atrás el bibloquismo en el que llevaba inserto el sistema político español desde las últimas elecciones y volver a jugar con credenciales en el centro ideológico. Bajar de la montaña y aparecer en el imaginario de la población como alternativa realista a Pedro Sánchez.

La misión no era menor. La moción de censura del 2018 fue la causante del último gran movimiento electoral en España que llevó a todos aquellos votantes moderados, de activación intermitente y con escasa identificación partidista a abrazar las tesis del PSOE en general, y aceptar el liderazgo de Pedro Sánchez en particular. Desde entonces, la alternativa (un gobierno del PP con el partido que más rechazo genera en el panorama electoral) era poco viable y el centro un terreno para el PSOE o desafectos. ¿Feijóo ha cambiado esto?

Lo primero que observamos es la fuerza con la que irrumpió el nuevo líder del PP no solo entre la población de derechas (7-10), también entre aquellos cercanos al centro (5-6). Sin embargo, un rápido vistazo a los datos nos muestra que la caída entre dicho mes y diciembre es una caída relativamente homogénea entre todas las posiciones ideológicas. De hecho, las principales están en el 8 (-12,6%) y 9 (-9,7%) de dicha escala, posiciones lejanas al centro.

Es decir, en los últimos meses la imagen de Feijóo no solo ha empeorado entre la ciudadanía más moderada, también entre la más derechista. Lo que sí ha conseguido el dirigente popular es fidelizar a los propios votantes del Partido Popular. Durante los últimos meses de Casado únicamente 7/10 de sus votantes afirmaban querer volver a hacerlo en unas eventuales elecciones. Desde que llegó Feijóo esta cifra supera holgadamente el 80%. Hoy los votantes del PP se muestran mucho más decididos o motivados para repetir su voto pasado que hace un año.

Además, Feijóo consiguió en sus primeros meses dos gestas importantes. La primera fue frenar las fugas que se abrieron hacia el partido de Santiago Abascal con la disputa interna entre los meses de febrero y marzo en el Partido Popular. De hecho, el líder gallego revirtió el proceso: desde abril hay más retorno de Vox hacia el PP que fugas inversas. En el mes de julio casi uno de cada tres votantes de Vox afirmaban querer votar al PP (alrededor de un millón de votos).

El segundo hito era abrir fugas desde el PSOE. Algo impensable en todo el mandato de Pablo Casado. También en julio el PP de Feijóo empezaba a atraer a más del 8% de votantes socialistas que otras encuestadoras fijaban por encima del 10% (hablamos de más de medio millón de votos). La tendencia creciente, no obstante, se frenó (y descendió) a la vuelta de verano.

Un dato que nos ayuda a comprender este hecho lo podemos encontrar en la valoración de Feijóo. Si en los primeros meses de su nuevo liderazgo el político gallego era el mejor valorado de todo el panorama español, con notas muy altas incluso entre el PSOE, en la actualidad esto ha cambiado bajando especialmente entre votantes socialistas.

Una última forma de verlo es acudiendo a la evolución de la confianza que despierta Feijóo entre los mismos grupos de la población. Si en abril de este año el 30% de votantes socialistas, 82% de populares y 52% de Vox sentían confianza en el líder del PP, en diciembre los porcentajes bajan hasta el 12%, 73% y 40% respectivamente. No solo la preferencia, también la valoración y la confianza de Feijóo se han visto significativamente deteriorados.

Hoy Feijóo es un líder y candidato más débil que hace medio año, pero bajo su presidencia el Partido Popular ha conseguido movilizar a votantes propios y atraer otros tantos ajenos (Vox), lo que le está permitiendo no descolgarse de la pugna en las encuestas. Se podría decir que ha vigorizado una marca que durante mucho tiempo cotizaba a la baja.

Esto, no obstante, se ha conseguido en detrimento de la otra gran posibilidad que tenía Feijóo cuando llegó a la primera línea de la política para volver a ser competitivo: sigue sin destacar en las áreas ideológicas más templadas (5 y 6 en la escala) y sigue sin convencer a los votantes moderados del PSOE que podrían cambiar su voto.

Los mimbres que poseía en sus primeros meses han sido dinamitados en tiempo récord por la negativa a pactar determinados temas (CGPJ) con el PSOE y por volver a un marco polarizante y dicotómico (las numerosas críticas de golpes de Estado) que ya desarrolló Pablo Casado durante sus cuatro años al frente del Partido Popular.

Feijóo ha apostado por una estrategia concreta: ilusionar a sus propios votantes y aparecer lo suficientemente atractivo y eficaz entre los de Vox para recuperar la hegemonía en el bloque de la derecha y la primera posición en el sistema de partidos español. Ahora deberá mantener un equilibrio difícil: si Vox sigue achicando podrá tener problemas para poner los escaños necesarios para la mayoría absoluta de Feijóo, y si el PP vuelve a desilusionar se volverá a la casilla de partida (febrero 2022). Independientemente de lo que ocurra, lo que está claro es que el PP ha decidido poner todos sus esfuerzos en el carril de la derecha. En el del centro, de momento, prima una gran desafección esperando a que llegue un candidato (o candidata) que les interpele y despierte. Y aquí Feijóo no es el único que debe pronunciarse.

 

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